Los futuros del blog (Los futuros del libro)
Versión beta (04/01/2008): ¿El futuro del libro es Los futuros del libro?
Admitámoslo sin complejos: muchos de los que mantenemos un blog de prospección y análisis de la actualidad relacionada con lo digital lo hacemos con la esperanza de dar el salto a la siguiente pantalla, que consiste en publicar nuestros textos de forma remunerada o convertir audiencia --la divisa de la visibilidad en Internet-- en prestigio. Mientras ese momento llega, el blog sirve a muchos y buenos fines: mejorar el estilo, estar al día en informaciones útiles, darse a conocer entre revistas y publicaciones, contactar con personas que comparten intereses y preocupaciones, aumentar la disciplina de trabajo... Un blog es una solución perfecta para esa emanación creativa que sentimos muchos autores sin prestigio ni arropados por una estructura mediática.
Por otro lado, el desbarajuste que la digitalización ha introducido en la cultura de consumo es una excusa perfecta para sacar tajada en río revuelto: aprovechamos la coyuntura para otear el futuro --gracias a nuestra mayor o menor experiencia, conocimiento e intuición-- y jugamos a ser gurús profesionales en un reducido ámbito, augurando nuestros propios giros copernicanos para el mundo digital. Básicamente es lo que hacemos quienes mantenemos un blog prospectivo sobre tecnología y usos sociales y culturales.
Empecé a leer Edición 2.0. Los futuros del libro de Joaquín Rodríguez --autor de un blog con idéntico título-- en la versión beta que se podía descargar gratuitamente desde Melusina, la editorial que lo ha publicado. Y gracias a la amabilidad de José Pons, su editor, he acabado accediendo a la versión premium. Las diferencias entre ambas ediciones saltan a la vista y muestran perfectamente las dificultades que encuentran las editoriales que se acercan hasta la frontera digital para compatibilizar apuestas novedosas con los canales de distribución tradicionales en los que aún deben trabajar.
Agrupación temática, eliminación de la fecha de publicación en el original, conversión de los enlaces de hipertexto en notas al pie, adición de un prólogo y de una introducción del autor: en esto ha consistido el salto al papel de Los futuros del libro. Aun así, insisto en señalar mi principal temor: al no existir una reelaboración de los textos, la dispersión y reiteración propia de los posts --algo lógico dado su formato y su función-- ha pasado al papel sin apenas cambios. Y no será porque el concienzudo repaso de la actualidad relacionada con el mundo editorial que hace Joaquín Rodríguez no le sitúa en una posición idónea para establecer teorías y propuestas generales; es precisamente esa oportunidad perdida lo que lamento. Las numerosas entradas dedicadas a la Ley del libro y la lectura, la transición digital de las editoriales, o el debate sobre los derechos de propiedad intelectual son buenos ejemplos de algunos temas que habrían salido mejorados gracias a una reescritura más estructurada.
Ahora bien, confieso que con el libro he aprendido mucho acerca del mundo editorial, especialmente sobre iniciativas de publicación online de textos científicos. La idea-fuerza que más me ha calado tras la lectura es que en la era digital todo parece indicar que se pagará por publicar, exactamente al revés que en la analógica. Me parece una estrategia que cuadra muy bien con la sobreabundancia de este tipo de escritos. En cambio, el modelo de negocio de las editoriales de ficción sigue siendo una incógnita: su vinculación a la economía de la copia y el temor a perder el control en este proceso impiden adoptar una estrategia clara y unánime. Y como ya escribí en otro lado refiriéndome al tránsito digital de la distribución cinematográfica, la clave del éxito es como la materia oscura que llena el universo: está ahí pero no la podemos ver, aunque deducimos su existencia a través de los indicios que vamos encontrando por el camino. Con los libros sucede lo mismo. Por último, debo señalar que he añadido a mi lista de lecturas pendientes La biblioteca de noche de Alberto Manguel. Un libro descubre y/o incentiva la lectura de otro: creo que esa es (o debería ser) la máxima satisfacción de un autor y el mayor beneficio para un lector.
Un blog puede suplir perfectamente --de hecho lo está haciendo: pásate por la web del diario Público-- a la sección de opinión y firmas de cualquier diario digital. La business class de la blogosfera corresponde hoy al comentario de la actualidad política y social, junto con aquellas bitácoras de consultores y analistas de prestigio o autores consagrados editorialmente (cumpliendo en ocasiones una función equivalente al cuaderno de notas o al borrador de futuros textos para ser distribuidos por el canal editorial tradicional). En esta categoría también entran los blogs de aspirantes a consultores y analistas, así como los de determinados autores consagrados editorialmente cuyo objetivo consiste en mantener una mera presencia en Internet (puesto que su producción se sigue orientando al canal clásico del libro-papel), con contenidos esporádicos y sin opción a la participación (eluden o ignoran los comentarios de los usuarios). Para esta gente el futuro del blog es el pasado del libro. Finalmente, en la clase turista low cost, estamos todos los demás; blogs mantenidos por autores no consagrados, esperando agazapados nuestra oportunidad.
Sinceramente, creo que el blog y el libro de Joaquín Rodríguez pertenecen a la categoría de vocación de utilidad pública y satisfacción creativa personal; un camino por el que hoy día transita mucho tráfico contracorriente. Esperemos que esta vía no se banalice ni se apague y acabemos convirtiendo el blog en la antesala del libro y el libro en la evolución del blog, porque aunque no son lo mismo y cumplen funciones distintas están condenados a encontrarse.
Admitámoslo sin complejos: muchos de los que mantenemos un blog de prospección y análisis de la actualidad relacionada con lo digital lo hacemos con la esperanza de dar el salto a la siguiente pantalla, que consiste en publicar nuestros textos de forma remunerada o convertir audiencia --la divisa de la visibilidad en Internet-- en prestigio. Mientras ese momento llega, el blog sirve a muchos y buenos fines: mejorar el estilo, estar al día en informaciones útiles, darse a conocer entre revistas y publicaciones, contactar con personas que comparten intereses y preocupaciones, aumentar la disciplina de trabajo... Un blog es una solución perfecta para esa emanación creativa que sentimos muchos autores sin prestigio ni arropados por una estructura mediática.
Por otro lado, el desbarajuste que la digitalización ha introducido en la cultura de consumo es una excusa perfecta para sacar tajada en río revuelto: aprovechamos la coyuntura para otear el futuro --gracias a nuestra mayor o menor experiencia, conocimiento e intuición-- y jugamos a ser gurús profesionales en un reducido ámbito, augurando nuestros propios giros copernicanos para el mundo digital. Básicamente es lo que hacemos quienes mantenemos un blog prospectivo sobre tecnología y usos sociales y culturales.
Empecé a leer Edición 2.0. Los futuros del libro de Joaquín Rodríguez --autor de un blog con idéntico título-- en la versión beta que se podía descargar gratuitamente desde Melusina, la editorial que lo ha publicado. Y gracias a la amabilidad de José Pons, su editor, he acabado accediendo a la versión premium. Las diferencias entre ambas ediciones saltan a la vista y muestran perfectamente las dificultades que encuentran las editoriales que se acercan hasta la frontera digital para compatibilizar apuestas novedosas con los canales de distribución tradicionales en los que aún deben trabajar.
Agrupación temática, eliminación de la fecha de publicación en el original, conversión de los enlaces de hipertexto en notas al pie, adición de un prólogo y de una introducción del autor: en esto ha consistido el salto al papel de Los futuros del libro. Aun así, insisto en señalar mi principal temor: al no existir una reelaboración de los textos, la dispersión y reiteración propia de los posts --algo lógico dado su formato y su función-- ha pasado al papel sin apenas cambios. Y no será porque el concienzudo repaso de la actualidad relacionada con el mundo editorial que hace Joaquín Rodríguez no le sitúa en una posición idónea para establecer teorías y propuestas generales; es precisamente esa oportunidad perdida lo que lamento. Las numerosas entradas dedicadas a la Ley del libro y la lectura, la transición digital de las editoriales, o el debate sobre los derechos de propiedad intelectual son buenos ejemplos de algunos temas que habrían salido mejorados gracias a una reescritura más estructurada.
Ahora bien, confieso que con el libro he aprendido mucho acerca del mundo editorial, especialmente sobre iniciativas de publicación online de textos científicos. La idea-fuerza que más me ha calado tras la lectura es que en la era digital todo parece indicar que se pagará por publicar, exactamente al revés que en la analógica. Me parece una estrategia que cuadra muy bien con la sobreabundancia de este tipo de escritos. En cambio, el modelo de negocio de las editoriales de ficción sigue siendo una incógnita: su vinculación a la economía de la copia y el temor a perder el control en este proceso impiden adoptar una estrategia clara y unánime. Y como ya escribí en otro lado refiriéndome al tránsito digital de la distribución cinematográfica, la clave del éxito es como la materia oscura que llena el universo: está ahí pero no la podemos ver, aunque deducimos su existencia a través de los indicios que vamos encontrando por el camino. Con los libros sucede lo mismo. Por último, debo señalar que he añadido a mi lista de lecturas pendientes La biblioteca de noche de Alberto Manguel. Un libro descubre y/o incentiva la lectura de otro: creo que esa es (o debería ser) la máxima satisfacción de un autor y el mayor beneficio para un lector.
Un blog puede suplir perfectamente --de hecho lo está haciendo: pásate por la web del diario Público-- a la sección de opinión y firmas de cualquier diario digital. La business class de la blogosfera corresponde hoy al comentario de la actualidad política y social, junto con aquellas bitácoras de consultores y analistas de prestigio o autores consagrados editorialmente (cumpliendo en ocasiones una función equivalente al cuaderno de notas o al borrador de futuros textos para ser distribuidos por el canal editorial tradicional). En esta categoría también entran los blogs de aspirantes a consultores y analistas, así como los de determinados autores consagrados editorialmente cuyo objetivo consiste en mantener una mera presencia en Internet (puesto que su producción se sigue orientando al canal clásico del libro-papel), con contenidos esporádicos y sin opción a la participación (eluden o ignoran los comentarios de los usuarios). Para esta gente el futuro del blog es el pasado del libro. Finalmente, en la clase turista low cost, estamos todos los demás; blogs mantenidos por autores no consagrados, esperando agazapados nuestra oportunidad.
Sinceramente, creo que el blog y el libro de Joaquín Rodríguez pertenecen a la categoría de vocación de utilidad pública y satisfacción creativa personal; un camino por el que hoy día transita mucho tráfico contracorriente. Esperemos que esta vía no se banalice ni se apague y acabemos convirtiendo el blog en la antesala del libro y el libro en la evolución del blog, porque aunque no son lo mismo y cumplen funciones distintas están condenados a encontrarse.
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