Vacaciones
El tiempo acaba imponiéndome una triste certeza: es poco probable que podamos transmitir las inquietudes y sentimientos más profundos a otra persona, cara a cara y en voz alta. Es necesario un clima, una preparación de los sentidos y de la situación que es difícil que suceda de forma natural y espontánea; y mucho menos que al otro lado encontremos una persona en nuestro mismo punto de disponibilidad. Aun así, se producen variables imprevistas que hacen que exista una predisposición mutua e inusual para expresar sentimientos íntimos, o por lo menos lo suficientemente estimulantes como para conseguir que casi se nos escapen a nuestro pesar. En realidad, las circunstancias ideales y propicias sólo se dan cinco o menos veces en una vida.
Lo normal es que al hablar no sepamos expresar los mismos matices que tan bien suenan en nuestro pensamiento, que no encontremos las palabras adecuadas, que no nos tomemos el tiempo necesario para expresarnos. El resultado es una desincronía que requiere multiples contrarréplicas que arruinan o desvirtúan el objetivo de comunión de pensamientos. La gente dirá que exagero, que es posible un nivel de confianza (aunque reducido a unas pocas personas) que permite la confidencia: noches fundacionales, coincidencias maravillosas, hitos generacionales, momentos perfectos... Y es cierto, existen privilegiadas relaciones de confianza, lo admito, pero no las aprovechamos como deberíamos. Reto a los convencidos de antemano a que revisen mentalmente sus vidas y sus relaciones a largo plazo, las veces que realmente podrían decir que han revelado algún pensamiento íntimo que les llevara rondando por la cabeza previamente, y no me refiero a nada que tenga que ver con la pareja o las relaciones personales, sino a ideas y pensamientos propios, de cualquier clase... No más de cinco, estoy seguro. La palabra hablada es imperfecta, no llega al fondo de las cuestiones porque no hay tiempo, no hay vocabulario, no hay orden, no hay sintonía mutua...
La escritura, en cambio, no requiere de tanta concurrencia de elementos: basta la propia predisposición interior, orden en las ideas y comenzar a teclear. El lector, por su parte, se aviene a escuchar cuando decide ponerse a leer. Aunque sea de forma diferida, existe sincronización de almas y pensamientos, existe, en una palabra, comunicación. En eso la escritura supera a la palabra hablada. Escribo porque la escritura me permite expresarme sin demoras ni tener que buscar, propiciar o preparar el ambiente. Escribo porque no puedo esperar. Escribo porque necesito expresar con precisión las cadencias que impone mi pensamiento.
Quizá espero demasiado de la comunicación interpersonal y deba conformarme con ese sucedáneo que es la emoción silenciosa, la certeza íntima experimentada por separado y en paralelo junto a otra persona sin necesidad de decir nada. El silencio intenso, puede que las lágrimas; pero no es suficiente...
Ha llegado el momento de salir de vacaciones. Aparte de este texto que me salió del tirón el otro día, no tengo recomendaciones muy distintas de otros años: desconexión, descanso, reflexión, curiosidad y un cuaderno siempre al lado por si hay alguna idea que anotar...
Las lecturas para estas vacaciones son 1Q84 de Murakami, con la que llevo bastante tiempo sin conseguir renunciar a ella, y los Cuentos de Hemingway (recurrir a ellos cada tanto es la mejor manera de recargar ideas y depurar el estilo).
Termino con mis habituales píldoras audiovisuales previas a la partida: la primera es Puerto presente, de Macaco & Fito, una canción de la que no consigo despegarme; y The flood, el regreso de Take That, una canción ñoña cuyo vídeo promocional expresa a la perfección lo que comercialmente debe ser el regreso de un has been.
Nos leemos a la vuelta!!!!!
Lo normal es que al hablar no sepamos expresar los mismos matices que tan bien suenan en nuestro pensamiento, que no encontremos las palabras adecuadas, que no nos tomemos el tiempo necesario para expresarnos. El resultado es una desincronía que requiere multiples contrarréplicas que arruinan o desvirtúan el objetivo de comunión de pensamientos. La gente dirá que exagero, que es posible un nivel de confianza (aunque reducido a unas pocas personas) que permite la confidencia: noches fundacionales, coincidencias maravillosas, hitos generacionales, momentos perfectos... Y es cierto, existen privilegiadas relaciones de confianza, lo admito, pero no las aprovechamos como deberíamos. Reto a los convencidos de antemano a que revisen mentalmente sus vidas y sus relaciones a largo plazo, las veces que realmente podrían decir que han revelado algún pensamiento íntimo que les llevara rondando por la cabeza previamente, y no me refiero a nada que tenga que ver con la pareja o las relaciones personales, sino a ideas y pensamientos propios, de cualquier clase... No más de cinco, estoy seguro. La palabra hablada es imperfecta, no llega al fondo de las cuestiones porque no hay tiempo, no hay vocabulario, no hay orden, no hay sintonía mutua...
La escritura, en cambio, no requiere de tanta concurrencia de elementos: basta la propia predisposición interior, orden en las ideas y comenzar a teclear. El lector, por su parte, se aviene a escuchar cuando decide ponerse a leer. Aunque sea de forma diferida, existe sincronización de almas y pensamientos, existe, en una palabra, comunicación. En eso la escritura supera a la palabra hablada. Escribo porque la escritura me permite expresarme sin demoras ni tener que buscar, propiciar o preparar el ambiente. Escribo porque no puedo esperar. Escribo porque necesito expresar con precisión las cadencias que impone mi pensamiento.
Quizá espero demasiado de la comunicación interpersonal y deba conformarme con ese sucedáneo que es la emoción silenciosa, la certeza íntima experimentada por separado y en paralelo junto a otra persona sin necesidad de decir nada. El silencio intenso, puede que las lágrimas; pero no es suficiente...
Ha llegado el momento de salir de vacaciones. Aparte de este texto que me salió del tirón el otro día, no tengo recomendaciones muy distintas de otros años: desconexión, descanso, reflexión, curiosidad y un cuaderno siempre al lado por si hay alguna idea que anotar...
Las lecturas para estas vacaciones son 1Q84 de Murakami, con la que llevo bastante tiempo sin conseguir renunciar a ella, y los Cuentos de Hemingway (recurrir a ellos cada tanto es la mejor manera de recargar ideas y depurar el estilo).
Termino con mis habituales píldoras audiovisuales previas a la partida: la primera es Puerto presente, de Macaco & Fito, una canción de la que no consigo despegarme; y The flood, el regreso de Take That, una canción ñoña cuyo vídeo promocional expresa a la perfección lo que comercialmente debe ser el regreso de un has been.
Nos leemos a la vuelta!!!!!
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