La mano que mueve el ratón

Empiezo con un extenso fragmento rebosante de sentido común extraído de una entrevista a Manuel Castells en El País (la negrita es mía):

«P. Si Internet es tan determinante de la vida social y económica, ¿su acceso puede ser el principal factor de exclusión?

R. No, el más importante seguirá siendo el acceso al trabajo y a la carrera profesional, y antes el nivel educativo, porque, sin educación, la tecnología no sirve para nada. [...] En la sociedad de Internet, lo complicado no es saber navegar, sino saber dónde ir, dónde buscar lo que se quiere encontrar y qué hacer con lo que se encuentra. Y esto requiere educación. En realidad, Internet amplifica la más vieja brecha social de la historia, que es el nivel de educación. Que un 55% de los adultos no haya completado en España la educación secundaria, ésa es la verdadera brecha digital.

Hay una nueva sociedad que yo he intentado definir teóricamente con el concepto de sociedad-red, [...] es una sociedad en que todo está articulado de forma transversal y hay menos control de las instituciones tradicionales [...] Se extiende la idea de que las instituciones centrales de la sociedad, el Estado y la familia tradicional, ya no funcionan. Entonces se nos mueve todo el suelo a la vez. Primero, la gente piensa que sus gobiernos no la representan y no son fiables. Empezamos, pues, mal. Segundo, piensan que el mercado les va bien a los que ganan y mal a los que pierden. Como la mayoría pierde, hay una desconfianza hacia lo que la lógica pura y dura del mercado le pueda proporcionar a la gente. Tercero, estamos globalizados; esto quiere decir que nuestro dinero está en algún flujo global que no controlamos, que la población se ve sometida a unas presiones migratorias muy fuertes, de modo que cada vez es más difícil encerrar a la gente en una cultura o en unas fronteras nacionales.

[Internet] Por un lado, al permitirnos acceder a toda la información, aumenta la incertidumbre, pero al mismo tiempo es un instrumento clave para la autonomía de las personas [...] Cuando una persona tiene un fuerte proyecto de autonomía, en cualquiera de esas dimensiones, utiliza Internet con mucha más frecuencia e intensidad. Y el uso de Internet refuerza a la vez su autonomía. Pero, claro, cuanto más controla una persona su vida, menos se fía de las instituciones.

P. Y mayor puede ser su frustración por la distancia que hay entre las posibilidades teóricas de participación y las que ejercen en la práctica, que se limitan a votar cada cuatro años, ¿no cree?

R. Sí, hay un desfase enorme entre la capacidad tecnológica y la cultura política. Muchos municipios han puesto puntos Wi-Fi de acceso, pero si al mismo tiempo no son capaces de articular un sistema de participación, sirven para que la gente organice mejor sus propias redes, pero no para participar en la vida pública. El problema es que el sistema político no está abierto a la participación, al diálogo constante con los ciudadanos, a la cultura de la autonomía, y, por tanto, estas tecnologías lo que hacen es distanciar todavía más la política de la ciudadanía».

Todavía no se han acabado de dar cuenta los gurús de que la tecnología requiere o presupone un cierto nivel competencial para manejarla y para extraer rendimiento de ella; y para eso previamente hay que educar y formar a la gente en las materias analógicas de toda la vida (lenguaje, matemáticas, historia, ciencia...). Puede que para enseñar esas materias el uso de la tecnología contribuya a optimizar el resultado, pero lo que no se puede obviar es el aprendizaje previo a la tecnología. Éste siempre debe existir.

El pensamiento previsional ignora todo lo que no sea la tecnología y sus aledaños, y el hecho de que, por ejemplo, haya empleos en los que tiene difícil cabida una gestión de las comunicaciones internas mediante blogs. El fenómeno blog es una convulsión en entornos de trabajo en los que los empleados tienen un cierto nivel de cualificación, pero de alcance más limitado en el mundo de las PYMES (electricistas, pizzeros, lavanderos...).

Es posible que el sector tecnológico acapare portadas mediáticas y ocupe a muchos analistas, pero si lo hace es porque en él se producen los mayores rendimientos económicos (telecomunicaciones, software, móviles...), pero eso no significa que detrás haya un montón de sectores que deberán seguir trabajando sin esperar que la tecnología venga a ponerlo todo patas arriba, porque hay cosas que NO se pueden hacer con ordenadores: cultivar, transportar, pescar, manufacturar, atender al público, construir.... En estos sectores "de retaguardia", si acaso, la tecnología aportará herramientas y facilitará la gestión, pero no lo trastornará todo como en el cine, la televisión, las discográficas o las editoriales.

Los sectores necesariamente analógicos se van a quedar como estaban en parte debido a la naturaleza de su negocio (totalmente tangible) y en parte a la madurez de un mercado que impide revoluciones en los márgenes y las cuotas. Pero también --y esto es crucial-- porque el perfil laboral no da para que cada empleado tenga un blog corporativo con cosas interesantes que decir. Las empresas donde sí es posible que florezcan intranets creativas son aquellas en las que predomina un perfil de trabajador con estudios superiores y ausencia de actividad física. Estoy convencido de que el en departamento de logística y almacén de Microsoft hay muchas menos aportaciones corporativas individuales que en el de marketing. No todo el mundo tiene algo que decir ni está en condiciones de ponerlo por escrito de forma coherente y amena. Aunque ni siquiera esto es totalmente exacto, porque entre la gente con estudios superiores tampoco es que predominen los que escriben sin faltas, ni los que tienen tiempo y ganas de colaborar en los sistemas de socialización voluntaria de sus empresas.

Ya va siendo hora de que los profetas de la tecnología tengan presentes estas miserias de la vida cotidiana a la hora de lanzar sus revoluciones inéditas y sus giros copernicanos de cada primer jueves de mes. Ya va siendo hora de que sus sesudos análisis delimiten previa y explícitamente el alcance de sus propuestas, asumiendo que, en la práctica, están teorizando acerca del mundo de las multinacionales del sector servicios, especialmente los tecnológicos. Hacer esto diluye un poco el tono grandilocuente de sus afirmaciones, es cierto, pero también permite que su vigencia se alargue más allá de los seis meses.

Señores gurús: tatúenselo en la mano con la que mueven el ratón...

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