Microvidas (Nocilla Dream)

Nocilla Dream es un libro en prosa escrito por un poeta, y eso significa varias cosas: en primer lugar intensidad fragmentada, que es lo que suele procurar la poesía; en segundo lugar, experimentación formal como requisito, por lo que las mínimas anécdotas narradas se alternan con auténticas citas de artículos y libros de todo género (lo que el autor considera la parte documental de la obra). En tercer lugar, no basta con retratar una serie de momentos entre privilegiados y anodinos, sino de conseguir que además todos ellos tengan --de una forma extremadamente sutil, lo cual me ha hecho retroceder páginas en más de una ocasión-- una vinculación causal y/o casual, de manera que ciertas incógnitas o incertidumbres queden explicadas por factores completamente ajenos, impensables, miserables, paralizantes, risibles o directamente idiotas.

Por si esto no fuera suficiente para que la leas, la novela está localizada en el planeta Tierra, preferentemente en el Estado de Nevada (EE UU): el desierto --una vez más-- es la metáfora perfecta del vacío que llena las vidas de unos personajes que se entrecruzan por sus aislados pueblos y carreteras. Algunas de las imágenes recurrentes del libro (el álamo solitario plagado de zapatos colgando, la maleta llena de fotografías encontradas, el zapato en mitad del asfalto) remiten de forma automática a ese cine independiente estadounidense que ha sabido explotar como nadie los espacios abiertos hasta convertirlos casi en un género, lo cual potencia (agradablemente en mi caso) la experiencia lectora. La desolación del paisaje sigue funcionando como complemento directo de la desolación vital o de la lucidez (según el caso).
Los autores citados --perfectamente localizados al final del libro (de una forma que pienso copiar descaradamente para mis propios textos)--, intercalados entre los episodios de ficción, dan cuenta de un mundo (el de la ciencia en general, el de la informática en particular) que acumula certezas a la vez que sus pobladores vamos desarrollando el sentido de la perplejidad hasta rozar el colapso. Quizá esa paradoja sea la que me ha recordado tanto a Microsiervos: el uso de una tecnología que facilita la comunicación, la conciencia planetaria y la localización de cualquier ser humano dificulta sin embargo el conocimiento más simple.
También al final se añade un brevísimo y ejemplar contexto de creación de la obra, tras encadenar el autor cuatro sucesos fortuitos pero coincidentes en el tiempo: un texto de Charlie LeDuff (que no he podido localizar para enlazar), un verso de Yeats en un azucarillo, una canción de Siniestro Total y un artículo de Félix de Azúa. El cerebro humano sigue siendo el acelerador de partículas más potente que existe.
La obra ha dado lugar a una nueva generación: la Generación Nocilla (tan joven que ni siquiera tiene web oficial), que por lo visto agrupa a los ibéricos nacidos después de 1970. Está bien que la gente se arremoline y se identifique a partir de libros, así algunos de ellos tienen la oportunidad única de convertirse en teorías que tratan de explicar los mismos fenómenos que la física de lo mínimo.
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