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Mostrando entradas de febrero, 2007

Nuevo positivismo digital (I)

Cada vez que alguien intenta hacer un travelling por la historia de la informática comienza hablando de las máquinas cibernéticas de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, que si la máquina de Turing y artefactos por el estilo. En realidad deberían remontarse hasta el cálculo binario de Leibniz , un proyecto de lenguaje universal (deducible a unos y ceros) cuyo creador, como ilustrado ingenuo y pardillo que era, pensaba que acabaría con los problemas de comunicación (en realidad de entendimiento) que atenazaban a la humanidad y la sacudían de guerra en guerra. El problema es que esta idea de Leibniz tuvo que esperar hasta 1854 para convertirse en realidad, cuando George Boole formuló la notación algorítmica. Y aún hubo que esperar otro siglo para que todo eso fuera aplicado a la informática. Lo que traducido al lenguaje del consumidor/usuario significa que Leibniz fue el que inventó el algoritmo (una secuencia ordenada de operaciones elementales extraídas de un repertorio de o

Tendencias, contradicciones... revelaciones

Leo dos noticias en el mismo periódico (de fechas diferentes, pero con esto de las ediciones web todo está disponible a la vez): por un lado Jimmy Wales (fundador del proyecto Wikipedia ) anuncia Wikiasari , un buscador basado en el modelo de participación libre que ha hecho de Wikipedia un referente mundial. La diferencia es que esta vez se trata de un proyecto con fines lucrativos. Wales ha fundado una empresa ( Wikia ) y con ella pretende dar con un modelo de negocio que no abandone el buen rollo que da Wikipedia (algo así como Google, que gana dinero a espuertas pero a nadie cabrea, lo contrario que Microsoft). Después leo que en EE UU la universidad de Middlebury ha prohibido realizar trabajos cortando y pegando contenidos de Wikipedia . La razón que aducen es que no es información fiable y claro, resulta problemático en una institución dedicada a la enseñanza. El autor del artículo cita un comentario del propio Wales sobre la conveniencia de prohibir también copiar y pegar de

Intuiciones acerca del software que desembarcará en nuestros discos duros

El otro día me desinstalé (¡finalmente después de tres años!) mi antivirus Panda 2006 y es como si hubiera soltado de golpe 500 quilos de lastre. Mi ordenador (un AMD a 700) no es que sea de última hornada, pero he descubierto que al menos rinde mejor de lo que pensaba y puede aguantar unos años más con Windows XP . Es como el chiste ese del tío que va caminando con una cabina de teléfonos encima y cuando le preguntan por qué lo hace responde que si se encuentra con un león la tira y así puede correr mucho más rápido. Igual me siento yo sin mi Panda antivirus, como si hubiera lanzado la cabina de teléfonos. Y es que este Panda al cual estuve licenciado estos años no paraba de dar problemas: después de cada actualización crítica del sistema se multiplicaban los problemas al cargar, avisaba de Explorer desactualizado justo después de actualizarlo, recordaba cada día (¡cada día!, sin permitir la mosquita esa de "No mostrar más este aviso") que no tenía activado el Firewall. No

Estándares de facto y software libre

Quienes defienden el software libre y desprotegido de derechos de propiedad argumentan que esta medida fomentaría la creatividad y serviría de incentivo para la innovación. Veamos un ejemplo concreto: Skype fue una aplicación gratuita que ofrecía la posibilidad de hablar por teléfono a través de Internet (de gratis) entre ordenadores que tuvieran instalado el mismo software; o en todo caso por un precio muy económico con teléfonos fijos y hasta con móviles. Si no fuera por Skype las grandes operadoras de telecomunicación, esas que se aferran a las cuotas de conexión como si fuera el impuesto revolucionario, no habrían movido un solo dedo para modificar las condiciones ni las tarifas del servicio que prestan. Pero dado que hay gente que se lanza a la aventura por una vía más atrevida (que no ingenua, porque también quieren ganar dinero), pues estas grandes corporaciones tienen que asumir la realidad y tomar medidas (aunque sean parciales) que vayan en detrimento de su beneficio. En con

Jobs huye hacia adelante

Hay varias cosas que no entiendo en la carta abierta que ha publicado Steve Jobs sobre el futuro de la música digital. Resulta que Francia, Alemania y Noruega ya se han pronunciado en contra de su sistema anticopia (sistema DRM que se denomina Fairplay ). Este sistema obliga a escuchar la música comprada en iTunes en un iPod o en cinco ordenadores a los que el usuario autoriza (aunque sólo en 1 puede sincronizar el PC y el iPod). El caso es que Jobs arremete contra los sistemas DRM, que son precisamente el centro de la polémica de su negocio. Si son ciertos sus cálculos (90 millones de iPod en 2006 y 2.000 canciones descargadas equivalen a 22 canciones legales en cada iPod); si la media real en cada iPod es de 1.000 canciones, entonces sólo el 3% de la música que escuchamos tiene origen digital legal. Jobs hace muy bien en preguntarse si tiene sentido mantener sistemas DRM ante esta realidad. Tampoco entiendo eso de que no es posible escuchar la música de iTunes fuera de los iPod: h

Reconversión industrial en pleno auge

A Bill Gates le espera un destino muy parecido al de Steve Jobs . Se comentó en numerosos foros y publicaciones durante los ochenta y es ya hoy prácticamente una historia para contar a nuestros niños preadolescentes que ya no creen en hadas: cuando la omnímoda IBM decidió ponerse a fabricar ordenadores personales encargó a una desconocida Microsoft el sistema operativo con el que el usuario hablaría con el ordenador. El futuro, decían los grandes gurús de IBM, estaba en el hardware, no en el software. El resto de la historia la conocemos porque es parte de nuestra existencia: el software se reveló crucial para la divulgación del ordenador, porque era la parte con la que interactuaba la persona. Así que mientras el hardware podía ser de cualquier manera, el software debía tener en cuenta esta fundamental premisa. Microsoft, amparándose en la audaz cláusula que arrancó a los cegatos abogados de IBM (por la cual tenían la exclusiva de sistema operativo para las máquinas IBM, pero tamb

La Web 2.0 o la ley de la mínima organización

La autogestión es un mito. La autogestión es un eufemismo que equivale a proclamar “deja que me monte yo mi dictadura”. Por eso el movimiento okupa no triunfa: están atrapados en la fase de la autogestión; los pocos que establecen las normas las mantienen incluso aunque vengan después otros que hagan aportaciones mejores. Luego, de pronto, una serie de sitios web se han vuelto muy populares entre los usuarios domésticos: Flickr , Wikipedia , Del.icio.us , You Tube … Y a resultas de esos éxitos se habla de una nueva Web, la Web 2.0, de carácter eminentemente social. Bueno, eso de social es una forma de hablar…, lo importante es que son sitios pensados para darse a conocer de forma gratuita (gratis, la palabra mágica, no lo olvidemos). La gente mira y aporta aquello que le gusta, la suma de todo eso es lo que aporta valor y permite el intercambio. ¿Y todo esto sin más? Desde luego la que menos futuro tiene me parece Del.icio.us, porque el menú Favoritos del Explorer (o Marcadores en ve

Reinas y señores del software

Recuerdo que en los noventa las suites ofimáticas ( Office , Smartsuite ) eran las reinas del software, y el procesador de textos y la hoja de cálculo aplicaciones a las que les pedíamos de todo, hasta que nos avisaran de la hora de la merienda. La gente se gastaba el dinero en software que emulaba una calculadora y una máquina de escribir. Luego llegó Internet y al poco la digitalización multimedia y ahí se acabó la historia de la ofimática. Desde entonces, ha conocido un proceso imparable de devaluación: ¿para qué pagar si se puede piratear? Justo antes de eso nos estuvimos unos meses pasando al ordenador nuestros apuntes de la universidad, que para eso nos habíamos comprado un ordenador. Pero pronto aquella absurda tarea quedó relegada y decidimos hacer cosas más creativas: cambiamos el ratón por el joystick . Ahí se acabó el reinado de las suites ofimáticas. Tras su reinado aparecieron los señores del software libre, esos que, en sus ratos libres, se dedicaban a crear los programas

Buscar, no ordenar

Esa es la tendencia: trabajar con los ordenadores como si éstos fueran un saco al que no podemos asomarnos porque nos volveríamos locos, y por eso usamos herramientas que buceen en ese presunto caos y nos ofrezcan resultados. Todo lo que haya por medio nos la trae floja: nos basta con que en la pantalla aparezca lo que queremos. Microsoft ha asumido lo que Google tardó mucho menos tiempo en comprender. La mayoría, pero lo que se dice la inmensa mayoría, de las personas usamos el ordenador sin realmente saber qué hacemos. Para muchos Internet es únicamente el acceso directo que puso el cuñado el día que le montó el ADSL, no se le pasa por la cabeza acceder desde otro sitio, y mucho menos dónde mirar en caso de que no aparezca la página de inicio. Lo mismo sucede con los documentos: sí, los guardamos, básicamente fotos y presentaciones de chistes que nos envían, pero realmente desconocemos dónde las estamos dejando caer. Lo que queremos saber es que en el recuadro “Abrir…” nos aparecer