¡Windows a la vista!

Ya está a la venta el nuevo Windows Vista, y la versión más baratita sale a 160 € (299 si se compra sin tener una versión anterior), eso sin contar el coste de un ordenador nuevo que pueda soportar los nuevos requerimientos del invento.

Este es el típico argumento del consumidor de base, ese que se queja del precio de todo sin saber si le interesa el valor que le aportará. El caso es que ninguno estamos dispuestos a renunciar a los ordenadores, ni a estar al día en todo lo que ofrezcan las revistas, y como por ahí no pasamos nuestra queja siempre va del lado del precio. “Sí, es muy bonito, tienen muchas y nuevas prestaciones; pero el precio…”. Admitámoslo: cualquier precio por encima de 10 € nos parecería excesivo y un freno a nuestro salto inmediato al nuevo sistema operativo. La mayoría se esperará a que el craker de turno logre un código de activación de producto y a que esté disponible en las redes de intercambio de ficheros. Si Windows está en el 90% de los ordenadores del mundo es porque era copiable cuando Linux no existía y los Mac eran un universo cerrado. Ahora es tarde para abrirse, porque la realidad es la que es.

¿Perspectivas de cambio? Pocas. Windows mantendrá su hegemonía mientras tenga acuerdos con los fabricantes de hardware, de manera que la mayoría de los ordenadores que se venden lo llevan preinstalado (eso si, el DVD de copia de seguridad que te pide que hagas nada más arrancarlo pones tú). Si algún fabricante se decidiera a preinstalar Linux el precio bajaría (porque no incluiría la licencia), pero claro, cada mejora de Linux no obliga a cambiar de ordenador, mientras que Windows hace todo lo posible para que esto sea así. Así todos ganan. Y lo gracioso es que, paradójicamente, con este sistema de manga ancha, hasta el usuario de base gana.

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