Portales de contactos. 3. Perversiones y distorsiones no tan sorprendentes

Portales de contactos. 1. ¿Cómo han llegado a hacerse imprescindibles?
Portales de contactos. 2. Instrucciones de uso

Tenemos, por tanto, una mutación imprevista en las relaciones entre los sexos provocada por un cambio imperativo en los modelos sociales; y tenemos también una tecnología emergente que trata de minimizar o resolver los inconvenientes que provoca esa mutación. Pero resulta que, a su vez, esa misma tecnología, una vez en manos de los usuarios, experimenta una nueva e imprevisible mutación, ya que el uso que se hace de ella no es el esperado, aunque eso no signifique que, en cierta forma, siga siendo eficaz.

La actividad diaria en estos portales es un calco virtual de la situación que se establecería en cualquier club: ellas acceden gratis, son el anzuelo que provoca que ellos se apunten y paguen la cuota mensual. Ellos tientan a la estadística contactando con las que parecen atractivas (de ahí la importancia de la foto), o las que parecen interesantes por cualquier detalle de su perfil (de ahí la importancia del texto y el cuestionario). También influye el hecho de que parezcan más lanzadas o desinhibidas en su descripción, o que vivan cerca, o del estado de ánimo y del tiempo de que se disponga. El caso es que se prueba hasta que suena la flauta: de pronto una responde (preferentemente a los que parecen más divertidos, aunque otras estudian cuidadosamente el perfil antes de hacerlo) y se aviene a charlar...

Los hombres actúan igual que en el mundo real: entrando a todas las fichas de mujeres en los que hay algo que les gusta (especialmente el físico)
. En este sentido, el día a día en los portales de contactos se adapta a la pauta de actuación masculina. Las mujeres, aparte del hecho de que casi nunca inician el contacto, ven dinamitados sus grupos de amigas, los mismos que les proporcionaban seguridad y criterios de filtrado adicionales; ahora deben saltar al campo --con su portátil, tumbadas en el sofá de casa-- en solitario, y tratar con infinidad de desconocidos que las abordan sin poder contrastar primeras impresiones. Quizá esta modificación radical de las condiciones del flirteo para las mujeres sea una de las causas del uso imprevisto que se hace de estos portales.

Como en cualquier primer contacto, el momento más delicado es el intercambio de las primeras frases: es necesario ser divertido, nuevo, informal, demostrar seguridad, no incidir en exceso en los tópicos, ni parecer un desesperado ni un baboso... Se trata, más que nunca, que ellas muerdan nuestro anzuelo verbal, conseguir que, de entre todas las conversaciones simultáneas que mantienen (el diseño de su cerebro se lo permite), decidan quedarse en la nuestra. Esto deberá ser necesariamente así cada día, aunque se trate de la misma persona, hasta que seamos etiquetados como un amigo con el que se puede hablar --sin presión ni compromiso-- de todo un poco. Es una fase equivalente a esa del mundo real en la que ella --todavía por decantarse en sus preferencias-- dice que irá luego a tal club pero no es seguro que aparezca, pero nuestra presencia allí será interpretada como un inequívoco signo de interés. Deberán sucederse varios encuentros discontinuos (aparentemente casuales desde el lado de ella, demostrando un interés explícito en el de él) para que pueda existir una mínima coordinación (es decir, llamarse previamente y quedar en algún sitio). Hasta que no se supera esta fase --y esto vale tanto para hombres como para mujeres-- no se puede decir que se ha establecido un contacto.

El uso del chat, los foros diferidos y del correo electrónico durante esta fase inicial es muy útil
porque, mediante unas sencillas y discretas preguntas en plan ingeniería social bienintencionada, se puede filtrar con bastantes garantías a personas que no interesan y dejar pasar a las que sí. No se trata de un test infalible pero al menos no se desperdicia una noche esperando en el club que ella dijo que estaría a última hora. Esa es la gran ventaja de la tecnología: que permite conocer detalles de forma rápida e indolora. Ellas detectan y filtran al salido, al aprovechado, al insulso, al zumbado, al pesado...; ellos a las aburridas, las mojigatas, las reglosas, las permanentemente indecisas... Esta es sin duda la gran contribución de la tecnología a las relaciones entre los sexos.

El problema es que esta fase se suele alargar en el tiempo de forma inexplicable en muchas ocasiones. A pesar de que a ambos lados de teclado hay personas que han entrado en los portales de contactos con el objetivo de conocer gente (algunos y algunas dicen eufemísticamente para encontrar amistades), es decir, que existe una motivación previa, explícita y declarada, pues las conversaciones se eternizan, muchas veces en divagaciones sin sentido. Al final, incapaces de remontar más allá de lo cotidiano, se acaba explicando lo que se ha hecho durante el día (como si se tratara de personas con intimidad y confianza). Lo que no se hace casi nunca es ofrecer rasgos de la personalidad (que a veces se confunden con los datos personales) con el fin de darse a conocer. El miedo y la desconfianza, pero también la incapacidad para verbalizar los sentimientos y pensamientos propios (alexitimia), son la causa más habitual. Aun así, vistas las dificultades de partida, no es necesario ser transcendente ni pedante para obtener alguna información valiosa. La forma de escribir es el primer detalle fundamental: palabras abreviadas en exceso, uso de emoticonos para suplir expresiones de todo tipo y faltas de ortografía no es lo mismo que frases bien construidas y escritas.

El test de las cinco preguntas puede contribuir a superar el estancamiento de la fase inicial, con la ventaja de que no importa el orden en el que se plantean. La numeración se refiere únicamente a la importancia que le atribuyo a cada cuestión:

1-"¿Cuánto tiempo ha pasado desde tu última relación importante?". Esta pregunta sirve para determinar si una persona todavía está bajo la influencia negativa de una ruptura. Si hace poco (6 meses o menos) significa que habrá que hacer labor de desescombro y adecentamiento mental y sentimental, y lo que es peor: aguantar memoriales de agravios, cambios de humor imprevistos y tristezas sobrevenidas. Eso a veces no interesa, así que es importante saberlo de antemano. Lo ideal es que esa relación anterior tenga 1 año o más de antigüedad, ya que --a menos que sea una persona extremadamente influenciable-- pasado ese tiempo se puede dar por superada. La respuesta a esta pregunta permite pasar a temas igualmente importantes: si se tienen hijos, las veces (y el tiempo) que se ha convivido en pareja... En diez minutos se puede obtener --de forma no forzada-- el mapa sentimental (y puede que incluso su grado de madurez) de la otra persona.

2-"¿Cuál es la última película que has visto en el cine?". Al plantearla es importante incluir la coletilla final "en el cine", porque si no la gente responde la última que han visto en casa en el DVD. La pregunta sirve no solamente para conocer los gustos cinematográficos, sino si existe una rutina habitual de salidas a pesar de no tener pareja. Si la respuesta es que no se va mucho al cine indica que hay tendencia al cocooning, sosería o escasa vida cultural. Eso tampoco interesa, y además puede limitar en un hipotético futuro las opciones de salida. Lo mismo vale si la respuesta son títulos exclusivamente comerciales (violentos, pastelosos), revelan ausencia total de criterio, o son directamente frikis. Preferencia clara por un género, conocimiento de las novedades de la cartelera, salidas frecuentes (con amigos/as o en solitario) es lo ideal. Con esta respuesta se obtiene un perfil en cuanto al nivel de actividad y a la forma de encarar la vida sin pareja, lo cual ayuda a saber si es o no una persona autoconfiada e independiente.

3-"¿Qué libro estás leyendo ahora?". Esta pregunta revela sutilmente el nivel de estudios y las preferencias en cuanto al ocio que se consume en soledad. Las respuestas que deben activar las alarmas son: "no leo mucho... [últimamente]" (se suele añadir para disimular), o citar títulos de autoayuda del estilo "Eres perfecta, no cambies", "La culpa de todo lo que te pasa es de los demás", "Teorías convenientes para mi mentalidad" o "Tú no hagas nada, el bienestar emocional vendrá del espacio exterior"... Sin embargo los best-sellers estilo Dan Brown o Julia Navarro no son un mal síntoma, pues presuponen curiosidad y que se está al día en determinadas modas literarias. Obras especializadas, literatura de vanguardia y novedades editoriales serían la respuesta idónea. Es importante señalar que leer no es un rasgo imprescindible para ser una persona atractiva, pero indica hasta qué punto uno está informado y tiene opiniones para ciertos temas. Todo esto será útil para hablar de algo durante una supuesta cena.

4-"¿A qué sitios sueles ir por la noche?". Esta pregunta sirve para saber si el ocio nocturno consiste solamente en ir a cenar y a tomar una copa como parte de un ritual en el que no importa el lugar ni la compañía, sino únicamente salir. Dar nombres de restaurantes y clubes de moda, o decantarse por un tipo de ambiente, indica gustos bien definidos. Esos nombres también ayudan a conocer el tipo de música que se prefiere, lo cual es un dato adicional muy útil de cara a afinar actividades en común. Igual que con el tema de los libros, cuanto más concreta sea la respuesta, mejor; responder de forma vaga, con evasivas, o simplemente que se sale en grupo son indicios claros de sosería vital.

5-"¿Qué tal el fin de semana?". Esta pregunta tan genérica contribuye a reafirmar las buenas o malas impresiones de las anteriores, y dependiendo del nivel de detalle en la respuesta se obtiene mucha información adicional. Responder con un escueto "bien" indica aburrimiento o que se teme hablar de uno mismo; contar anécdotas de la última salida con los amigos en un síntoma de buen nivel de socialización, de vida activa y de confianza. A partir de este punto la conversación puede derivar hacia gustos personales, salidas que son retos pendientes o impresiones personales. En otras palabras, excusas perfectas para proponer un encuentro cara a cara...

Como norma común a todas las preguntas, es muy conveniente, en el momento de plantearlas, ofrecer toda o parte de la respuesta que se daría en caso de que nos la hicieran a nosotros. Es una manera de dar por anticipado lo que al intercolutor le puede parecer en su caso un dato demasiado sensible, y se evita también la desagradable sensación de interrogatorio realizado por un desconocido.

Una vez intercalado este breve test dentro de una conversación inmotivada y variada (en una única sesión lo suficientemente relajada se puede hacer, pero también en varios días cuando al otro lado hay desconfianza o parquedad de palabras), se está en disposición de determinar si apetece encontrarse cara a cara. Y una vez tomada esa decisión, toda esa tecnología tan útil hasta ahora se convierte en un engorro, un lastre y un obstáculo; en un auténtico e insoportable coñazo. Alargar esta fase previa es una pérdida de tiempo, sobre todo si desde el otro lado se aprecian indicios de que lo obtenido hasta ahora ya le resulta suficiente (algo nunca verbalizado ni admitido con franqueza). Una vez comprendido esto más vale terminar educadamente el contacto (nunca se debe decir que ya se ha cenado en una conversación, porque es la excusa perfecta para salir zumbando de una charla-pestiño), porque hemos topado con el tercer indicio claro de la persona que rehuye el encuentro cara a cara: marear la perdiz o pelar la pava exclusivamente a través de los portales de contactos. Frente a este tercer indicio no hay nada que hacer. Fin de la partida y regreso a la casilla de salida.

Aun así, hay gente que se queda clavada en esta fase previa, lo cual implica dos problemas: 1) que te conviertes en usuario asiduo, enganchado a la rutina del posible contacto o la esperanza de conversación con los habituales de cada día, lo cual a los propietarios del portal les viene de perlas, fidelizando los ingresos cautivos de todos los usuarios y usuarias reticentes e inseguros; 2) pasar interminables horas ante el teclado y la pantalla esperando que alguien nuevo responda tus mensajes o que los habituales se conecten (algo que normalmente no avisan ni programan, dado su nivel de desconfianza), y poder charlar así de todo y de nada hasta altas horas de la madrugada. Cuando esto sucede no solamente te conviertes en esclavo de una tecnología, sino que además te aburres soberanamente; y además corres el riesgo de llegar a pensar que esta actividad es un fin en sí misma, cuya limitada seguridad, anonimato y gratificación egoísta son capaces de sustituir a la perfección al encuentro cara a cara.

Estas personas, a quienes ya les compensa que haya gente que contacte con ellas a través de la trinchera tecnológica y sentimental que han levantado gracias a los portales de contactos, mantienen sin embargo la ilusión de que tienen posibilidades de encontrar pareja. Y lo que es más curioso: se expresan como si su actitud nunca declarada de evitar o diferir al máximo un encuentro no supusiera ningún obstáculo en ese objetivo; es más, están convencidas de que no llegar al encuentro en persona es la forma adecuada de utilizar los portales de contactos. No cabe mayor esquizofrenia.

Se supone que un portal de contactos facilita precisamente eso, contactar con gente (unos conocen gente nueva y otros hacen negocio: el ejemplo perfecto de la filosofía del todos ganan); pero una vez puestos en contacto deberíamos poder seguir solos, sin intermediarios. Esa interminable fase en la que la mayoría se empeña en conocer al otro usando exclusivamente muletas tecnológicas me parece un uso perverso de esa misma tecnología, fruto de un miedo inmotivado a toparse con un tipo peligroso o a fracasar en una nueva relación. Esta distorsión de uso, además, tiene la nefasta consecuencia de provocar que la mayoría se quede enganchada al ordenador, sin verse, sin conocerse, sin tocarse, sin llegar a ninguna parte. Esta multitud, conectada con el único objetivo de picotear en charlitas que se sabe no llegarán a nada, exhibe una actitud infantil y ridícula. ¿O como describirías a alguien que se pasea constantemente por una tienda, esperando a que los vendedores le pregunten si desea algo --por el puro placer de sentirse objeto de atención de alguien que está casi obligado a ello--, pero sin expresar nunca lo que quiere ni comprar nada?

Ya tenemos una edad y al final acaba cansando tanta cháchara tópica, convencional o directamente inútil y entonces, como nuestros sentidos trabajan así, se busca algo más fuerte. En este caso portales de contactos donde la gente sea más directa y exprese sin circunloquios lo que quiere. No es de extrañar, por tanto, que la mayoría de los decepcionados acaben en comunidades del estilo quedemospafollar.com. Es la última parada en el trayecto antes del apeadero "Mercado-del-sexo-de-pago-de-toda-la-vida".

(continuará)

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