Teorías convenientes para mi mentalidad: 17. Sistemas Femeninos de Datación Sentimental
1. Las fases en una relación de pareja
2. La invisibilidad no sincronizada y la doble decepción masculina
3. Hombres
4. Ese universal e irrefrenable deseo de convivencia
5. Wapis
6. Madres profesionales. Madres eclipsadas
7. Historia universal de la convivencia en pareja
8. Numeritos conyugales: que no te los cuelen sin avisar
9. Los herbívoros, el nuevo Contrato Matrimonial y la paradoja Huxley-Houellebecq
10. La teoría del carrete
11. Las precondiciones de la relación ideal
12. La decepción oculta masculina
13. El bosón de Higgs de las relaciones urbanas
14. ¿A cuántos mojitos estás de la infidelidad?
15. El clan de las menos guapas (I)
16. El clan de las menos guapas (II)
El Carbono-14 (y cito la Wikipedia) es «un isótopo radioactivo del carbono, descubierto el 27 de febrero de 1940 por Martin Kamen y Sam Ruben. Su núcleo contiene 6 protones y 8 neutrones. Willard Libby determinó un valor para el periodo de semidesintegración o semivida de este isótopo: 5.568 años. Determinaciones posteriores en Cambridge produjeron un valor de 5.730 años. Debido a su presencia en todos los materiales orgánicos, el carbono-14 se emplea en la datación de especímenes orgánicos». Pero no es el único sistema para datar acontecimientos. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esta frase (o una versión muy parecida)?: «Recuerdo muy bien cuándo pasó porque por aquel entonces yo estaba embarazada...», que es más o menos la formulación doméstica de otro método de datación tanto o más fiable que el carbono-14: los Sistemas Femeninos de Datación Sentimental.
Uno podría pensar que los seres humanos, con una esperanza de vida que --en el mejor de los casos-- ronda los 80 años, no deberían tener problemas para situar sus hitos vitales fundamentales (así como acontecimientos de todo tipo). En todo caso, si preguntáramos al azar no encontraríamos a nadie que pudiera señalar más de cinco. Pues bien, no es así: llega una edad en la que todos esos sucesos, experiencias, traumas, revoluciones, descubrimientos, celebraciones, éxitos, fracasos, alegrías y/o decepciones forman un magma en el que nos cuesta horrores establecer una línea de tiempo fiable y estable.
Llega un momento --especialmente entre el género masculino--en que, hartos de tanta delicadeza y tanto lubricante social, nos dejamos arrastrar por una corriente de deseos egoístas y otros deslumbramientos de orden social. O dicho en plan políticamente incorrecto: hacer lo que nos apetece y decir lo que nos pasa por la cabeza sin pensar en las consecuencias sobre los demás. Cuando eso sucede nos desentendemos de la cronología: recordamos las cosas, pero nos importa un bledo el orden, las causas y las consecuencias.
A las mujeres, en cambio, mantener esa tensión cultural no parece suponerles un esfuerzo adicional ni sobrehumano. Quizá sea porque, desde la adolescencia, han sido adiestradas para contar los días que dura la regla, los días que faltan para que baje, para que se vaya, los que dura la ovulación, los días que ha tardado en defraudarlas su pareja, las semanas que han pasado desde el último coito (y, por tanto, quién es el padre de su bebé)... Cuentas, cuentas, cuentas... Es posible que este hecho evolutivo, además del propio desarrollo de la cultura occidental, haya propiciado la predisposición y la facilidad femenina para recordar las cosas en el orden adecuado, sin olvidar un detallito.
Las mujeres han desarrollado y perfeccionado con el tiempo diversos Sistemas Femeninos de Datación Sentimental --de fiabilidad descendente-- que ayudan a establecer con gran fiabilidad el tiempo, el orden y la natyuraleza de los más diversos acontecimientos. En función del tipo y/o importancia, se suelen datar tradicional y preferentemente con uno u otro método. Para los hombres, esa tendencia a aparecer juntos determinados tipos de sucesos y métodos, puede suponer una pista muy valiosa a la hora de intentar oponer alguna resistencia al dato que nos ofrecen ellas, ponerlo en duda, argumentarlo parcialmente en contra o, simplemente, callar y tomarlo por verdadero... Por eso es importante aprender a reconocer cuándo una mujer los emplea y en qué circunstancias, porque eso nos brinda la oportunidad de salir airosos en una disputa verbal. Los principales Sistemas Femeninos de Datación Sentimental, ordenados de mayor a menor fiabilidad, son los siguientes:
1. El nacimiento de los hijos (y, por extensión, todo el tiempo que dura el embarazo y los meses inmediatamente posteriores): en esa época privilegiada las mujeres ven exponencialmente incrementada, además de su capacidad de percepción, la de asociar vivencias, experiencias, testimonios y sucesos. Si un día, en pleno debate, te sueltan algo así: «eso sucedió en tal año; lo sé porque entonces estaba embarazada de tantos meses y tenía estos síntomas» más vale que te retires y admitas tu derrota, porque te acaban de datar un acontecimiento con el Sistema Femenino de Datación Femenina más fiable que existe. No cabe imaginar mayor precisión. Si ella estaba embarazada o hacía poco que había parido, lo que sea que sucediera sucedió cuando ella dice que sucedió. En todo caso, como hombres que somos, podemos consolarnos apreciando la sutil lógica del argumento: el tener unas determinadas molestias de embarazo es la prueba irrefutable de que aquello sucedió. La rotundidad inapelable de este argumento, sin embargo, reduce considerablemente el número de cosas que se pueden datar con él, ya que el tiempo que pasan embarazadas respecto al total de tiempo de vida es ínfimo. Probablemente más de una echará de menos un grado semejante de lucidez durante el resto de su vida.
2. Hitos biológico-sentimentales: se trata de sucesos vinculados al desarrollo biológico femenino, incluyendo las secuelas sentimentales --no siempre negativas-- que provocan: la primera regla, el primer polvo, la última regla... La fiabilidad de estos Sistemas Secundarios es más limitada: permiten situar cualquier suceso al menos entre uno u otro de estos hitos, reduciendo considerablemente el rango de años en disputa. Para acabarnos de convencer deben echar mano de datos y recuerdos adicionales que corroboren su verdad: un primer novio, un desengaño, un primer polvo de mala calidad, un alargamiento inusual de la menopausia. Ahí los hombres sí que tenemos una oportunidad de establecer con más fiabilidad un suceso, pero siempre sin salir del rango preestablecido.
3. Hitos sociales: en este grupo entran todos aquellos eventos importantes en la vida de una mujer, y constituyen el llamado Grupo de Sistemas Terciarios. Son hitos sociales que permiten establecer órbitas cercanas de acontecimientos, incluso ordenarlos por proximidad, anterioridad, posterioridad o coincidencia con cosas como bodas, divorcios, viajes con amigas, viajes interoceánicos con novios, la muerte de los padres (incluso de los hijos), matrimonios de los hijos, divorcios de los hijos... Estos últimos son hitos relativamente recientes, fruto de la mayor esperanza de vida. No se trata tanto de acotar fechas como de decretar su posición aproximada respecto a estas «balizas sociales» que puntúan la biografía de las mujeres. Su eficacia es menor que la de los Sistemas Secundarios, ya que al no haber una relación estable entre tipos de sucesos datados y balizas empleadas, los hombres nos sentimos dispuestos a impugnar con éxito la cronología. No lo conseguimos en la mayoría de casos.
De manera que si una mujer saca a relucir su embarazo para asegurar que algo sucedió durante su período de gestación, puedes apostar todo tu patrimonio a que tiene razón y tú estás equivocado. En cambio si opina que la caída del Muro de Berlín sucedió cuando faltaba poco para casarse, aun hay alguna esperanza de encontrar una grieta por la que colar algún argumento en contra, porque si utiliza un sistema secundario o terciario significa que no está del todo convencida...
Emparejar adecuadamente hechos del pasado en disputa cronológica y el sistema de datación empleado por ellas son dos indicadores muy útiles a la hora de sortear esos temibles «pozos conversacionales» (un término del que me ocuparé otro día) que se abren inesperadamente en cualquier conversación, amenazando con devorarnos sin piedad ni utilidad...
2. La invisibilidad no sincronizada y la doble decepción masculina
3. Hombres
4. Ese universal e irrefrenable deseo de convivencia
5. Wapis
6. Madres profesionales. Madres eclipsadas
7. Historia universal de la convivencia en pareja
8. Numeritos conyugales: que no te los cuelen sin avisar
9. Los herbívoros, el nuevo Contrato Matrimonial y la paradoja Huxley-Houellebecq
10. La teoría del carrete
11. Las precondiciones de la relación ideal
12. La decepción oculta masculina
13. El bosón de Higgs de las relaciones urbanas
14. ¿A cuántos mojitos estás de la infidelidad?
15. El clan de las menos guapas (I)
16. El clan de las menos guapas (II)
El Carbono-14 (y cito la Wikipedia) es «un isótopo radioactivo del carbono, descubierto el 27 de febrero de 1940 por Martin Kamen y Sam Ruben. Su núcleo contiene 6 protones y 8 neutrones. Willard Libby determinó un valor para el periodo de semidesintegración o semivida de este isótopo: 5.568 años. Determinaciones posteriores en Cambridge produjeron un valor de 5.730 años. Debido a su presencia en todos los materiales orgánicos, el carbono-14 se emplea en la datación de especímenes orgánicos». Pero no es el único sistema para datar acontecimientos. ¿Quién no ha escuchado alguna vez esta frase (o una versión muy parecida)?: «Recuerdo muy bien cuándo pasó porque por aquel entonces yo estaba embarazada...», que es más o menos la formulación doméstica de otro método de datación tanto o más fiable que el carbono-14: los Sistemas Femeninos de Datación Sentimental.
Uno podría pensar que los seres humanos, con una esperanza de vida que --en el mejor de los casos-- ronda los 80 años, no deberían tener problemas para situar sus hitos vitales fundamentales (así como acontecimientos de todo tipo). En todo caso, si preguntáramos al azar no encontraríamos a nadie que pudiera señalar más de cinco. Pues bien, no es así: llega una edad en la que todos esos sucesos, experiencias, traumas, revoluciones, descubrimientos, celebraciones, éxitos, fracasos, alegrías y/o decepciones forman un magma en el que nos cuesta horrores establecer una línea de tiempo fiable y estable.
Llega un momento --especialmente entre el género masculino--en que, hartos de tanta delicadeza y tanto lubricante social, nos dejamos arrastrar por una corriente de deseos egoístas y otros deslumbramientos de orden social. O dicho en plan políticamente incorrecto: hacer lo que nos apetece y decir lo que nos pasa por la cabeza sin pensar en las consecuencias sobre los demás. Cuando eso sucede nos desentendemos de la cronología: recordamos las cosas, pero nos importa un bledo el orden, las causas y las consecuencias.
A las mujeres, en cambio, mantener esa tensión cultural no parece suponerles un esfuerzo adicional ni sobrehumano. Quizá sea porque, desde la adolescencia, han sido adiestradas para contar los días que dura la regla, los días que faltan para que baje, para que se vaya, los que dura la ovulación, los días que ha tardado en defraudarlas su pareja, las semanas que han pasado desde el último coito (y, por tanto, quién es el padre de su bebé)... Cuentas, cuentas, cuentas... Es posible que este hecho evolutivo, además del propio desarrollo de la cultura occidental, haya propiciado la predisposición y la facilidad femenina para recordar las cosas en el orden adecuado, sin olvidar un detallito.
Las mujeres han desarrollado y perfeccionado con el tiempo diversos Sistemas Femeninos de Datación Sentimental --de fiabilidad descendente-- que ayudan a establecer con gran fiabilidad el tiempo, el orden y la natyuraleza de los más diversos acontecimientos. En función del tipo y/o importancia, se suelen datar tradicional y preferentemente con uno u otro método. Para los hombres, esa tendencia a aparecer juntos determinados tipos de sucesos y métodos, puede suponer una pista muy valiosa a la hora de intentar oponer alguna resistencia al dato que nos ofrecen ellas, ponerlo en duda, argumentarlo parcialmente en contra o, simplemente, callar y tomarlo por verdadero... Por eso es importante aprender a reconocer cuándo una mujer los emplea y en qué circunstancias, porque eso nos brinda la oportunidad de salir airosos en una disputa verbal. Los principales Sistemas Femeninos de Datación Sentimental, ordenados de mayor a menor fiabilidad, son los siguientes:
1. El nacimiento de los hijos (y, por extensión, todo el tiempo que dura el embarazo y los meses inmediatamente posteriores): en esa época privilegiada las mujeres ven exponencialmente incrementada, además de su capacidad de percepción, la de asociar vivencias, experiencias, testimonios y sucesos. Si un día, en pleno debate, te sueltan algo así: «eso sucedió en tal año; lo sé porque entonces estaba embarazada de tantos meses y tenía estos síntomas» más vale que te retires y admitas tu derrota, porque te acaban de datar un acontecimiento con el Sistema Femenino de Datación Femenina más fiable que existe. No cabe imaginar mayor precisión. Si ella estaba embarazada o hacía poco que había parido, lo que sea que sucediera sucedió cuando ella dice que sucedió. En todo caso, como hombres que somos, podemos consolarnos apreciando la sutil lógica del argumento: el tener unas determinadas molestias de embarazo es la prueba irrefutable de que aquello sucedió. La rotundidad inapelable de este argumento, sin embargo, reduce considerablemente el número de cosas que se pueden datar con él, ya que el tiempo que pasan embarazadas respecto al total de tiempo de vida es ínfimo. Probablemente más de una echará de menos un grado semejante de lucidez durante el resto de su vida.
2. Hitos biológico-sentimentales: se trata de sucesos vinculados al desarrollo biológico femenino, incluyendo las secuelas sentimentales --no siempre negativas-- que provocan: la primera regla, el primer polvo, la última regla... La fiabilidad de estos Sistemas Secundarios es más limitada: permiten situar cualquier suceso al menos entre uno u otro de estos hitos, reduciendo considerablemente el rango de años en disputa. Para acabarnos de convencer deben echar mano de datos y recuerdos adicionales que corroboren su verdad: un primer novio, un desengaño, un primer polvo de mala calidad, un alargamiento inusual de la menopausia. Ahí los hombres sí que tenemos una oportunidad de establecer con más fiabilidad un suceso, pero siempre sin salir del rango preestablecido.
3. Hitos sociales: en este grupo entran todos aquellos eventos importantes en la vida de una mujer, y constituyen el llamado Grupo de Sistemas Terciarios. Son hitos sociales que permiten establecer órbitas cercanas de acontecimientos, incluso ordenarlos por proximidad, anterioridad, posterioridad o coincidencia con cosas como bodas, divorcios, viajes con amigas, viajes interoceánicos con novios, la muerte de los padres (incluso de los hijos), matrimonios de los hijos, divorcios de los hijos... Estos últimos son hitos relativamente recientes, fruto de la mayor esperanza de vida. No se trata tanto de acotar fechas como de decretar su posición aproximada respecto a estas «balizas sociales» que puntúan la biografía de las mujeres. Su eficacia es menor que la de los Sistemas Secundarios, ya que al no haber una relación estable entre tipos de sucesos datados y balizas empleadas, los hombres nos sentimos dispuestos a impugnar con éxito la cronología. No lo conseguimos en la mayoría de casos.
De manera que si una mujer saca a relucir su embarazo para asegurar que algo sucedió durante su período de gestación, puedes apostar todo tu patrimonio a que tiene razón y tú estás equivocado. En cambio si opina que la caída del Muro de Berlín sucedió cuando faltaba poco para casarse, aun hay alguna esperanza de encontrar una grieta por la que colar algún argumento en contra, porque si utiliza un sistema secundario o terciario significa que no está del todo convencida...
Emparejar adecuadamente hechos del pasado en disputa cronológica y el sistema de datación empleado por ellas son dos indicadores muy útiles a la hora de sortear esos temibles «pozos conversacionales» (un término del que me ocuparé otro día) que se abren inesperadamente en cualquier conversación, amenazando con devorarnos sin piedad ni utilidad...
Comentarios