Orgulloso apóstata del pop ibérico y contracultural de los ochenta: una crónica personal (II)

Orgulloso apóstata del pop ibérico y contracultural de los ochenta: una crónica personal (I)

De manera que el tiempo transcurrido reveló finalmente las capacidades y dotes musicales de los principales intérpretes, precisamente los que acabaron como solistas y se hicieron con un nombre tras abandonar sus respectivas bandas de origen: Santiago Auserón/Juan Perro, Loquillo, Alaska, Enrique Bunbury, Ariel Rot, Rosendo Mercado, Antonio Vega, Manolo García, Ana Torroja... Aunque para llegar a ese punto de fama antes tuvieron que hacerse notar: una pose, un vestuario extremo, una puesta en escena tan patética que incluso resultaba atractiva... también unos sólidos conocimientos musicales que favorecieran la cristalización de un estilo con el que madurar como compositores e intérpretes. No todos lo lograron: hay otros autores/intérpretes cuyas canciones apuntan a que, en otras circunstancias, las cosas habrían podido ir por otro lado. Si Sabino Méndez no hubiera encontrado tanta resistencia a su creatividad no habría optado por los estudios universitarios y abandonado prácticamente la música; y si a Fernando Márquez (más conocido como El Zurdo) no le hubiera lastrado tanto su ideología política, y si a Carlos Berlanga no le hubiera inspirado tanto el alcohol, entonces puede que este balance se escribiría en otros términos. Puede que tuviéramos un montón más de canciones tristes o fascinadoras para reseñar o idolatrar, otras Chica de ayer o Las chicas de la Inter que nos sirvieran de icono musical, incluso generacional. Y es que todos ellos, de una u otra forma, vieron truncadas sus carreras prematura o inesperadamente; fueron artistas peculiares poco permeables a lo comercial que auguraron un futuro brillante y a quienes, de forma paradójica, su propio eclipse o desaparición ha revalorizado --quizá en exceso-- su legado musical. Puede que el tiempo les hubiera dado la razón --no lo sabremos nunca-- así que nos conformamos con sus inspirados comienzos.

La denominada movida conoció en sus primeros años una primera ortodoxia, más experimental que vanguardista, más osada que crítica, más de puesta en escena que de musical: además de los malditos/mitificados ya mencionados, estaban La dama se Esconde, Derribos Arias o Golpes Bajos. A mitad de los 80 ya se veía quienes se adaptaban al mercado y a los ritmos creativos que éste imponía, logrando completar la década a base de nuevos álbumes (antes de desvanecerse o de iniciar nuevos proyectos): Aerolíneas Federales, Radio Futura, Nacha Pop, Ciudad Jardín, Os Resentidos... Y por último, en unos pocos casos, esa creatividad y esa discografía lograron mantenerse activas hasta bien entrado el siglo XXI, sin duda un hito meritorio, a veces también un intento desesperado de prolongar un proyecto musical con evidentes síntomas de agotamiento: Danza Invisible, Los Enemigos, La Unión, Celtas Cortos, Esclarecidos, Los Rebeldes, La Frontera, Siniestro Total, Los Secretos... Honorables supervivientes que mantienen vivos --por fortuna para sus fans más fieles-- y contra todo pronóstico los rescoldos de un movimiento acabado hace décadas, hoy definitivamente asociado a la generación viejuna que lo vivió en directo.

A continuación está la constelación de grupos de un mini LP o dos álbumes como mucho, artistas que aportaron su idea, incluso alcanzaron cierta notoriedad, lo más parecido a un hit que iban a consguir nunca, pero poco más: Academia Parabuten, Alarma!!!, Los Amantes de María, Décima Víctima, Ejecutivos Agresivos, Juanito Piquete y Los Mataesquiroles, Minuit Polonia, Olaf y Los Insolventes, Paraíso, Polanski y El Ardor, Salón Dadá, Zombies... Y detrás de todo los que a duras penas consiguieron publicar singles: Las Chinas (El hombre salvaje), Edison (El rock del Diario Hablado), Telegrama (La chica del metro), Los Seres Vacíos (Los celos se apoderan de mí), Destrozamitos (Y todos amaron a los nazis...)... Nombres y temas siempre imaginativos, buscando la diferencia, el oxímoron, la frase hecha ligeramente modificada; y casi siempre el eterno "Los..." para dar nombre a la formación, la forma más sencilla de agrupar un conjunto y que sonara a divertido y nuevo... Efímeras asociaciones, bandas que empezaron a rebufo de los tiempos y que acabaron barridas por la industria y la falta de público; hoy son apenas un nombre en las enciclopedias musicales en línea (como la documentadísima Nueva Ola 80, una referencia imprescindible para conocer aquella época). ¿Cómo viven y en qué trabajan ahora sus componentes? Algunos estarán prejubilados, seguro...

El pop ibérico de los ochenta fue un fenómeno abrumadoramente urbano y de bandas, pero no se limitó a grandes ciudades como Madrid o Barcelona, sino que en cada comunidad, en cada capital de provincia, en cada pueblo, surgieron grupos locales que acercaban al público el nuevo sonido de moda, incluso algunos territorios acabaron asociados a determinados estilos, sin duda atraídos por la estela del éxito de algún grupo local. Bandas que contribuían a llenar bares, salas de conciertos, discotecas, fiestas de verano, y de paso servir de vivero a infinidad de músicos: Siniestro Total, Os Resentidos y Golpes Bajos en Galicia; El Último de la Fila y Sopa de Cabra en Cataluña, Héroes del Silencio en Aragón; Salón Dadá y Los Ilegales en Asturias; Celtas Cortos en Castilla-León; Los Rebeldes en la Comunidad valenciama; Duncan Dhu y Kortatu en el País Vasco; Barón Rojo y Danza Invisible en Andalucía y Mecano arrasaba en Madrid... Por toda la península surgían grupos de jóvenes que se lanzaban a experimentar sonidos y letras, animados por la efervescencia del momento político (la democracia) y cultural (la ausencia de censura), y que no tocábamos nos reuníamos para escucharlos fascinados, convencidos de que algo nuevo y definitivo que nos pertenecía por completo y coincidía con nuestra explosión hormonal.

Y como no puede ser de otra manera, existe un lado oscuro, maldito, casi olvidado por interés y decencia, una auténtica antología de hits a contracorriente que no se mencionan por coherencia y porque el tiempo ha convertido sus letras en algo detestable: el evidente mal gusto de algunas canciones del primer disco de Siniestro Total --¿Cuándo se come aquí?--, así como de otras que se han situado, por la evolución de los tiempos, más allá de la legalidad, debido a su apología de la homofobia, ciertas ideologías no democráticas o un --entonces minusvalorado-- tufo machista de lo más rancio y violento, casi siempre disfrazado de pasión o de exceso estético, como ha sucedido con algunas canciones de Loquillo y Los Trogloditas --compuestas por Sabino Méndez-- y los éxitos más conocidos de Ramoncín, que no han envejecido nada bien. Canciones hoy condenadas a una escucha íntima y sin testigos rebosante de mala conciencia debido a la deplorable visión del mundo que describen, aunque a la mayoría en su momento nos parecieran inocuas.

Es la acumulación de creatividad lo que atrae y deslumbra cuando uno se lanza a hacer un balance del pop ibérico de los ochenta en España, pero también la sorprendente valentía de una industria discográfica que se lanzaba a financiar aventuras artísticas de dudoso porvenir. Sin duda era la efervescencia de algo inédito e imprevisible, construido a partir de mitos de adolescencia e infancia, al margen y en contra del mundo adulto de cantautores y del pop guatequero de los sesenta. No nació como una respuesta generacional, pero acabó siéndolo a falta de alternativas (eso lo supimos luego, cuando hicimos de la necesidad virtud). Es ahora, al ver a nuestros hijos adolescentes bailando nuestros viejos éxitos de juventud en las celebraciones familiares, cuando nos consolamos y calibramos esa otra parte de mérito y calidad artística que entonces era imposible que le otorgáramos; porque comprendemos que el pop más actual se alimenta en parte de aquellas canciones intrascendentes de los ochenta.

En 2006, con motivo del cuarenta aniversario de un conocido magacín de radiofórmula, se pudo comprobar hasta qué punto aquella improvisada movida se había convertido en el punto de partida de un nuevo pop ibérico, una base sobre la que versionar y homenajear, pero también parodiar y superar. En aquel concierto se mezclaron viejas glorias ochenteras con otras recién consagradas promesas, y no todo sonaba o a pasado o a presente, a generación adulta o a adolescente; al contrario, ambas comprobaron que compartían parte de un mismo legado: el relevo estaba consumado y garantizado. Queda pop ibérico para rato...

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