tag:blogger.com,1999:blog-30007675542361127572024-03-14T19:53:56.446+01:00Bajarse al bitHistorias de la tecnología y del sentimentalismo que nos esclavizan en versión para doctores y licenciados en filosofía y letras y humanidades.El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.comBlogger196125tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-46565402810550724882023-11-29T21:03:00.014+01:002023-12-03T20:23:43.025+01:00Cuando los raritos se animan poco a poco y se dejan llevar, ¡por fin! ¿Por qué me sigue gustando la música indie? (1)<div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5bGCXEhFJP7V8yrEmOPyUFl0sxdOYTtjMwmpfS-WLuqthFJ0lFRzbc2XzvM-ZhFL1mnURIxaxtWkKop1GJVxP4uC59sFmW1af1sDjlOS9AU5-w_MHC4TQXuv9SRXPhP4kRxcW0cW1gfeEdF8XbDFLxQSX-30QQtEU3VDSRgMJ_yx2iAAD2BE4ezNXvnN2/s500/popindierock.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="500" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5bGCXEhFJP7V8yrEmOPyUFl0sxdOYTtjMwmpfS-WLuqthFJ0lFRzbc2XzvM-ZhFL1mnURIxaxtWkKop1GJVxP4uC59sFmW1af1sDjlOS9AU5-w_MHC4TQXuv9SRXPhP4kRxcW0cW1gfeEdF8XbDFLxQSX-30QQtEU3VDSRgMJ_yx2iAAD2BE4ezNXvnN2/s320/popindierock.jpg" width="320" /></a></div></div><b>No tengo conocimientos musicales</b>, no soy crítico musical, no conozco las etiquetas al uso, <b>sólo dispongo de mi biografía y las canciones con las que he construido el relato que explica cómo he amoldado mi sensibilidad a ciertos estilos, instrumentos, acordes y voces lánguidas de chicas con una rara belleza que no se dejaba encasillar</b> (y que no por casualidad han sido casi siempre mis objetos de deseo). Ya no sé evocar mi juventud sin recurrir a todas estas cosas, y aun así sigo descubriendo nuevas melodías que me pillan desprevenido y me conmueven de la misma endiablada manera de hace años. <b>Décadas de descubrimientos, hallazgos, clasificación y enumeración hasta admitir que existe un patrón que encaja en la mayoría de situaciones cenitales y abisales de mi vida; y todo para acabar comprendiendo que he escuchado la música que se ajustaba a la clase de persona que estaba tratando de ser en cada momento</b>, también la que estuvo debajo de las que inventé durante un tiempo, hasta que comprendía que la cosa no funcionaba y regresaba a lo no deseado pero conocido de mi personalidad lánguida y soñadora, aunque me avergonzara de ella de forma recurrente. <b>Este relato del que hablo es una evolución muy particular, extraída de los numerosos linajes que componen el clan de la música <i><a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Independent_music" target="_blank">indie</a></i>, y que ha sido la que finalmente dice de mí más y mejor de lo que estoy dispuesto a admitir</b>. Ha llegado el momento de darle la vuelta al calcetín y ver qué he acumulado ahí dentro durante este tiempo...
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<b>Lo <i>indie</i>, aplicado a la música, empezó designando aquella música financiada por productoras independientes</b> (emergentes diríamos hoy) que se definían por mera oposición a la que hacían las multinacionales, las mismas que dominan el mercado desde mediados del siglo XX. Con el tiempo, la etiqueta se diluyó en infinidad de subgéneros (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Indie_pop" target="_blank">indie pop</a>, <a es.wikipedia.org="" href="" https:="" ock_alternativo="" target="_blank" wiki="">indie rock</a>, <a es.wikipedia.org="" href="" https:="" ost-punk="" target="_blank" wiki="">post-punk</a>...) al que incluso se le añadieron gentilicios (<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Britpop" target="_blank">britpop</a></i>). Aun así, la etiqueta mantuvo ciertas señas de identidad directamente vinculadas a la composición de los grupos que iban triunfando (juventud, amateurismo, sonido característico, letras divertidas, irónicas y culturetas, cantante femenina, encantadora a su manera, de voz sensual y/o intensa). <b>En corto y claro: el término podía designar lo que conviniera en cualquier momento</b>.
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<b>El término se gestó en la década de los 80 de forma simultánea en varios países</b> --Australia, Reino Unido, EE UU, España..., aportando cada cual rasgos de su momento social y político-- con una música que evolucionaba sin tapujos a partir del pop de los sesenta, setenta y del <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/New_wave" target="_blank">new wave</a></i>. <b>El fenómeno estalló en pleno tránsito de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_X" target="_blank">Generación X</a> a la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_Y" target="_blank">Y</a></b> (en España de lo <i>ochentero</i> a lo <i>noventero</i>), lo que contribuyó a que el movimiento se asociara a la música de los nuevos grupos que, entre otras cosas, buscaban diferenciarse desesperadamente de los grupos viejunos consagrados y superventas que, según ellos, estaban esclerotizados o directamente acabados.
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<b>Lo <i>indie</i> es en la actualidad una etiqueta gastada y casi vacía de contenido</b> que sólo --con acento-- usamos los <i>viejunos</i> para hablar de la música de nuestra época (nadie que se identifique con ella tiene menos de cuarenta años). <b>Para los menores de cuarenta es básicamente un <i>branding</i> que nada tiene que ver con todo lo anterior, una simple estrategia para vender música y lo que sea a los más jóvenes</b>. En este tópico comercial <b>apenas quedan cuatro rasgos de la denominación de origen</b>: grupos desconocidos que tocaban un <i>pop rockerillo</i> repleto de batería y guitarreo que hablaban de inadaptación y romances a la contra y evitan los lugares comunes, que suspiran por protagonizar <i>cute moments</i> cuidadosamente diseñados para llegar al mismo lugar de siempre... dando un inmenso rodeo. <b>Este <i>espíritu indie</i> está hoy completamente embebido en los productos más comerciales de las multinacionales</b> y ya nada tiene que ver con hallazgos musicales o con la rebeldía; <b>y aun así sigue demostrando su vigencia y su éxito dos décadas después de su defunción</b> en canciones, películas, autores, series, intérpretes... siempre dirigidos a los hijos de los <i>milenials</i>. Seguramente porque <b>lo <i>indie</i> se ha convertido definitivamente en la expresión sociológica más depurada de esos cuarentones y cincuentones que se resisten a convertirse en adultos porque creen que renuncian a sus sueños, deseos y amores de adolescencia</b>.
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<b>Los <i>centenials</i></b> (<i>aka</i> <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_Z" target="_blank">Generación Z</a>) <b>han crecido con una música y un cine que eran una mutación letal de lo <i>indie</i></b>, un transgénico que dentro de poco será declarado ilegal y que resulta indistinguible de cualquier producto de consumo <i>mainstream</i>. Y a sus padres les ha encantado que así sea porque creían que hablaba de su tiempo pero con ligeros cambios y eso podía servirles de vínculo con sus hijos. <b>Sin embargo, apenas rebasada la veintena, esos jovencitos encontraron</b> --como debe ser-- <b>nuevos estilos e identidades incomprensibles para sus mayores</b>, arrinconando en el desván todas esas músicas, series, libros y películas irreales, a la espera de ser rescatadas --igual que los juguetes de la saga <i>Toy story</i>-- cuando cumplan los cuarenta y tengan su propia descendencia. <b>El ciclo se repite sin apenas cambios</b> (como no podía ser de otra manera) <b>para asombro de mi generación, arrogantemente convencida de que iba a ser la primera en asumir y admirar todos los movimientos culturales, cambios tecnológicos e ideológicos con los que se toparía en su vida</b>. En algo sí hemos sido únicos: en autoconvencernos de semejante ingenuidad.
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<i>(continuará)</i>El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3873974 2.16856813.077163563821152 -32.987682 69.697631236178836 37.324818tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-72106395437403264752023-06-18T18:51:00.004+02:002023-12-06T21:35:00.131+01:00Inteligencia artificial, experiencia racional y sentido común natural<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJk1-skFmAgmg1Mt8mKFYMxfzX1ep8MrtijE2g_Xwu5uwAqLn_dsUnK6LP9DLypt8hpdExGjFpjOadtzCtsIxwEH0LZotZqzLGhE-zp6hL-M8L0ONU5yAX1Vst2IrU3W8k6aiQoFx_rWjOa6z4KnVwmHeCdJi552eNMXkyHbO5WMgcoptIicBN1KD-lA/s693/IA.png" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="478" data-original-width="693" height="221" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJk1-skFmAgmg1Mt8mKFYMxfzX1ep8MrtijE2g_Xwu5uwAqLn_dsUnK6LP9DLypt8hpdExGjFpjOadtzCtsIxwEH0LZotZqzLGhE-zp6hL-M8L0ONU5yAX1Vst2IrU3W8k6aiQoFx_rWjOa6z4KnVwmHeCdJi552eNMXkyHbO5WMgcoptIicBN1KD-lA/s320/IA.png" width="320" /></a></div><div>Las viñetas de <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Linnea_Johansson" target="_blank">Linnéa Johansson</a> que acompañan este texto resumen muy bien <b>los retos y las amenazas a los que nos enfrentamos con la Inteligencia Artificial (IA)</b>; y que comparto al 110% porque están <b>planteados desde el más profano sentido común</b>, algo que suelo echar de menos en las rimbombantes declaraciones de principios sobre novedades tecnológicas que nos cambiarán la vida (otra vez en la misma década). En primer lugar, se trata de convencernos de la utilidad real de un <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Bot" target="_blank">bot</a></i> que se expresa imitando el habla humana, capaz de interactuar en una conversación con una persona. Sí, es el sueño de tantas novelas y películas infumables y/o visionarias, por fin, convertido en realidad (tanto da que se trate de una construcción que busca precisamente que tengamos esa sensación, porque detrás no hay ni inteligencia, ni conciencia ni nada que se le parezca). <b>Esta vez la novedad es que no hay dispositivos interpuestos</b> (teclados, cámaras, gafas, sensores), <b>tan sólo intercambio de palabras entre un conjunto de iteraciones y otro de redes neuronales</b>.</div><br />
Como siempre, la novedad y las posibilidades intuidas arrasan en los medios; y <b>de pronto parece que una inteligencia superior ha brotado por simple acumulación de complejidad</b>, una complejidad que en realizad es una increíble capacidad de proceso, selección y aceleración en las posibles respuestas. <b>Son los mismos algoritmos que llevan años extrayendo nuestros datos y rastros digitales, pero ahora llevados a un nivel de sofisticación inédito</b>. Entonces esos algoritmos ganan a un campeón de ajedrez o de Go y las audiencias no iniciadas dan por hecho que hay una inteligencia sin conciencia (de momento) que nos supera. Hay quien queda fascinado, otros sólo ven amenazas, otros explican todo desde el marco mental de las ficciones tecnológicas y, unos cuantos, por fin, lo ridiculizan todo a base de <i>escepticismo cool</i>.
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<b>Con la IA tendemos a olvidar que se trata</b> --porque se oculta convenientemente desde el lado de la oferta-- <b>de una tecnología carísima con al menos dos objetivos</b>: <b>1) <a href="https://elpais.com/tecnologia/2023-02-16/por-que-no-dejamos-de-hablar-de-inteligencia-artificial-la-pelea-por-los-ingresos-publicitarios-que-marca-el-futuro-de-internet.html" target="_blank">hacer dinero, mucho dinero, muchísimo dinero</a>, sin necesidad de movilizar personas; 2) obtener una ventaja competitiva en la pugna por por el poder geopolítico</b>. Las IA funcionan gracias a inmensas redes de computadoras que procesan la información y la clasifican mientras interactúan con miles de individuos, a los que responde con resultados que tomamos por únicos y personalizados. <b>¿Quién no acabaría pagando por algo así? Es el mismo modelo de negocio cuya viabilidad demostró Google en el pasado</b>: ofrecer un servicio de búsqueda rápido, no intrusivo, aparentemente útil y tremendamente sencillo que además incorporaba un modelo de publicidad a un precio irrisorio (apenas unos céntimos por transacción). Las economías de escala se encargarán de hacer el resto. En 2022, Google amontonó suficientes céntimos como para amasar 224.000 millones de dólares. <b>Con las IA, las expectativas van por ahí, pero a un nivel increíblemente más especializado, amenazando a toda clase de profesionales cualificados</b> (los que hasta ahora se libraban de los estragos laborales de la globalización), <b><a href="https://www.enriquedans.com/2023/02/y-google-defraudo.html" target="_blank">incluso el mismísimo modelo de negocio que ahora mismo exprime Google</a> como un monopolio <i>de facto</i></b>. Poca broma.
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Ahora mismo, <a href="https://aifindy.com/todas-las-categorias" target="_blank">existen infinidad de inteligencias artificiales funcionando por ahí</a>, recolectando datos, obteniendo patrones, aprendiendo de nuestra manera de actuar, imitando nuestros comportamientos... y lo hacen muy, pero que muy bien. De entrada porque ni nos enteramos ni sospechamos la cantidad de valiosa información que les estamos proporcionando sin saberlo, constantemente. La más popular es <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/ChatGPT" target="_blank">ChatGPT</a></i>, porque se puede hablar con ella, pedirle tareas, hacerle preguntas idiotas, ponerla a prueba... Pero hay muchas más haciendo de todo.
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¿Qué pasará cuando seamos incapaces de distinguir si nuestra queja ante un servicio de atención al cliente indignado está siendo gestionada por un humano o un <i>bot</i> con IA? Nuestro sentido común profano nos llevará a pensar que es esto último, pero podremos equivocarnos. Tendremos que introducir conscientemente trazas imprevistas para poner al límite las iteraciones preprogramadas; una especie de test <a ref="https://es.wikipedia.org/wiki/Test_Voight-Kampff" target="_blank">Voight-Kampff</a> cutre al cual nunca imaginamos que tendríamos que recurrir para reclamar a la compañía del agua una factura errónea.
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ChatGPT aún está en una fase embrionaria, y por eso lo han hecho de acceso público y gratuito, para acelerar su aprendizaje y detectar fallos más rápidamente. De momento, ya han aflorado infinidad de malos usos y sesgos, para regocijo de periodistas y apocalípticos. Está claro que aún es incapaz de añadir a lo que responde una capa de ética, o tener en cuenta la corrección, ni siquiera es capaz de deducir el contexto en el que se desarrolla la interacción. Le cuesta añadir significados y muchas veces no entiende nuestras preguntas llenas de mala intención. También está el problema de la educación: ¿sirve de algo si las respuestas, los ejercicios, los trabajos, los informes y/o las presentaciones puede hacerlas una IA en dos segundos? Incluso <a href="https://www.esquire.com/es/actualidad/libros/a43021443/libros-escritos-por-chatgpt-inteligencia-artificial-amazon/" target="_blank">hay autores que la han usado para escribir novelas</a> (¡y las publican con su nombre!). La mayoría de usuarios/consumidores hacemos un uso más profano de la herramienta, mezcla de vagancia y curiosidad.
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En cuanto al segundo objetivo no declarado: <b>usar la IA para influir en la política, la economía, las democracias o en la guerra</b>, ¿cómo la usarán los responsables electos y no electos? Pues para lo que se han usado siempre todas las tecnologías: <b>para espiar y supervisar a los usuarios/consumidores</b>. Los que vuelcan contenidos que luego la IA analiza y estructura para usarlos en sus resultados; los que, con sus consultas, retos y preguntas, han contribuido a entrenar las IA, a lograr que aprendan más deprisa y mejor. <b>Para adelantarse a nuestros deseos, para prever nuestros comportamientos, para garantizar que nuestros rastros digitales seguirán alimentando sus modelos de negocio, para hacernos creer que lo que nos ofrecen es lo que necesitamos</b>... Si el verdadero objetivo fuera ayudar a corregir las desigualdades, prevenir catástrofes, encontrar curas a enfermedades, está claro que quienes liderarían el proyecto no serían los actuales, no habría tanta preocupación en acortar los plazos de retorno de la inversión ni se inyectaría tantísimo dinero.
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Lo único cierto es que la IA es y será capaz de hacer cualquier cosa que hayamos producido los humanos y que hayamos guardado en un formato que pueda encontrar y comprender. <b>¿Será capaz de anticipar lo que no existe a partir de los patrones que construye con lo existente? ¿Será capaz de dar un salto y situarse «fuera del sistema»?</b>
El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3873974 2.16856813.077163563821152 -32.987682 69.697631236178836 37.324818tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-35297473110228000892022-06-11T21:19:00.004+02:002023-12-09T22:47:56.763+01:00¿Indicios de arrepentimiento?<div><span style="color: #2b00fe;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiSGuXOCMI30yTUu5d6vsBXWKQ48z_uO3FW8tcB-cm2nJdO-IX3taf1o0SB6FySXrTKsxFyt1oJowEfdxMJHPI9YpqdfozJdTQSGoTX37JA8kka33kpKJ2caANyx5F3v_6T0AUoJvfxFXm17oTWZ-mLSm9qhNgMjS8iucPXLBohzezP8phPMqAUxnxww/s640/indicios.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="640" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhiSGuXOCMI30yTUu5d6vsBXWKQ48z_uO3FW8tcB-cm2nJdO-IX3taf1o0SB6FySXrTKsxFyt1oJowEfdxMJHPI9YpqdfozJdTQSGoTX37JA8kka33kpKJ2caANyx5F3v_6T0AUoJvfxFXm17oTWZ-mLSm9qhNgMjS8iucPXLBohzezP8phPMqAUxnxww/s320/indicios.jpg" width="320" /></a></div></span></div><span style="color: #2b00fe;"><i>«Cuando pensamos en la tecnología siempre pensamos en lo que nos permite hacer, nunca en lo que nos obliga a hacer. Y eso es lo importante. Un martillo nos obliga a muy poco, ni siquiera a clavar un clavo si tenemos que colgar un cuadro, pues podemos abandonarnos a la pereza. En cambio la Red obliga a usarla todo el rato, porque no es una herramienta, sino un órgano: estamos obligados a usar el riñón constantemente»</i> (Santiago Alba Rico: <i><a href="https://www.elmundo.es/papel/historias/2018/12/17/5c13db31fdddff5e508b4685.html" target="_blank">Esclavos de la ultraconexión: por qué apagar el móvil se ha convertido en el nuevo lujo</a></i>, 2018)
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La <i><a href="https://www.enriquedans.com/2018/03/facebook-y-la-naturaleza-del-negocio.html" target="_blank">explotación de la actividad</a></i> contra la que nos prevenía Enrique Dans en 2018 es hoy un secreto a voces: <b>cada vez más gente es consciente del tiempo que pierde ante las pantallas sin obtener apenas nada a cambio</b>; por todas partes se levantan voces muy críticas sobre la nula ética y el obsceno beneficio de las grandes corporaciones que hay detrás de las herramientas que se supone iban a llevar nuestra sociabilidad al siguiente nivel. <b>Como alternativa, se proponen numerosas estrategias para desengancharse</b>: terapias <i>mindfulness</i> que cargan sobre quienes las padecen el peso de la culpa por haber sucumbido a algo que se nos ofrece por todas partes y a todas horas; fábulas apocalípticas sobre los efectos perversos del aislamiento en el que nos estamos hundiendo y, por supuesto, modas y tendencias que defienden la desconexión como algo <i>cool</i>, trascendente, significativo, mejorador... <b>El vaivén del péndulo</b> (el que nos llevó a creer que la socialización digital era la solución definitiva para las sociedades complejas del poscapitalismo) <b>está llegando al límite de su recorrido; en cualquier momento veremos cómo se invierte la tendencia, con las mismas fases, con la misma rapidez, pero con motivaciones opuestas</b>. Quizá aún podamos disfrutar, en ese retorno programado, de un inesperado y efímero período de esplendor de la conectividad digital...
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Poco a poco se nos cae la venda de los ojos y, aún con la boca pequeña, admitimos que <b>las redes sociales son en realidad un enorme laberinto que requiere constantemente nuestra atención durante el máximo tiempo posible. A cambio, su diseño nos provoca constantes y dosificadas descargas de dopamina mientras nos someten a un abrumador bombardeo de contenido patrocinado</b>. En realidad, <b>no hay nada social en las redes sociales</b>, ni siquiera una motivación filantrópica. <b>Todo es narcisismo, mala educación</b> y unos consejos de administración que se forran con nuestra tendencia (programada en nuestros genes ves a saber por qué azar evolutivo) a <b>esperar que tras el siguiente <i>scroll</i> estará lo realmente bueno, lo que necesitamos: la felicidad generosa que nos cambiará la vida sin que hayamos tenido que pedirlo y sin exigirnos nada a cambio</b>. Pues a cada vez más gente resulta que la espera les está matando y ya empiezan a surgir síntomas de cansancio, hartazgo, auténticos indicios de arrepentimiento (como la canción aquella de Berlanga).
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<b>No descartemos un eclipse igual de rápido y sorprendente para las «Redes Sociales»</b> tal como las conocemos ahora, algo así como un proceso inverso igual de fulminante que el que les llevó a imponerse en todo el planeta. <b>Puede que en menos de una década Facebook, Twitter o Instagram nos envíen correos electrónicos</b> (si es que todavía existen los correos electrónicos) <b>para advertirnos de que si no reactivamos nuestro perfil</b> (al que no hemos accedido ni añadido nada en años) <b>lo darán de baja</b>. Y, francamente, <b>no nos importará, porque, por ese entonces, estaremos disfrutando acríticamente</b> (otra vez) <b>de una maravillosa «vida desconectada»... en <i>Metaverso</i></b>.El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-41108494400845332242021-05-26T22:52:00.028+02:002023-12-09T23:04:02.508+01:00El increíble debate menguante<div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9ctxenBorNMxpds2fRJo-z-C8lOKnDKT__auePh10HDHuWC7RHCVQTe9QMEAj3ipKEnd1MSbSX-kMZp8A4AlZWG00rxxPYYuTf59o6difPZTue2EazRs8ulFVnsfEQIU6tnZt9Ff5CXy2/s468/debate.png" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="231" data-original-width="468" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9ctxenBorNMxpds2fRJo-z-C8lOKnDKT__auePh10HDHuWC7RHCVQTe9QMEAj3ipKEnd1MSbSX-kMZp8A4AlZWG00rxxPYYuTf59o6difPZTue2EazRs8ulFVnsfEQIU6tnZt9Ff5CXy2/s320/debate.png" width="320" /></a></div></div><b>El problema no es que las redes sociales se sustenten sobre inmensos conglomerados empresariales privados y globales</b> (de hecho, se volvieron aún más inmensos gracias a ellas). <b>El problema no es que sean excesivamente opacas en lo que se refiere al uso que hacen nuestros datos y trazas personales</b> --que cedemos gustosamente de forma voluntaria y gratuita--, mucho más opacas que cualquier otra corporación de su sector en el pasado, con el agravante de que esta vez se trata de un material bastante más sensible. <b>El problema no es su capacidad de monetizar nuestro narcisismo</b>, hasta el extremo de anteponer su modelo de negocio a todo lo demás debido a la espectacularidad de los beneficios que genera. Porque <b>todo esto ya sucedía en el pasado</b> --solo que a un nivel incipiente, de simple aficionado-- en determinados sectores de la <i>era etnológica</i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Mendoza" target="_blank">Eduardo Mendoza</a> <i>dixit</i>: mercadotecnia, medios de comunicación, ventas por correo. A todos esos conglomerados se les hicieron en su momento --más o menos-- los mismos reproches que a los de ahora; quizá las únicas diferencias (en las críticas de entonces y las de ahora) tengan que ver con nuestro grado de concienciación, lo inédito y sin precedentes de los datos que entregan a terceros y el tono nada acomplejado de nuestras quejas actuales. <b>Es un hecho: las redes sociales no han modificado en lo fundamental nuestra relación con el comercio, la comunicación interpersonal y/o la difusión de contenidos</b>. Así que no estamos ante un esquema inédito, ni ante nuevos paradigmas ni límites nunca sobrepasados (excepto el volumen de las audiencias convocadas alrededor de las redes). <b>Lo que cambia ahora, lo que hace el problema más acuciante, es, en esencia, una cuestión de grado, de nivel de desarrollo, de amenaza de saturación</b>, que comenzó a ser realidad por la creciente complejidad de la actividad económica. Sin conspiraciones, sin malvados planes maestros, por simple evolución acumulativa; un proceso que --por culpa de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Segundo_principio_de_la_termodin%C3%A1mica" target="_blank">segunda ley de la termodinámica</a>-- sólo sabe producir más y más complejidad.
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<b>Queda lejos ya <a href="https://elpais.com/diario/1994/03/22/sociedad/764290813_850215.html" target="_blank">aquel discurso de Al Gore en 1994</a> entre interesado</b> --para lograr la financiación inmensa y los cambios legislativos que requerían las <i>Autopistas de la Información</i>-- <b>e ingenuo</b>; su implantación iba a permitir un nuevo y mejorado debate público y unas democracias realmente igualitarias, más cerca que nunca de hacer realidad el ejercicio (siempre teórico) del derecho a la información y a la participación. No creo que su propósito consciente fuera engañar a la gente (tal vez un poco a los inversores y ciertos políticos analógicos), pero lo cierto es que, <b>más de dos décadas después, el funcionamiento de las democracias ha ido a peor y hemos desarrollado una peligrosa adicción a la dopamina y al exhibicionismo narcisista por culpa de unas métricas de popularidad completamente irreales</b>; comportamientos que nos convierten en blancos perfectos para la publicidad segmentada, ubicua e incesante. <b>Las <i>Autopistas de la Información</i> se han poblado de transacciones, no de debates públicos</b>. ¿Error de cálculo o efecto colateral no del todo imprevisto aunque sí tolerado? No creo que Al Gore --ni tantos políticos que siguieron su estela-- buscara nada de esto, como tampoco creo que las empresas --en sus mejores y lunáticas previsiones-- pudieran anticipar semejante locura. A finales del siglo XX ya tenían bastante con relamerse ante la posibilidad de vender de todo, a todos, a cualquier hora y en cualquier lugar. A Amazon le tomó bastantes años conseguir beneficios, pero hoy está más cerca que nadie de hacer realidad esa <i>lunática previsión</i>. <b>No, la cosa no va de que unos pocos engañaran a muchos usuarios/consumidores, sino de que, como suele pasar, se introdujeron argumentos manipulados, medias verdades irreales y/o no contrastadas</b>. ¿Acaso no son los mismos ingredientes que llenan hoy la mayoría de discursos electorales? <b>Ni siquiera esto es nuevo: simplemente se transplantaron unas técnicas de mercadotecnia empresarial al ámbito político, y resulta que funcionaron mejor de lo previsto</b>. Apelar a valores y sentimientos, satisfacción inmediata de deseos consumistas, materialización de un espejismo de igualdad planetaria... Y encima quienes se llevaban la pasta a espuertas por detrás de todo este montaje se presentaban a sí mismos como humanistas que contribuían a hacer realidad un sueño que --aseguraban-- era el definitivo anhelo universal de la especie humana...
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<b>El modelo de negocio de los medios de comunicación no ha sido ni es la información, ni el entretenimiento, ni la cultura; sino aglutinar la atención de las audiencias para luego revenderla a los anunciantes</b>. No lo digo yo, lo explica muy bien <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Tim_Wu" target="_blank">Tim Wu</a> en su libro <i><a href="https://www.laie.es/es/libro/comerciantes-de-atencion/9788412064599/926227" target="_blank">Comerciantes de atención</a></i> (2020). Ese modelo no ha variado en lo esencial durante un siglo, inasequible a los cambios tecnológicos, sociales y económicos. <b>Cualquiera de estos medios, una vez logra alcanzar determinado tamaño, difusión, audiencia e ingresos, experimenta un cambio de fase: mutan de medio a agente de primer orden en el debate público</b>. Y no porque haya una ley sociológica que los designe/reconozca como tales automáticamente, sino porque su presencia cotidiana genera mucha influencia, <b>convirtiéndoles en un elemento fundamental del ágora pública</b>. La teoría de la democracia establece que la organización de la sociedad se decide votando, que todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a informarse, expresar sus opiniones y participar en la administración del bien común, y además elegir quién debe administrarlo por representación. Todas estas cosas se supone que se ventilan en ese ágora pública --un espacio físico y también virtual, público, social-- donde instituciones, partes interesadas y particulares confluyen aportando, contraponiendo, consensuando, ideas y propuestas. <b>La cosa es que ese debate infinito</b> (que nunca cesará ni alcanzará unanimidad en ningún tema, porque --por definición-- la democracia implica una sociedad abierta, por mucho que le moleste a cada vez más gente), <b>tiene lugar casi en exclusiva en los medios (agentes) de comunicación</b>. Por interés, por comodidad, por inercia. <b>Pero lo cierto es que quienes ponen el terreno de juego mediático para el debate público/político, en realidad lo que hacen es adaptar la parcela en la que alcanzaron</b> (y con la que mantienen) <b>su tamaño e influencia a base de comerciar con la atención de las audiencias</b>. No estamos hablando de dos campos de juego bien definidos y delimitados, sino de un evidente interés en que esos límites sean siempre difusos. <b>Durante la <i>era etnológica</i>, ese ágora pública/política era un lugar bajo un estricto control</b> (de acceso, de expresión, de duración)<b>: lo componían los parlamentos, algunas plazas públicas y locales escogidos, donde sólo una minoría podía participar</b>. <b>Con la consolidación de los comerciantes de atención, la superficie del ágora se incrementó exponencialmente</b> (idiomas, ideologías, ubicaciones no físicas). Se trata de un incontestable logro de la democracia y del pluralismo que sin embargo no modificaron en lo esencial las reglas del juego político ni del debate público; si acaso lo diversificaron en todos los sentidos (objetivos, formatos, audacia).
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<b>Esa <i>era etnológica</i> parece que ha llegado a su fin</b>, o como mínimo a la primera fase de su decadencia definitiva: <b>los comerciantes de atención de los medios de comunicación del siglo XX ven amenazada su posición e influencia</b> (y su capacidad de monetizar la atención con la que trafican) <b>ante el triunfo popular de una impensable variante tecnológica de sí mismos: las redes sociales</b>. El modelo de negocio de estos nuevos comerciantes sigue siendo en esencia el mismo (acumular atención para revenderla), la diferencia es que no hay una emisión de contenidos previamente diseñados, producidos y comunicados públicamente. <b>En las redes sociales son las propias audiencias quienes emiten, y la suma de sus aportaciones la que conforma el flujo incesante e inabarcable de contenidos que las caracteriza</b>. Son también las audiencias quienes "programan" los contenidos, preseleccionando las aportaciones de los usuarios que les interesan; cada cual establece su propia <i>parrilla</i>, construida por los algoritmos mediante la priorización (nunca neutral, nunca admitida su falta de neutralidad) de las elecciones personales. Y de paso aprovechan para insertar los productos de las marcas que han comprado nuestra atención. Las redes sociales resultan hipnóticas porque los temas, los emisores, el orden --¡todo!-- parecen anticipar nuestros deseos (en realidad proyectan una versión manipulada por los propietarios de nuestras elecciones previas). En la actualidad, tan solo una minoría --entre rara y selecta-- parece saber vivir sin redes sociales. <b>Es infinitamente más difícil prescindir de ellas que de la televisión. ¿Por qué? Porque además de la personalización de contenidos, las llevamos a todas partes en nuestros dispositivos de aislamiento personal</b>. En cuanto acumulamos algo de tiempo sin conectarnos, nos lanzan anzuelos (notificaciones) para llevarnos de regreso al flujo de emisión, facilitando así la posibilidad de ser alcanzados por toda clase de mensajes patrocinados. <b>Es en este caudal incesante de patrocinios, intereses, narcisismos, opiniones y bobadas de todo tipo donde se diluye el debate público/político</b>. Y así, ¿cómo seremos capaces de encontrarlo/reconocerlo? ¿cómo no dudar constantemente de su autenticidad? A veces --casi siempre como consecuencia de un suceso impactante del mundo real-- el flujo de contenidos se galvaniza, se polariza, adquiere notoriedad respecto al resto de temas del momento debido al intenso posicionamiento que implica. Pero eso es todo; al poco el debate vuelve a desaparecer en esa parrilla infinita, repleta de contenidos superficiales de duración ínfima. Lo sorprendente es comprobar una y otra vez cómo <b>las redes sociales han evolucionado tanto en tan poco tiempo</b> (menos de una década), <b><a href="https://elpais.com/ideas/2021-04-11/como-sacar-a-las-redes-sociales-de-la-cienaga.html" target="_blank">alcanzando una madurez, una complejidad y unos usos nuevos</a> que, de hecho, son fruto de la interacción improvisada entre millones de personas, no de un diseño de expertos visionarios. Quizá ese es su valor y la principal lección sociológica que cabe extraer de ellas</b>. De hecho, las últimas tendencias indican que <b>las aportaciones de <i>testimonio de existencia y de vida guay</i></b> (celebraciones, fotos de bebés y postureo en destinos lejanos) <b>descienden de forma notoria; ya nadie les hace caso, resultan falsas, impostadas, vestigios de una moda superada, propia de los orígenes de la plataforma</b>, un uso acabado, quemado. Lo personal sin morbo, sensualidad, humor ni espectacularidad no interesa, la mayoría pasamos de largo. Así que todo el espacio disponible está ahora a disposición instituciones, grupos de presión, <i>lobbys</i>, gente guapa, <i>influencers</i> de toda clase, asociaciones, francotiradores, perfiles falsos, productos patrocinados... y sus intereses contradictorios respecto a nosotros. Las personas físicas apenas aportamos ya contenido, únicamente nuestra mirada y preferencias que afinan todo el tiempo nuestra "parrilla" personal. <b>En semejante océano, el debate público/político es apenas una lágrima en la lluvia</b>...
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<b>Todo esto no modifica el hecho de que el debate público se siga disputando en el terreno de juego creado históricamente por los comerciantes de atención</b> (y por sus sucesores y sucedáneos). A pesar de haber menguado, es innegable que el debate se ha enriquecido exponencialmente gracias al incremento de participantes. <b>Otra cosa es la calidad de los contenidos aportados: puede que el conjunto sea mucho más plural, pero también es extremadamente interesado</b> (cuando no tendencioso). También resulta --al menos en un plano teórico-- más igualitario, ya que otorga una voz a cada persona que se agrega; pero también --por los mismos motivos expuestos-- <b>tiende inevitablemente a la dispersión</b>, a dar visibilidad aleatoria a todo lo que tradicionalmente (en la <i>era etnológica</i>) quedaba fuera por falta de apoyos, corrección, solidez expositiva, prestigio o influencia. La zafiedad, el salvajismo, la ofensa, la brutalidad, la estupidez, el engaño, el odio al rival, el sarcasmo cruel, la vulgaridad, la inutilidad, la redundancia, la intolerancia... Todo esto se incrusta en el debate desde el momento mismo en que alcanza una masa crítica de usuarios/consumidores. <b>Y esta podría ser la segunda lección más valiosa que hayamos aprendido de toda esta evolución tecnológico-social</b>: cuanta más gente participa en el debate (aunque sólo sea a base de clics), más voces se alzan en contra de semejante nivel de diversidad. <b>Los grupos de presión han aprendido en poco tiempo a organizarse en cohortes de posicionamiento y visibilidad automáticos con el único propósito de desprestigiar y ridiculizar a los rivales; y no suelen utilizar la lógica y/o la sintaxis, sino las artimañas que engañarán a los algoritmos y otorgarán repercusión planetaria a unas pocas y escogidas aportaciones</b>. Molesta el disenso, irrita que no se llegue a acuerdos, cansa la polémica que no cesa, pero siempre hay algo nuevo con lo que indignarse o posicionarse... El populismo político de toda la vida ha encontrado un filón inagotable en las redes sociales, también las dictaduras, los fascismos, los acosadores, y las tribus al servicio de cualquier patulea conspiranoide... <b>Pero esto es así, hay que aceptar que este panorama es condición necesaria del funcionamiento de estas redes</b>, porque la acumulación de humanos con voz da como resultado este maremágnum. <b>Es una batalla perdida intentar cambiar el terreno de juego, las normas o las estrategias, hay que actuar sobre los jugadores</b>. ¿Modificar los algoritmos, incrementar la transparencia? <b>¿Acaso lograron algo los comerciantes de atención durante su hegemonía técnica y social del siglo XX? En cien años parieron la autorregulación, una especie de mediocre reloj de cuco suizo que apenas destaca ante el brillo del <i>Nuevo Renacimiento</i> que supone la globalización</b>...
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<b>En este contexto radicalmente darwinista, la visibilidad</b> (y esto incluye al debate público/político) <b>sólo se obtiene a base de exageración, sentimentalismo, tendenciosidad, sexualidad, escándalo, imprevisión, ridículos sobrevenidos, sarcasmo</b>..., nada que no hubieran explotado ya los comerciantes de atención de la <i>era etnológica</i>. <b>La diferencia es que éstos mantenían el monopolio de la emisión de los contenidos</b> (gracias a las condiciones materiales del medio), <b>mientras que las redes sociales han dinamitado cualquier posibilidad de control previo a la difusión inmediata y planetaria</b> (la acumulación de aportaciones de usuarios/consumidores lo hace inviable). Es en este punto de la historia cuando florecen nuevos usos que nada tienen que ver con compartir o debatir en un contexto de igualdad: campañas difamatorias, hiperventilados en busca de adeptos, cínicos a la caza de ingenuidad, <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Bot" target="_blank">bots</a></i>, artimañas para obtener notoriedad, escalar posiciones o <a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2020/02/el-algoritmo-del-amor-1-el-algoritmo.html">engañar a los algoritmos</a> (otra vez); <b>todo supeditado a un mismo objetivo, lograr una mínima atención que detenga por un instante nuestro gesto con el dedo desplazando la pantalla. Sin duda, el aspaviento que mejor caracteriza a nuestra humanidad contemporánea</b>.
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403510.249450890499595 -32.982846499999994 72.5206769095004 37.329653499999992tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-37298707930885883082020-06-24T14:08:00.003+02:002021-09-03T23:04:34.043+02:00El algoritmo del amor: 2. ¿El amor?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2020/02/el-algoritmo-del-amor-1-el-algoritmo.html"></a><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggQdcBjmnoQbB7cLzqbcsIIAHqrWUvTSBUP6Ycg3rsbGii8fkMH49YWKsuAFDrK6mWolav94UyjS6mthSbIw99RZd1yv3u4M1G5NvzSBxHsm9DOH-xK1tQKEUXHE3co4fkJ2KIAFstw2q3/s512/amoprdigital1.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="256" data-original-width="512" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggQdcBjmnoQbB7cLzqbcsIIAHqrWUvTSBUP6Ycg3rsbGii8fkMH49YWKsuAFDrK6mWolav94UyjS6mthSbIw99RZd1yv3u4M1G5NvzSBxHsm9DOH-xK1tQKEUXHE3co4fkJ2KIAFstw2q3/s320/amoprdigital1.jpg" width="320" /></a></div>
1. <a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2020/02/el-algoritmo-del-amor-1-el-algoritmo.html">El algoritmo</a><br />
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<span style="color: #3367d6;"><i>«En lo sucesivo, lo que nos resultará obsceno ya no será la sexualidad, sino el sentimentalismo»</i> (Roland Barthes, 1977).</span><br />
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<span style="color: #3367d6;"><i>«Mi amor propio no me bastará. Siempre necesitaré otra mirada que me demuestre que existo»</i> (Judith Duportail, 2019).</span><br />
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<span style="color: #3367d6;"><i>«La receta de Coca-Cola sigue siendo un secreto, pero sabemos que una autoridad sanitaria certifica que es apta para su consumo. ¿Por qué nadie comprueba si el algoritmo de Tinder respeta nuestra dignidad?»</i> (Judith Duportail, 2019). </span></div>
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Este texto es la intersección de tres libros: <i>Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo</i> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Eva_Illouz" target="_blank">Eva Illouz</a>, 2006), <i>Con qué sueñan los algoritmos. Nuestras vidas en el tiempo de los Big Data</i> (<a href="https://fr.wikipedia.org/wiki/Dominique_Cardon_(sociologue)" target="_blank">Dominique Cardon</a>, 2018) y <i>El algoritmo del amor</i> (Judith Duportail, 2019). Aquello que parezcan aciertos y verdades son méritos de sus respetiv@s autor@s. Las equivocaciones, confusiones, malinterpretaciones y desaciertos son cosa mía.</div>
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Así pues, <b>los algoritmos los crean humanos imperfectos e interesados, igual de imperfectos e interesados que los humanos a los que analizan. Han sido dotados de unas premisas socio-sicológicas alineadas con un modelo de negocio pocas veces admitido en voz alta</b>. Pero esto a la mayoría parece importarle poco, tan pasmada está con las gratificaciones inmediatas que le proporcionan día a día, hora tras hora, minuto a minuto... Pero ojo, esta actitud condescendiente e inmadura no es nueva: si preguntáramos a la gente si cree que los algoritmos que manejan las máquinas tragaperras de los bares son absolutamente neutros en la concesión de premios, estoy convencido de que casi todos contestarían que no. Y es que, a un nivel casi instintivo, <b>sabemos que las tragaperras trabajan para el beneficio de quienes las pone en los bares, pero eso no impide que sigamos echando una moneda tras otra. Ahí va una de nuestras mejores definiciones como especie</b>.</div>
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<b>Actuamos así a pesar de las evidencias en contra porque al final podría haber una recompensa</b> (obtener por la cara una buena cantidad de dinero), <b>da igual que desconfiemos de su transparencia</b>, de que estén trucadas y jueguen contra nosotros. <b>Y si desconfiamos de los algoritmos de las tragaperras, ¿por qué no hacerlo también de las <i>apps</i> a las que les encargamos que nos busquen pareja?</b> El algoritmo de las tragaperras nos parece burdo y primitivo, por eso lo despreciamos; pero <b>en las <i>apps</i> de ligoteo, como la cantidad de factores concurrentes tiende al infinito y excede nuestra capacidad de proceso, renunciamos a toda comprensión</b> y hacemos dos cosas: 1) damos por buenos los resultados sin cuestionar nada y 2) nos desentendemos del hecho de que detrás hay una serie de presupuestos sociales, raciales y/o sicológicos que no aceptaríamos en un programa político. Eso sin mencionar el hecho de que <b>detrás hay un modelo de negocio que nos saca tanta pasta o más que las tragaperras</b>.</div>
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Los gurús de estas <i>apps</i> asumen que los comportamientos y de las interacciones sociales sólo se pueden hacer visibles y útiles gracias a potentes algoritmos que rascan a muy bajo nivel nuestros rastros (<i>clics</i>, <i>likes</i>, <i><a a="" href="https://elpais.com/sociedad/2019/09/27/actualidad/1569614879_466846.html" swipes="" target="_blank">swipes</a></i>) capaces de convertirlos en pautas. Estos comportamientos ya no dan cuenta de una población ni de un Estado, sino únicamente de sí mismas: si muchos lo hacen es muy probable que otros lo hagan también. El problema no es que estos algoritmos revelen una faceta de nuestro comportamiento que no somos capaces de ver por estar compuesta de miles de interacciones aisladas en el tiempo y el espacio que nos parece imposible que las haya realizado la misma persona, sino porque afloran gracias conjuntos de reglas a las que les importa una mierda que encontremos a nuestra media naranja ideal. <b>El verdadero objetivo es que en este empeño nos dejemos el tiempo, la autoestima y la pasta, sobre todo la pasta</b>.</div>
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<b>Todo esto funciona porque estamos inmersos en una economía atrofiada de sentimientos</b>. El denominado <i>capitalismo emocional</i> (Illouz <i>dixit</i>) fomenta una mercantilización extrema de los sentimientos: autoexpresión, identidad sexual, comunicación emotiva, inviolabilidad de las opiniones íntimas... <b>Las emociones y la personalidad que se expresan a través de ellos son los dos principales indicadores para inyectar valor a las personas en el capitalismo emocional, para acumular capital social</b> (<i>likes</i>, <i>matchs</i>, <i>retuits</i>). Cuidado, no nos confundamos: <b>la personalidad significa en este contexto dos cosas: juventud y belleza física</b>, las mercancías que más y mejor generan atracción, deseo y ganas de pagar por ello (igual que los gritos y la risa infantiles en <i>Monstruos S.A.</i>). Las <i>apps</i> de ligoteo conforman <b>un mercado virtual de las relaciones humanas en el que son invertidos estos valores para buscar pareja y sexo</b> (todo a la vez, cortocircuitándose). Esas mismas <i>apps</i> delimitan un terreno de juego aparentemente neutral que, al mismo tiempo, es capaz de adaptarse a las premisas y preferencias de cada uno de sus jugadores; algo así como la mano invisible del todopoderoso mercado autorregulado de <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Adam_Smith" target="_blank">Adam Smith</a> hecha realidad (virtual).</div>
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<b>¿Cómo hemos llegado hasta aquí?</b> ¿Cómo es posible que el capitalismo haya conseguido valorizar cosas tan abstractas y personales como las emociones y los sentimientos? No me refiero al negocio de los relatos románticos y las películas ñoñas, sino a <b>lograr convertirlos en parte integrante de una transacción económica</b>. De hecho, todo empezó cuando las emociones establecieron su hegemonía en el terreno donde habían estado confinadas históricamente: en los discursos terapéuticos que explican las relaciones íntimas; desde ahí saltaron al ámbito de las relaciones laborales (autenticidad, autorrealización, colaboración, igualdad...), para finalmente, gracias a la eclosión de las redes sociales, <b>conquistar el amplio territorio del ocio y la sociabilidad bajo la apariencia de un modelo cultural</b>. <b>La autoayuda es el canal por el que, durante mucho tiempo, circuló el discurso terapéutico de las emociones</b> y, aunque no gozaba de prestigio académico, se presentaba como una guía útil para que cualquiera cambiara su vida con un esfuerzo mínimo que le permitiera encajar en los parámetros normativos dominantes de cada momento. <b>El problema es que todas las situaciones que no coinciden con estos ideales normativos se consideran implícitamente inválidos o bloqueados por sentimientos negativos</b> (sufrimientos, traumas, culpa, miedos) que impiden su consecución. Y aquí es donde sus reversos positivos (perseverancia, momentos definitorios, orgullo, resiliencia) comenzaron a valorizarse como discurso terapéutico, como estilo de vida para exhibir en perfiles virtuales...</div>
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<b><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYjPrSFbEfFf_FT7kPB82McQCBU2iumYRlSFWeCoiq_Ut3PRl3737M1OKDt5f8vnEBc30sPnK7WugmeTaouxjoO43rKhRcegbzg2rNi16Oy8gLovbCM8gS8XeXSdqmMiSJgX1r-VrOYdSV/s290/amoprdigital2.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="174" data-original-width="290" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYjPrSFbEfFf_FT7kPB82McQCBU2iumYRlSFWeCoiq_Ut3PRl3737M1OKDt5f8vnEBc30sPnK7WugmeTaouxjoO43rKhRcegbzg2rNi16Oy8gLovbCM8gS8XeXSdqmMiSJgX1r-VrOYdSV/" /></a></b></div>
<b>El amor romántico que sustentó las relaciones íntimas de las clases obreras durante la Revolución Industrial primaba la espontaneidad, la atracción sexual, un fingido desinterés</b> (el amor se consideraba un sentimiento instintivo, desligado de las emociones individuales) <b>y la exclusividad</b> (herencia del cristianismo sin duda). <b>El capitalismo emocional, en cambio, ha modificado radicalmente estos fundamentos</b>: las relaciones se presentan ahora como un proceso de selección racional de la pareja ideal, el fomento de la atracción mediante iconos y fotografías (un sucedáneo de la proximidad física), una interacción que busca la valorización propia frente al otro (soy guay, viajo mucho, tengo muchas amistades, soy divertido/a, estoy muy bueno/a y tú seguro que tienes mucho defectos que ocultas en tu perfil) y la prescripción positiva de la abundancia y el intercambio constantes (la promiscuidad es un refuerzo emocional que permite comparar y detectar al definitivo/a cuando aparece).</div>
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Desde un punto de vista sicológico, <b>el amor romántico tradicional activa cuatro procesos básicos: 1) atracción física, 2) movilización de situaciones/relaciones pasadas</b> (sentimentales y biográficas), <b>3) funcionamiento a un nivel semi o inconsciente</b> (que lo asimila a algo instintivo) <b>y 4) idealización del otro/a</b> (al que se considera mejor/superior y ante al que hay que hacerse digno/a). <span style="color: #3367d6;">«Al enamoramos, identificamos o redescubrimos personas de nuestro pasado, nos concentramos en pocos detalles y formamos así una visión holística del otro, no una visión fragmentada y encasillada [...] El modelo tradicional del amor y su concentración en el cuerpo no equivale a una falta de juicio, sino que es la vía más rápida y eficiente para que la mente tome una decisión de ese tipo [...] El problema de enamorarse es operar el pasaje de un amor espontáneo y aparentemente irracional a un amor que se sostenga en la vida cotidiana»</span> (Illouz <i>dixit</i>). <b>El capitalismo emocional, por su parte, activa otros cuatro muy diferentes: 1) comunicación a base de textos breves e imágenes sugerentes</b> que sustituyen al estímulo corporal directo, <b>2) una actitud prospectiva</b> (proyectar futuros sobre el otro/a, no se escarba, al menos de entrada, en el pasado), <b>3) comparación a un nivel muy consciente</b> (con relaciones precedentes), como si estuviéramos eligiendo un producto en el supermercado <b>y 4) subestimar al otro/a en el encuentro crucial cara a cara</b> (donde obtenemos seguridad infravalorando al otro/a). De nuevo Illouz lo resume a la perfección: <span style="color: #3367d6;">cuando se venden seis tipos de mermeladas, el 30% de las personas compra el mismo; cuando se venden veinticuatro tipos de mermelada, sólo el 3% compra la misma. La razón es simple: a medida que aumentan las opciones se interfiere con la capacidad de tomar decisiones rápidas sobre la base de poca información</span>. ¿Acaso no es esto lo que hacemos en las <i>apps</i> de ligoteo? Lo que no me queda tan claro es que con el amor romántico sólo hubiera seis tipos de mermeladas... <b>La cosa es que estas plataformas fomentan un modo sentimental de sociabilidad que nos infantiliza, nos hace hipervulnerables a la decepción y fomenta un ansia enfermiza por destacar del resto</b> (aunque sea a costa de ser grosero/a o ridículo/a).</div>
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Así pues, <b>la búsqueda de la pareja ideal</b> incluye una curiosa mezcla de síntomas, herencias, manipulaciones y querencias que, expuestas en lenguaje neutro desde una instancia ajena, <b>puede irritar por igual a usuarios/consumidores más recalcitrantes y a gurús de la corrección política</b> (sobre todo a los que se consideran a salvo de toda amenaza):</div>
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<span style="color: #3367d6;">1. Mujeres que han interiorizado unos cánones de belleza inalcanzables que, además, creen liberadores (la belleza y la deseabilidad las convertirán en seres socialmente valiosos), que sufren problemas de autoestima y tienden a adoptar los signos más disfuncionales de ese canon imposible (el reverso oscuro del discurso terapéutico). En general las mujeres se debaten incesantemente entre el deseo de ser guapas y el de que les importe una mierda serlo; entre el deseo de seducir y el de que las vean como una persona y no como un objeto; entre la frivolidad y el feminismo (Duportail <i>dixit</i>). La edad, ciertos traumas románticos y la rebeldía sobrevenida contra el lado en el que han militado durante demasiado tiempo suelen ser los desencadenantes de un tránsito que implicará desequilibrios. Desde el momento que su ego se basa en miradas externas, se hacen vulnerables a cualquier desvío del guión normativo.</span></div>
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<span style="color: #3367d6;">2. La incontrovertible realidad de uno de los mecanismos psicológicos más poderosos que incluimos de serie los humanos: el de la recompensa aleatoria y variable (cuyo reverso oscuro es la adicción). Todo se reduce a no saber si tras cada elección (y hacemos cientos al día en estas <i>apps</i>) recibiremos el premio gordo y en qué consistirá (un <i>like</i>, un <i>match</i>, un <i>retuit</i>...). Tampoco es un signo exclusivo de estos tiempos: en la era predigital estas recompensas equivalían a una mención no solicitada de un medio de comunicación, los 15 minutos de fama <i>warholianos</i> de un desconocido o la lotería de un éxito popular imprevisto... Es muy difícil escapar al subidón del ego que esto provoca, y una prueba clara es que la gente compra los <i>love-life boost</i> en Tinder por 25 € al mes para obtener respuesta a sus mensajes en menos de una hora (lo que implica que Tinder retrasa interesadamente las de quienes no lo han adquirido).</span></div>
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<span style="color: #3367d6;">3. La prepotencia de los algoritmos que sostienen las <i>apps</i> de ligoteo: algunos gurús afirman que a partir de un mínimo de 68 <i>likes</i> se puede predecir el color de piel (en un 95%), la orientación sexual (88%), las convicciones políticas (85%) e incluso determinar si los padres están o no divorciados. Y todo ello sin necesidad de echar mano de la información explícita del perfil. Sin embargo, si pudiéramos revisar nuestros propios rastros reformulados por los estos algoritmos, comprobaríamos la de sesgos y errores que contienen (puedes obtener una muestra gratis <a href="https://applymagicsauce.com/demo" target="_blank">aquí</a>).</span></div>
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<b>En corto y claro: se trata de la misma debacle que narra tan crudamente el episodio <i>Caída en picado</i> (2016) de la serie <i>Black mirror</i></b>. Debido a la ingente cantidad de rastros que dejamos en las redes existe una probabilidad abrumadora de que todos los algoritmos sepan lo que haremos en el futuro. No medimos ni expresamos nuestra libertad a partir de las infinitas opciones de elección, más bien somos prisioneros de nuestros respectivos pasados. <span style="color: #3367d6;">«Los zelotas californianos de los <i>big data</i> tienen como proyecto reelaborar nuestras sociedades a partir de lo real cuantificado, y ya no conforme a los fundamentos sesgados de ideologías [...] Otros promueven la visión libertaria de una sociedad capaz de autoorganizarse y de secretar las cifras que la representan, confiando al mercado el cuidado de reflejar aquello que los Estados deforman [...] La paradoja de la sociedad del cálculo es que amplifica los fenómenos de coordinación de la atención y de jerarquización del mérito, mientras permite a los individuos sentirse cada vez más libres en sus elecciones. De hecho, los dispositivos de cálculo le dan a la sociedad los medios para reproducir por su cuenta las desigualdades y las jerarquías que residen en ella»</span> (Cardon <i>dixit</i>).</div>
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<b><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFh6tD2DPVSp3SzP4XrclBHfz2Hjzoo37TAQh9F-enW3Bi0ZJfyU6IKr8Fa_ty_70uNxsKcHTc2UvV5v541_DsWXUqxEHiBM2c4OnVr-IuN46nKn2DHx4FVwzgKhFJSzp6ZS1PzaasyVwx/s1200/amoprdigital3.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFh6tD2DPVSp3SzP4XrclBHfz2Hjzoo37TAQh9F-enW3Bi0ZJfyU6IKr8Fa_ty_70uNxsKcHTc2UvV5v541_DsWXUqxEHiBM2c4OnVr-IuN46nKn2DHx4FVwzgKhFJSzp6ZS1PzaasyVwx/s320/amoprdigital3.jpg" width="320" /></a></b></div>
<b>Los algoritmos</b> no distinguen entre información, expresiones subjetivas, registros contextuales de comportamientos (geolocalización, itinerario en una web, tiempo de estancia en una página) y demás <i>datos críticos</i>, simplemente lo <b>procesan todo y nos encasillan en un perfil y en una proyección probabilista sobre las decisiones que tomaremos ante los dilemas que nos proponen</b>. Y a nosotros nos importa una mierda porque <b>lo que queremos es que la máquina nos diga lo que debemos hacer para saber si la persona</b> que hemos marcado encajará a la perfección con nosotros y --ahora viene lo bueno-- si <b>es la mejor opción de todas las disponibles a nuestro alcance</b>. No se puede más tonto ni más ingenuo, porque <b>la búsqueda en la que nos hemos embarcado no tiene fin</b>; está diseñada para que siempre nos quede la sensación de que el siguiente perfil será <i>El Definitivo</i>. Porque <b>el objetivo es que nos quedemos allí el máximo tiempo de vida posible... dejándonos la pasta, como en las tragaperras</b>.</div>
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<b>A la larga, funcionamos como consumidores en perpetua insatisfacción</b>, convencidos de vivir en un entorno de abundancia: <b>desestimamos por sistema aquello que nos entra por el ojo</b> (por un azar algorítmico, no lo olvidemos) <b>porque nos autoconvencemos</b> (debido a la sobreoferta inacabable) <b>de que después habrá algo mejor</b>. Nos hemos persuadido interiormente de que lo sabremos detectar cuando aparezca, pero no es verdad. <b>Funcionamos así y no hay remedio</b>. De manera que <i>swipear</i> se convierte en una actividad en sí misma que acaba por no tener ningún sentido y nuestro cerebro se inmuniza contra tanta descarga de dopamina en forma de <i>match</i>. <b>Y llega un punto de saturación en el que nuestros sentimientos anhelan algo más fuerte, algo que aún no hemos inventado, y entonces irrumpe la decepción</b>, el deseo de abandonar la partida y quedar al margen. Con la autoestima por la nubes estamos seguros de que deslizar será suficiente para ser felices. Izquierda, izquierda, izquierda... hasta que se convierte en una pauta obsesiva.</div>
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<b>Lo más acojonante de este proceso patológico es que no se trata de una cuestión cultural</b>, de imposiciones, tradiciones o manipulaciones del poder del estilo de los <i>Cultural Studies</i> y demás sandeces conspiranoides, sino que es algo evolutivo, un diseño existente en nuestro ADN que el capitalismo emocional explota a conciencia. <b>Como animales pasamos el 98% de nuestra vida en un medio ambiente de escasez, lo que agudiza nuestros sentidos y nuestro ingenio; pero cuando invertimos la ecuación</b> (y esto no lo podíamos saber cuando estábamos en la sabana africana) <b>nos atrofiamos como individuos y como especie</b>. No respondemos bien a la abundancia como entorno social, aunque sea artificialmente generada. Estoy convencido de que por una razón muy parecida nuestro cerebro es incapaz de procesar negaciones (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Douglas_Coupland" target="blank">Coupland</a> <i>dixit</i>).<br />
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¿Qué tiene todo esto que ver con el amor?</div>
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403513.074830063821153 -32.9828465 69.695297736178844 37.3296535tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-64907207952038633532020-02-05T20:39:00.001+01:002020-02-29T22:47:40.794+01:00El algoritmo del amor: 1. El algoritmo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZB2sqBOkAoj2cWCuEpopa03eHChVvPWG2r9tmc-DAhicM04H4f1HYp-sbmnLEf2_-lZGyfpGXuMSnoerDIEloDqhq5mc57y1NdQ9gs-M9stOJMn1C7in0jpGOnKvIiGvK5ohc4E1fvUBi/s1600/algoritmo.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="1600" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgZB2sqBOkAoj2cWCuEpopa03eHChVvPWG2r9tmc-DAhicM04H4f1HYp-sbmnLEf2_-lZGyfpGXuMSnoerDIEloDqhq5mc57y1NdQ9gs-M9stOJMn1C7in0jpGOnKvIiGvK5ohc4E1fvUBi/s320/algoritmo.jpg" width="320" /></a></div><span style="color: blue;">«Los <i>reality show</i> [...] son un claro ejemplo de cómo el pensamiento mágico se alza como la nueva religión de los <i>millenials</i>. Frente a un futuro confuso, un mar con un sinfín de posibilidades y poco tiempo para dedicar a nuestras relaciones sentimentales, sólo la psicología y la astrología ofrecen remedios que reconfortan más que cualquier medicina: "ofrecen una gratificación instantánea" [...] Todo lo que se envía al universo regresa a nosotros tarde o temprano y solo a través de acciones bondadosas como la oración, la imagen optimista y las prácticas espirituales como la meditación sexual, lograremos aumentar nuestras posibilidades para encontrar el amor [...] Es importante comprender que todo en el cosmos está conectado y que, con una correcta orientación de tus vibraciones, tarde o temprano serás bendecido con tu semejante» (Núria Gómez y Estela Ortiz: <i><a href="https://www.laie.es/es/libro/love-me-tinder/9788499987606/910936" target="_blank">Love me, Tinder</a></i>, 2019).</span><br />
<br />
<b>Vivimos en una era en la que el imaginario social está sometido al dictado de la ciencia ficción emocional</b>. Los científicos trabajan incansablemente en la modificación del ADN, de momento con la excusa de erradicar enfermedades, pero con el ojo puesto en una clonación de individuos que equivalga <i>de facto</i> a la inmortalidad. Los tecnócratas, por su parte, investigan cómo volcar una conciencia en La Nube, de manera que cuando nuestro cuerpo se extinga (y no podamos aún clonarlo), podamos existir para siempre en una eterna sublimación <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Transhumanismo" target="_blank">transhumana</a></i> de los sentidos. <b>Existe una confianza injustificada en el poder de la ciencia para convertir en realidad futuros imaginados por escritores, cineastas y toda clase de expertos y gurús</b>. <b>En paralelo</b>, sin entrar en contradicción con todo lo anterior, <b>ese mismo imaginario social ensalza hasta extremos desorbitados la importancia de los sentimientos</b> (amores, relaciones, vínculos familiares, la solidaridad...). En la cima de nuestra singularidad irrepetible y única como personas hemos situado todas esas emociones íntimas e inviolables (que, además, las consideramos como un producto del instinto, es decir, son naturales e infalibles), las cuales debemos descubrir, escuchar y comprender <b>para alcanzar el objetivo fundamental de nuestra socialización como especie: emparejarnos</b>. Para conseguir transformar este deseo en necesidad, <b>echamos mano de toda clase de disciplinas científicas, modas estéticas y saberes tradicionales</b>: sicología social, etnografía, cirugía, estereotipos románticos, cosmética, astrología, medicinas alternativas, autoayuda... Todo vale para justificar cambios de opinión, egoísmos y miserias, a condición de que se haga con un lenguaje y una imagen positivos. Y es que hemos acabado por creemos firmemente eso de que <i>a la gente buena le pasan cosas buenas</i>, así que lo negativo mejor ni mencionarlo directamente, o blanquearlo mediante ridículos conceptos aparentemente neutros, o ampliar la inclusividad de las denominaciones hasta el infinito y más allá (no vaya a ser que alguien se sienta excluido u ofendidito). <b>Confundimos el bienestar emocional con la felicidad</b>.<br />
<br />
En lo que se refiere a la ciencia y la tecnología, <b>como la mejora del ADN y la conciencia transhumana aún tardarán en llegar</b>, las generaciones que hoy compartimos el planeta (<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Baby_Boomer" target="_blank">baby boomers</a></i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_X" target="_blank">X</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_Y" target="_blank">Y</a> --<i>aka millenials</i>-- y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_Z" target="_blank">Z</a>) <b>buscan algunos hitos de modernidad radical que podamos disfrutar aquí y ahora y que indiquen que ya estamos en proceso de convertirnos en una nueva especie</b>. Eso sí, que estos avances sean gratis, sencillos e inmediatos, como manda el espíritu de los tiempos. Sin efectos secundarios, y 100% seguro, y de resultados garantizados. <b>De momento hemos empezado por querer eliminar todo rastro de incertidumbre en aquellos tránsitos de la vida marcados por el azar: salud y amor</b>.<br />
<br />
<b>Es una estrategia perfecta</b> por dos motivos: 1) se ocupa de sentimientos universales: todos estaremos tentados en uno u otro momento de nuestra vida: 2) promete satisfacer instintos igual de fundamentales y universales (seguridad, compañía, descendencia), aunque no todos a la vez ni con el mismo orden e intensidad (no sea que alguien se sienta excluido u ofendidito). <b>Y para que funcione tiene que garantizar el máximo grado de personalización</b>: todos tenemos un mismo deseo, pero queremos satisfacerlo a nuestra manera y, si puede ser, exhibiendo al resto nuestra singularidad. <b>Esto sólo se puede lograr con la tecnología, dejando en sus manos el diagnóstico y unos resultados a medida. Esto sólo lo pueden hacer los algoritmos</b>. ¿Qué ha pasado para que creamos que es una buena idea dejar nuestra salud y nuestra estabilidad emocional en sus manos? ¿Hemos perdido la capacidad de decidir y actuar por instinto? ¿Tan grande es nuestro deseo de seguridad que renunciamos a actuar a partir de primeras reacciones o de análisis racional? ¿Qué pueden aportar los algoritmos en esta labor que nosotros no sepamos hacer? <b>¿Qué son los algoritmos?</b><br />
<br />
<span style="color: blue;"><b>1.</b> Son series de instrucciones que crean marcos de decisión a partir de unas premisas introducidas explícitamente y que sirven para realizar tareas repetitivas, incluido el proceso de información.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>2.</b> Pueden manejar una cantidad enorme de información y variables, alcanzando niveles inimaginables para nuestra capacidad de percepción y análisis. Contrastan y evalúan muchísima información muy rápidamente. Además, en semejantes magnitudes de datos, son capaces de detectar patrones y tendencias que a nosotros nos resultan imposibles de ver dada nuestra limitación cognitiva. Esta es la razón por la que los consideramos tanto o más inteligentes que nosotros, y también por la que damos por buenos sus resultados sin apenas verificarlos críticamente.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>3.</b> Los algoritmos miden la popularidad (los clics), la autoridad (los enlaces), la reputación (los <i>likes</i>) y la <i>predictividad</i> (los <i>rastros</i> que hemos dejado con todos los anteriores) de toda nuestra actividad en Internet. Organizan la visibilidad de toda la información que volcamos en ella (la humanidad genera hoy alrededor de 2.500.000.000 de gigas de datos cada día) y tratan de monetizarla: información básica, estado de sentimientos, preferencias, intereses, ideología, lo que anhelamos, lo que nos pone y no revelamos a nadie... Todo. Quitemos algo de IVA: los algoritmos que miden clics, enlaces y <i>likes</i> hace años que llevan arrastrando su ineficacia e incapacidad para proporcionar conocimiento útil. Son un fracaso rotundo pero se sigue recurriendo a ellos para medir la importancia y la popularidad, igual que los economistas aún creen que la riqueza de los países se expresa en el dato del PIB. Donde sí se están obteniendo grandes resultados (para las empresas) es en el análisis de los <i>rastros</i></span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>4.</b> La clave de cualquier algoritmo no es su capacidad de proceso ni la personalización de los resultados, sino las premisas (a veces técnicas, a veces sociológicas, incluso ideológicas) que injertan en ellos sus propietarios, y que son las que darán un sentido a los resultados. La estadística tradicional de los países trabaja con indicadores más o menos <i>objetivos</i>: categorías profesionales, formativas, de ingresos... Elementos que sirven de materia prima para establecer diagnósticos del estado de un país, un grupo social... Las estadísticas oficiales consideran verdad un valor instrumental donde lo único que cuenta es la evolución del valor medido (no la realidad medida que hay detrás): así, el drama de las mujeres asesinadas por violencia machista se convierte en el número de mujeres maltratadas en lo que va de año (comparado siempre con el anterior), y ese valor es el que indica si hay que preocuparse mucho o poco. Los algoritmos, en cambio, se conforman con establecer correlaciones que no requieren causas, no necesitan un modelo que ofrezca una explicación. Detectan pautas y cambios en el comportamiento de conjuntos de individuos y, a continuación, predicen o anticipan esos mismos cambios en otros individuos que todavía no los han evidenciado. No es una estadística descriptiva, sino orientada al beneficio. Esa es la principal diferencia.</span><br />
<br />
<b>Aun así, los algoritmos no son algo nuevo; al contrario, hace décadas que se inventaron</b>. La máquina de café de nuestra oficina funciona gracias a un algoritmo primitivo que sabe distinguir secuencias de acciones para preparar diferentes tipos de cafés. Lo que pasa es que <b>desde entonces han incrementado exponencialmente sus capacidades, versatilidad y eficacia, sobre todo a la hora de procesar datos y detectar tendencias</b>. Estos son los que despiertan nuestra admiración, los que sus propietarios presentan como <b>competidores directos de la inteligencia humana</b> (cuando en realidad no dejan de ser instrucciones complejas cuyos resultados dan la apariencia de inteligencia, incluso de conciencia). <b>En esta labor, los medios de comunicación no contribuyen a que los usuarios/consumidores se acerquen al fondo del asunto</b>: se empeñan en tirar de comparaciones con la ciencia ficción, haciendo creer que el futuro ya es una realidad, que se ha cumplido una profecía. <b>Incluso los intelectuales y expertos que no tenían ni idea de computación o de informática, durante décadas han otorgado a la tecnología digital posibilidades y atribuciones desmesuradas</b> (que lo hagan los ingenuos o los ignorantes es normal, pero esta gente con estudios superiores es preocupante). En su empeño por resultar didácticos y amenos, <b>todos ellos han contribuido a levantar en el imaginario social occidental una idea antropomorfa de las máquinas de cálculo y de los algoritmos</b>, como si fueran el cuerpo y la mente de unos nuevos seres que superan a sus creadores humanos en muchos aspectos (esta paradoja nos fascina), artefactos que interactúan con nosotros <b>como si fueran personas, capaces de aprender muy rápidamente y</b> --esto es lo que encandila y acojona a la vez-- <b>adquirir autoconciencia</b>. Esta idea ridícula es la que alimenta todas las representaciones populares y/o no especializadas, incluidas las de los políticos: HAL, el ordenador paranoide de <i><a href="http://sesiondiscontinua.blogspot.com/2008/12/acerca-del-sentimiento-de-lo-sublime-lo.html" target="_blank">2001, Una odisea en el espacio</a></i> (1969), los <i>precogs mutantes</i> de <i>Minority Report</i> (2002), la supercomputadora de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Skynet_(Terminator)" target="_blank">Skynet</a> que el 29/08/1997 a las 02:14 horas adquiere plena autoconciencia en <i>Terminator</i> (1984-2019) o el complejo biotecnológico de inteligencia autoadquirida que roba la energía a los seres humanos para poder funcionar en <i>Matrix</i> (1999-2003).<br />
<br />
<b>Y entonces, para reivindicar al ser humano</b> que ha inventado esos algoritmos y se ve amenazado por sus propias creaciones, esos mismos medios <b>tratan de compensar la balanza destacando aquello que nos hace únicos, irrepetibles, apelando con un candor cursi y petulante a nuestra parte más inviolable e inaccesible</b>, aquello que nos caracteriza de verdad, por encima incluso de la racionalidad: <b>nuestros sentimientos, emociones y afectos</b>. Y ahí entran en tromba todos los tópicos culturales, populares y pseudocientíficos. <b>Por eso el imaginario social reivindica el humanismo, la solidaridad, el sentirse bien con uno mismo, porque es lo que nos debería caracterizar como individuos</b>, y de paso nos sitúa por encima en complejidad, profundidad y sutileza de la «inteligencia» (en realidad, capacidad de proceso) de máquinas y algoritmos. Estoy convencido de que <b>esta esquizofrenia de admiración/reivindicación hacia las tecnologías de la Inteligencia Artificial es la clave para entender la flagrante contradicción que supone confiar ciegamente en el progreso científico y, a la vez, reivindicarnos como seres superiores gracias a nuestros sentimientos instintivos con toda clase de lugares comunes</b> del folclorismo, la seudociencia y el sentimentalismo. <b>La generación <i>millenial</i>, a la que ha pillado de pleno toda esta revolución, es la encarnación perfecta de esta contradicción</b>.<br />
<br />
<br />
<span style="color: blue;"><i>(continuará)</i></span>El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-69194847839970655492019-08-30T00:32:00.002+02:002019-09-17T21:24:09.022+02:00Homo Deus. Breve historia del mañana de Yuval Noah Harari en tres minutos (y 3)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFugyBv4IRdYnpAwR8nT7toP-tBMpcKTsCNqiGAnQKtyucVuAJrk68qC8wXCaiGDI2fbSjGddBOEyVBfieOcND9vkjsT3J6IOdqXzgLvJpQoC5n2AYivB0G5QaiR-89lWBAfp3zD-qiYG5/s1600/algoritmo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="1000" height="160" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFugyBv4IRdYnpAwR8nT7toP-tBMpcKTsCNqiGAnQKtyucVuAJrk68qC8wXCaiGDI2fbSjGddBOEyVBfieOcND9vkjsT3J6IOdqXzgLvJpQoC5n2AYivB0G5QaiR-89lWBAfp3zD-qiYG5/s320/algoritmo.jpg" width="320" /></a></div>1. <a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2019/06/homo-deus-breve-historia-del-manana-de.html">Minuto 1</a><br />
2. <a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2019/07/homo-deus-breve-historia-del-manana-de.html">Minuto 2</a><br />
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<span style="color: blue;"><i>«Imaginemos a un joven gay de una devota familia mormona que, después de años viviendo dentro del armario, finalmente ha acumulado el dinero suficiente para costearse una operación. Se dirige a la clínica provisto de 100.000 dólares, decidido a salir de ella tan heterosexual como Joseph Smith. De pie frente a la puerta de la clínica, repite mentalmente lo que le dirá al médico: “Doctor, aquí tiene usted 100.000 dólares. Por favor, arrégleme para que nunca más desee a hombres”. Pulsa el timbre y abre la puerta George Clooney en persona. “Doctor --murmura el abrumado chico--, aquí tiene 100.000 dólares. Por favor, arrégleme para que nunca más desee ser heterosexual”»</i> (pp. 333-334).</span><br />
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<span style="color: blue;">«En el siglo XXI tres acontecimientos prácticos pueden hacer que esta creencia haya quedado obsoleta: 1. Los humanos perderán su utilidad económica y militar, de ahí que el sistema económico y político deje de atribuirles mucho valor 2. El sistema seguirá encontrando valor en los humanos colectivamente, pero no en los individuos. 3. El sistema seguirá encontrando valor en algunos individuos, pero estos serán una nueva élite de superhumanos mejorados y no la masa de la población»</span> (p. 280). O dicho de otra manera: que <b>es posible que nos estemos abocando hacia un momento en el que los humanos</b>, el Humanismo como discurso, <b>correrán el peligro de perder su valor porque la inteligencia se haya desconectando de la conciencia</b>. Es evidente que <b>los robots y los algoritmos</b> no son en absoluto conscientes de la clase de artilugios que son, ni siquiera sospechan que han sido fabricados; sin embargo Harari cree que, en su perfeccionamiento incrementalmente exponencial, <b>podrían llegar a superar a la conciencia en el reconocimiento de pautas o patrones</b>. Esto significaría que la (auto)consciencia --en contra de lo que hemos creído-- no posee la exclusiva para determinadas funciones superiores, sino que las inferiores, <b>con un entrenamiento sistemático e infinitamente superior al que podría acumular cualquier individuo</b>, también podrían hacerlo. Cuando eso pase, las personas no nos definiremos a nosotros mismos como seres autónomos que guiamos nuestras vidas de acuerdo con unos deseos superiores, sino como una colección de mecanismos bioquímicos constantemente supervisados, modelados y guiados por una inmensa red de algoritmos (biológicos y/o electrónicos).<br />
<br />
<b>La amenaza actual de la tecnología no tiene tanto que ver con idiotizarnos o aislarnos, sino con el propio concepto de ser humano autónomo igual en derechos a sus semejantes</b>: <span style="color: blue;">«Dividir a la humanidad en castas biológicas destruirá los cimientos de la ideología liberal. El liberalismo puede coexistir con brechas socioeconómicas. En realidad, puesto que favorece la libertad más que la igualdad, da por sentadas dichas brechas. Sin embargo, el liberalismo todavía presupone que todos los seres humanos tienen igual valor e igual autoridad. Desde una perspectiva liberal, es perfectamente correcto que una persona sea multimillonaria y viva en un lujoso castillo mientras que otra sea campesina, pobre y viva en una choza de paja. Porque, según el liberalismo, las experiencias únicas del campesino siguen siendo tan valiosas como las del multimillonario. Esta es la razón por la que los autores liberales escriben extensas novelas sobre las experiencias de los campesinos pobres»</span> (pp. 316-320).<br />
<br />
Harari cree que <b>de las cenizas del Humanismo surgirá el <i>Tecnohumanismo</i>, que dejará atrás al <i>Homo Sapiens</i> tal como lo conocemos y utilizará la tecnología para crear <i>Homo Deus</i></b>, un modelo humano muy superior. <i>Homo Deus</i> conservará algunos rasgos esenciales se su antepasado, pero también se habrá dotado de capacidades físicas y mentales ultramejoradas que le permitirán seguir siendo autónomo incluso frente a los algoritmos no conscientes más sofisticados. <b>El <i>Tecnohumanismo</i> busca extender el campo cognitivo y experiencial de la mente humana y darnos acceso a vivencias inéditas hasta ahora, a nuevos estados de conciencia con los que no estamos familiarizados</b>. De la misma manera que los espectros de la luz y del sonido son mucho mayores de lo que los humanos podemos ver y oír, esta nueva ideología ampliará el espectro de los estados mentales más allá de lo que hoy podemos imaginar como simples <i>Homo Sapiens</i>.<br />
<br />
<b>El Humanismo siempre dejó bien claro que no es fácil identificar nuestra auténtica voluntad, que hay muchos ruidos que nos impiden escuchar nuestra auténtica voz; el <i>Tecnohumanismo</i>, en cambio, espera que nuestros deseos elijan qué capacidades mentales desarrollar y, por lo tanto, que determinen la forma de las mentes futuras</b>. En realidad, esta nueva ideología no quiere escuchar esas voces interiores que nos despistan, nos hacen dudar y equivocarnos, sino controlarlas. Cuando comprendamos los fundamentos últimos del sistema bioquímico que hay detrás de todas esas voces, podremos jugar con los interruptores, aumentar el volumen aquí, reducirlo allá, y hacer que la vida sea mucho más fácil y cómoda (pp. 331-333). Para el Humanismo, solo los deseos humanos dotan de sentido al mundo; pero si pudiéramos elegir nuestros deseos, ¿sobre qué base tomaríamos decisiones?<br />
<br />
<b>A partir de aquí Harari se mete en el terreno puramente especulativo</b>: mientras sigamos creyendo que la voluntad y la experiencia humanas son el origen supremo de la autoridad y el sentido no se producirá verdaderamente el cambio al paradigma <i>tecnohumanista</i>. Y, visto nuestro conocimiento embrionario actual del cerebro humano, <b>sólo contamos con una herramienta capaz de emular esa sustitución de deseos y voluntades: la información y la religión del <i>dataísmo</i></b>. <b>Mientras descubrimos cómo funcionan los algoritmos bioquímicos humanos, los electrónicos</b> (que manejan la información que usamos, ya sea como mero contenido o como decisiones) <b>servirán para saber cómo funciona el primer eslabón de la actividad intelectual</b>. Los algoritmos electrónicos sin conciencia son los instrumentos mejor cualificados para hacer frente al aluvión de información que nos desborda por todas partes, <b>son los únicos capaces de hacer acopio masivo de datos sobre nuestros deseos y capacidades, permitiéndonos, llegado el momento, tomar decisiones por nosotros</b>. La democracia, por ejemplo, no puede recopilar y procesar datos relevantes con la suficiente rapidez como para hacer frente a cambios urgentes o importantes, ya sean sobrevenidos o no; en cambio, los algoritmos electrónicos --y más adelante los biológicos, ya sean artificiales o modificados-- sí podrán hacerlo, proporcionándonos decisiones y opiniones pertinentes. <span style="color: blue;">«50 millones de coches colectivos podrían sustituir a 1.000 millones de coches particulares, y también necesitaríamos menos carreteras, puentes, túneles y aparcamientos. Siempre, claro está, que yo renuncie a mi privacidad y permita que los algoritmos sepan siempre dónde estoy y adónde quiero ir»</span> (p. 352). <b>Bienintencionados objetivos sobre el papel como éste se convierten en algo tremendamente peligroso en manos de políticos y burócratas mediocres</b>, puesto que supone colocar nuevas prioridades sobre nuestras nociones --hoy sagradas-- de conciencia, privacidad, sentimientos, deseos íntimos, libre albedrío... <b>Una revolución del relato intersubjetivo en toda regla</b>.<br />
<br />
<b>¿Qué ocurrirá cuando nos demos cuenta de que clientes y votantes nunca toman decisiones libres y, a la vez, dispongamos de tecnología capaz para calcular, diseñar o mejorar sus sentimientos?</b> (p. 254). ¿Qué pasará cuando los algoritmos biológicos y los electrónicos amenacen con hacer a <i>Homo Sapiens</i> lo que como especie dominante hemos infligido a los demás animales? (p. 360). <b>La imagen inevitable es la de una sociedad en la que el ser humano está subordinado a las máquinas</b> (que decidirán por él, con la excusa de la seguridad y el bienestar plenos y garantizados, a cambio de controlar sus parámetros vitales). <b>Este paisaje distópico queda bastante cerca de lo que auguraban películas mediocres como <i>Terminator</i> (1984) o <i>Matrix</i> (1999)</b>, pero aquí no se trata de recuperar la esencia de ciertos matices del discurso humanista ni de disputar el control a las máquinas a base de descargas hormonales y amores sinceros, sino de encontrar una especie de <i>Poshumanismo</i> capaz de corregir --aunque sea parcialmente- los terribles efectos del desarrollo científico y técnico entre los grupos humanos.<br />
<br />
Leyendo los primeros capítulos de <i>Homo Deus</i> <b>pensé que el propósito de Harari era exponer un paradigma que sustituiría al Humanismo, que está a punto de colapsar</b>, sobre cómo es imposible que nuestra civilización occidental siga amparando su progreso con una ideología surgida en plena era pretecnológica. Y que para lograr ese cambio debíamos desprendernos de algunos lastres enquistados por el uso y el abuso. <b>Pero no es así, Harari cree en un <i>Poshumanismo</i> que vendría a ser la extensión farmacológica del placer, una prolongación médica y artificial de la vida</b>... Y todo para acabar con una amarga crítica del <i>dataísmo</i>, la religión de los algoritmos.<br />
<br />
Desde mi punto de vista, el verdadero valor del libro de Harari es cómo argumenta <b>la gran paradoja del Humanismo</b>: <b>dio lugar a una revolución científica y tecnológica y ahora entra en contradicción y se resquebraja ante el mismo desarrollo que ha contribuido a aupar</b>. Para acabar de complicar la cosa, por culpa de esa misma sacralidad que le otorgamos a la vida humana y que nos inculca el Humanismo, mantenemos a personas con vida aunque sea en un estado lamentable; y todo para que mueran por sus propios medios a pesar de haber hecho todo lo posible por evitarlo, para tranquilizar nuestra conciencia de haber intentado todo lo <i>«humanamente»</i> posible. ¿Estamos seguros de que esa vida reducida al mínimo supone un bienestar biológico y mental? Es más, casualmente, ahora que vemos como una posibilidad real que las máquinas nos dominen, nos planteamos si estamos legitimados para dominar e infligir daño a los demás animales, tal como hemos hecho desde el Paleolítico. <b>Harari concluye</b>, con la misma contundencia de un silogismo básico, <b>si acaso el poder produce el derecho</b> (p. 96).<br />
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<b>No creo que los algoritmos por sí solos sean capaces de acabar con el Humanismo, al contrario: nuestra inagotable capacidad para el subjetivismo nos llevará a <i>«humanizarlo»</i> aún más, a considerar los algoritmos una especie de conciencia con la que detectar propósitos, deseos, preferencias</b>... A tomarlos, en definitiva, como <i>Otra Humanidad</i>, cuya conciencia y libre albedrío sólo podemos intuir. <b>Es como esa gente que se empeña en tratar a los perros como bebés o personitas, incapaces de entender que son animales y que nunca se van a comportar tal como sus dueños esperan</b>. El resultado de esta actitud infantiloide la podemos observar en cualquier parte donde haya perros con sus dueños, y tiene pinta más de desastre que de triunfo. <b>Si no somos capaces</b> --literalmente-- <b>de comprender que un perro es un animal y como tal hay que tratarlo, cómo vamos a manejarnos con algoritmos</b>, de los que únicamente vemos sus resultados. Es más, incluso ya hay quien cree ver, a pesar de sus evidentes limitaciones funcionales, una embrionaria conciencia humana... <b>Puede que, como dice Harari, como humanos hechos de carbono que somos, no podamos detectar la clase de conciencia que emanan los ordenadores, hechos de silicio</b> (p. 112). O puede que, el mismo día que demos con la clave para revertir la invisibilidad de la materia oscura esa que no vemos ni a la de tres pero que por lo visto inunda el universo, entendamos que cada mineral genera su propia conciencia al evolucionar. Puede que ese día entendamos, por fin, qué es una conciencia artificial... hecha de silicio.<br />
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No descartemos un futuro relativamente cercano en el que los humanos hagan frente a este apogeo de <i>algoritmos dataístas</i> con la única cosa que no podemos enseñar ni transmitir: el cambio de opinión sin motivo. Que surjan <b>sectas secretas e ilegales</b> (porque impiden el negocio que hay tras ellos) al estilo de los <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Catarismo" target="_blank">cátaros</a>, <b>que dediquen sus vidas a despistar a los algoritmos, impidiendo que las máquinas puedan predecir nuestro comportamiento a base de encadenar decisiones imprevisibles, inmotivadas, caprichosas</b>. Y que, como resultado de esa incapacidad de ser reducibles a un patrón previsible, obliguemos a los algoritmos a equivocarse, a colapsar, puede que incluso a revelar su auténtica naturaleza artificial (fabricada por humanos), y que eso --de paso-- nos haga más humanos. <b>Serían los <i>«azaristas»</i></b> (porque cultivan sistemáticamente el azar): personas anónimas, desengañadas, del montón, como las que aprendían libros de memoria en <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fahrenheit_451" target="_blank">Fahrenheit 451</a></i>, dedicadas a la sagrada labor de no dejarse pautar: votando partidos en los que no creen, tomando decisiones perjudiciales para sus economías domésticas, para sus puestos de trabajo, para sus relaciones; invirtiendo a sabiendas en negocios ruinosos, comprando lo que no les gusta o no pueden pagar, emparejándose con personas que odian o les repulsan... Una especie de movimiento <i>tecnonihilista</i>, un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nihilismo#El_nihilismo_ruso" target="_blank"><i>neonihilismo</i> como el de los rusos aquellos</a>... Da para una novela distópica digna de la mejor ciencia ficción. Y así seguiremos pasando la vida.<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-5103295382257783282019-07-16T22:11:00.002+02:002019-09-17T21:19:10.973+02:00Homo Deus. Breve historia del mañana de Yuval Noah Harari en tres minutos (2)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEabMFR6EnBUbFmcCf4EE4zGlUGUiMshE8fygTl9WYKUKgiu5FfPCahNo0YsDa08RD613N22v1iPbVGXUVaDkcHbeI3rxpp3nYoIxD1vSDsUZTcZdE_GwbxBF96SO9s1AR0uRa9vdmrrSw/s1600/librealbedrio.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="626" data-original-width="453" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEabMFR6EnBUbFmcCf4EE4zGlUGUiMshE8fygTl9WYKUKgiu5FfPCahNo0YsDa08RD613N22v1iPbVGXUVaDkcHbeI3rxpp3nYoIxD1vSDsUZTcZdE_GwbxBF96SO9s1AR0uRa9vdmrrSw/s320/librealbedrio.jpg" width="232" /></a></div>1. <a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2019/06/homo-deus-breve-historia-del-manana-de.html">Minuto 1</a><br />
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<span style="color: blue;"><i>«Cuando nos disponemos a evaluar las redes de cooperación humana, todo depende de la vara de medir y del punto de vista que adoptemos. El Egipto de los faraones, ¿lo juzgamos en términos de producción, de nutrición o quizá de armonía social? ¿Nos centramos en la aristocracia, los campesinos humildes, o los cerdos? [...] Al examinar la historia de cualquier red humana es recomendable detenerse de cuando en cuando y considerar las cosas desde la perspectiva de alguna entidad real. ¿Cómo sabemos si una entidad es real? Muy sencillo. Bastará con que nos preguntemos: «¿Puede sufrir?» […] Cuando olvidamos que son pura ficción, perdemos el contacto con la realidad. Entonces iniciamos guerras enteras «para ganar mucho dinero para la empresa» o «para proteger el interés nacional». Empresas, dinero y naciones existen únicamente en nuestra imaginación. Los inventamos para que nos sirvieran, ¿cómo es que ahora nos encontramos sacrificando nuestra vida a su servicio»</i> (pp. 160-164).</span><br />
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<b>La teoría de la evolución</b> --no la de la relatividad, como algunos científicos creen-- <b>fue la primera en resquebrajar el edificio humanista de Occidente</b>: esta teoría rechaza que mi yo verdadero sea una esencia indivisible, inmutable y potencialmente eterna, al contrario, defiende que todas las entidades biológicas están compuestas de partes más pequeñas y simples que se combinan y se separan sin cesar. Los seres humanos son el resultado de un desarrollo gradual de esa combinación y división entre partes y, en virtud de esa premisa, <b>nos negamos a aceptar que algo que no puede dividirse ni cambiarse</b> (el alma humana) <b>pueda ser el fruto fortuito de la selección natural</b>. Esta idea aterra a un gran número de personas, que prefieren rechazar sin más la teoría de la evolución en su totalidad antes que renunciar a su alma (pp. 98-105). A su favor juega el hecho de que <b>la política y la ética modernas se sustentan en esta premisa humanista del alma como sede de la ética y fuente de experiencias subjetivas; en contra tienen al gremio de científicos, que reman en dirección opuesta</b>.<br />
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<span style="color: blue;"><i>«De la misma manera que la brecha entre la religión y la ciencia es menor de lo que solemos pensar, la brecha entre la religión y la espiritualidad es mucho mayor. La religión es un pacto, mientras que la espiritualidad es un viaje […] El objetivo de las religiones es cimentar el orden mundano, mientras que el de la espiritualidad es escapar de él. Con mucha frecuencia, la demanda más importante que se hace a los viajeros espirituales es que pongan en duda las creencias y las convenciones de las religiones […] Desde una perspectiva histórica, el viaje espiritual siempre resulta trágico, porque es una senda solitaria adecuada para individuos y no para sociedades enteras. La cooperación humana requiere respuestas firmes y no solo preguntas, y los que se enfurecen contra las estructuras religiosas anquilosadas acaban forjando nuevas estructuras en su lugar […] La ciencia no tiene autoridad ni capacidad para refutar o corroborar los juicios éticos que emiten las religiones. Pero los científicos sí tienen mucho que decir acerca de sus afirmaciones fácticas»</i> (pp. 166-175).</span><br />
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<b>De ese pacto entre Religión y Ciencia surgió el Humanismo, que en realidad es una combinación entre un juicio ético y otro de origen religioso</b> --<i><span style="color: blue;">«La vida humana es sagrada»</span></i>-- <b>que la ciencia es incapaz de poner a prueba</b> y de la que se derivaría, a su vez, una declaración fáctica: <i><span style="color: blue;">«Todo humano posee un alma eterna»</span></i>, que es una proposición que sí está abierta al debate científico. Pero mientras los sistemas políticos y morales duraban siglos gracias al predominio de la religión, <b>el Humanismo llegó para ponerlo todo patas arriba y convenció a los humanos de que el caos es preferible al orden</b>, que la avaricia es una virtud que se materializa en el crecimiento <b>y que se vive mejor si desmantelamos los milenarios y sagrados frenos a la codicia</b>. Como consecuencia, ahora los sistemas éticos y políticos apenas sobreviven a la generación que los parió. <b>El Humanismo prometió un poder sin precedentes, y esa promesa se ha materializado; a cambio, se espera de nosotros que desistamos a otorgar un significado trascendente</b> --ya no sagrado-- <b>a la existencia</b>. Parece una profecía apocalíptica, pero lo cierto es que hoy en día la humanidad no solo es mucho más poderosa que nunca, sino más pacífica y cooperativa (pp. 201-203).<br />
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<b>El Humanismo ha impedido que en un mundo sin Dios nos sintiéramos desamparados, despistados y deprimidos</b>, sustituyendo los planes cósmicos de las religiones por experiencias individuales generadoras de sentido último (aunque no tengan vigencia más allá de una semana): en lugar de sistemas ajenos que nos digan qué sentir y esperar, debemos fiarnos de nuestros propios deseos y sentimientos. <b>La premisa básica del Humanismo es: <i><span style="color: blue;">«Si hace que te sientas bien, hazlo»</span></i></b>. Las pasiones y los sentimientos ya no se consideran vulgares o fugaces, sino la expresión instintiva de nuestra verdad más íntima (también la que más nos conviene en cada momento). <b>Una visión desde nuestros sentimientos sobre cualquier cosa</b> --la moral, la guerra, los Derechos Humanos, la política-- <b>son la autoridad suprema a la hora de determinar nuestros actos y respuestas, pero también la naturaleza de las ficciones intersubjetivas que utilizamos en el día a día</b>. Tras imponerse en todo Occidente, el Humanismo estableció que cada ser humano es un individuo único con una voz interior distintiva y una serie de experiencias irrepetibles. <b>Y esto se aplica a todos los órdenes de la vida: en política significa que el votante siempre sabe lo que le conviene; en arte que la belleza está en los ojos del espectador</b> (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/David_Hume" target="_blank">Hume</a> <i>dixit</i>) <b>y en economía que el cliente siempre tiene la razón</b>. Las decisiones libres de votantes, consumidores y clientes nos proporcionan todo el sentido que necesitamos para funcionar. Es así y es muy complicado argumentar en contra...<br />
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<b>Sin embargo, la ciencia socava la principal fuente de legitimidad de los sentimientos individuales</b> --su inviolabilidad e infalibilidad-- <b>haciéndolos depender de reacciones en cadena de procesos bioquímicos</b>. <b>Y con eso desaparece nuestra noción de libre albedrío</b>, de rasero válido para dotar de sentido al mundo y de verdad a nuestras decisiones. Cuando los accidentes aleatorios se combinan con procesos deterministas obtenemos resultados probabilistas, <b>lo cual equivale a decir que no tenemos libertad para elegir ni decidir</b>. <b>Esa simple idea resquebraja de arriba abajo el edificio del Humanismo</b>, nos confirma que no es una ideología eterna --como tampoco lo eran las religiones-- y que otro paradigma vendrá a sustituirlo. <b>Ni nuestros sentimientos dan sentido al mundo ni decidimos a partir de una libertad individual inexpugnable</b>. Resulta entonces que el Yo humanista es un relato intersubjetivo de la misma naturaleza falible que Dios, el Capitalismo, el Arte o la Política...<br />
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<i>(continuará)</i>El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-38015589812628557412019-06-14T23:12:00.001+02:002019-06-15T23:30:31.628+02:00Homo Deus. Breve historia del mañana de Yuval Noah Harari en tres minutos (1)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6UYX9CmB_jg9fYpoQR8nE0IGqFg9OedZpoxEuagUpsgaeU8o6Ca_QzOwCUYUhx5HaBHrRXQxsCpafkBamE-0gO46Yl4_tW2P0Qkmg7S_dWEmW2ppuaY24etmQHFys3rizXhBx5UEOy7m1/s1600/homodeus.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="352" data-original-width="229" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi6UYX9CmB_jg9fYpoQR8nE0IGqFg9OedZpoxEuagUpsgaeU8o6Ca_QzOwCUYUhx5HaBHrRXQxsCpafkBamE-0gO46Yl4_tW2P0Qkmg7S_dWEmW2ppuaY24etmQHFys3rizXhBx5UEOy7m1/s320/homodeus.jpg" width="208" /></a></div><i><span style="color: blue;">«Si sólo hay un mundo real y el número de mundos virtuales potenciales es infinito, la probabilidad de que habitemos el único mundo real es casi nula».</span></i><br />
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<b>Si antes no hubiera leído a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aldous_Huxley" target="_blank">Aldous Huxley</a></b> --especialmente el brevísimo texto sobre el ocio que incluye su colección de ensayos <i><a href="https://www.laie.es/es/libro/a-lo-largo-del-camino/9788494388613/505740" target="_blank">A lo largo del camino</a></i> (1925)-- estaría bastante más deslumbrado tras descubrir <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_Deus:_Breve_historia_del_ma%C3%B1ana" target="_blank">Homo Deus: Breve historia del mañana</a></i> (2015) de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Yuval_Noah_Harari" target="_blank">Yuval Noah Harari</a>; pero lo he leído <b>y por eso ahora no puedo no quitar el IVA a la parte más especulativa de su teoría</b>. Aun así, <b>debo confesar mi admiración por la capacidad de síntesis analítica de este historiador israelí, y por el modélico capítulo inicial</b>, en el que en apenas cuarenta páginas es capaz de modificar el marco mental con el que la mayoría de lectores abordamos su texto y obligarnos a entrar en el que él necesita para exponer su propuesta de futuro para la humanidad.<br />
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<b>Y es que el punto de partida del libro es absolutamente audaz: vivimos el mejor de los tiempos</b>. Esta solemne declaración --más propia de un ingenuo optimisma o de un ideólogo interesado-- hace que, de entrada, dudemos de lo que vendrá a continuación. Sin embargo, <b>aunque suene a autocomplacencia</b>, a ceguera de clase acomodada ante los graves problemas del mundo actual, una vez debidamente contextualizada la premisa, <b>debemos admitir que sí, que no podemos quejarnos de nuestro presente una vez que somos conscientes de dónde venimos</b>. Guerras, fanatismos, enfermedades inclurables, supersticiones, dictadores, manipuladores... Comparado con todo eso --y contra todo pronóstico-- <b>nuestra especie ha alcanzado niveles sin precedentes de prosperidad, salud y armonía</b>; y si a esos antecedentes le sumamos el desarrollo científico y técnico y los valores que hemos arrastrado/heredado, <b>todo indica que la humanidad se halla a las puertas de convertir en reales tres utopías que </b>(entonces)<b> parecían inalcanzables: la inmortalidad, la felicidad y la <i>superhumanidad</i></b>. ¿Qué ha cambiado para que ahora sí nos lancemos a por ellas? Pues que las religiones y <b>las ideologías que sacralizaban la vida y la situaban por encima o más allá de la existencia terrenal, han perdido la batalla frente a la ciencia</b>. Como la muerte era algo inevitable, esas ideologías dedicaron sus esfuerzos a objetivos más asequibles (mejorar destrezas, ayudar a los pobres, ser más creativos): de hecho, gran parte de nuestra pulsión artística, compromiso político y devoción religiosa se alimentan del miedo a la muerte y del deseo de legar a nuestros hijos un mundo mejor cuando desaparezcamos. <b>Sin embargo, si de repente albergamos una expectativa razonable de que nuestra vida se prolongará mucho más allá de lo normal</b>, nuestro legítimo deseo de prolongar la vida se negará a seguir usando el arte, la ideología o la religión como paliativos, <b>para lanzarnos en su lugar a experimentar sin moderación toda clase de emociones intensas con la fuerza de un tsunami</b>.<br />
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<b>Queremos una felicidad eterna y garantizada, sin sobresaltos; el problema es que nuestra sensación de felicidad está determinada por nuestra bioquímica, y no tanto por nuestra situación económica, social o política</b>. Nos importan un carajo las cosas que suceden fuera de nuestro cuerpo, sólo hacemos caso a lo que pasa en nuestro interior. <b>Estamos diseñados para minimizar y/o ignorar todo lo que no sean nuestras sensaciones físicas</b> y, por contra, nos cuesta mucho aceptar que no son más que lágrimas en la lluvia y más pronto o más tarde desaparecerán sin dejar rastro. <b>La culpa la tiene la evolución</b>: durante eones, nuestro sistema bioquímico sólo se preocupó de asegurar nuestras probabilidades de conservación y reproducción (y no ese concepto tan abstracto que hoy llamamos felicidad), recompensando con un intenso placer físico los actos que tienen que ver con la supervivencia (alimento, sueño, descanso) y la reproducción. Por eso, <b>de forma instintiva, ocupamos tanto tiempo en la búsqueda de comida y pareja</b>; los minerales con estructura atómica más parecida a la aleación artificial que consideramos hoy como la definición de felicidad. <b>Todo lo demás es secundario y lo hemos inventado después</b>. Para revertir esta condena biológica, lo mejor que sabemos hacer es desarrollar infinidad de cachivaches que nos proporcionen un sinfín de sensaciones placenteras, de modo que nunca nos falten y no dependamos de nuestras <i>«sensaciones naturales»</i> (pp. 43-47). Que digan lo que quieran los filósofos, los intelectuales, los gurús y los <i>influencers</i>: la felicidad es placer físico. Punto.<br />
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Pero no todo es solipsismo sensorial: <b>hay una realidad objetiva donde las cosas existen independientemente; aparte de esa otra subjetiva que depende en exclusiva de nuestras creencias y sentimientos</b>. Pero la clase de desarrollo bioquímico que hemos completado en este planeta y --una vez que alcanzamos un número suficiente de individuos-- <b>nuestra necesidad de contacto social para sobrevivir nos ha llevado a perfeccionar una tercera: la realidad intersubjetiva</b>, hecha de entidades que se generan y dependen de la comunicación entre muchos humanos y no de pensamientos y sensaciones individuales. <b>Las ideas de Dios, Alma, Capitalismo o Nacionalismo</b> y tantas otras --que suelen dar sentido a las vidas de muchas personas-- se han hecho fuertes en la realidad intersubjetiva, hasta el punto de que <b>la gente las toma por realidades objetivas con existencia material e independiente, cuando no lo son</b>. A pesar de esta ridícula confusión <b>hemos incrementado exponencialmente nuestra cooperación y bienestar; pero también son la causa de que discutamos, nos sacrifiquemos inútilmente y nos destrocemos mutuamente</b>. <b>El <i>Humanismo</i> ha sido fundamental a la hora de dotar de sacralidad a estas ideas</b> --y también la escritura, que ha permitido transmitirlas más allá de la existencia de las mentes individuales que las parieron--, haciéndonos creer que estos contenidos y/o relatos imaginarios tienen un poder real. No sólo eso: <b>la historia humana está hecha de estos relatos intersubjetivos, gracias a su eficacia para dotar de sentido al mundo y a nuestros actos</b>. Esa misma historia nos enseña que todas las doctrinas filosóficas nacen, se expanden, colapsan y... desaparecen. El Humanismo no va a ser una excepción: <b>su declive llegará cuando las realidades intersubjetivas de los humanos sean sustituidas por códigos genéticos y electrónicos</b>; en ese momento nuestras ficciones contemporáneas serán engullidas por realidades objetivas, y <b>la biología se fusionará con la historia, que funcionará y se explicará únicamente a base de hormonas y neuronas</b> (pp. 130-144).<br />
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<i>(continuará)</i><br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-70931692712872559532019-02-02T21:56:00.003+01:002019-02-16T10:35:24.222+01:00Las redes sentimentales mataron al reality televisivo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdHZ72rNwlVfhxU5iKQHz0RuEqUUVKHAXvZaNN1RmEfRiDaMxO3BJX_LGfFO3yls0JMe7dZyfyeEXal-ACi1w23jreiv6FC26KljWQhB8lxpleynX_vUrKCAxR4GFbL9Gek-QYAdN0AFnU/s1600/distopia2.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhdHZ72rNwlVfhxU5iKQHz0RuEqUUVKHAXvZaNN1RmEfRiDaMxO3BJX_LGfFO3yls0JMe7dZyfyeEXal-ACi1w23jreiv6FC26KljWQhB8lxpleynX_vUrKCAxR4GFbL9Gek-QYAdN0AFnU/s320/distopia2.jpg" width="320" height="162" data-original-width="1192" data-original-height="604" /></a></div><span style="color: blue;"><i>«El problema de Instagram es el mismo que el de Facebook: un conjunto de métricas que estimulan la competencia irracional, y la sensación de estar en un permanente concurso de popularidad, y un modelo de negocio consistente en la explotación de la actividad de los usuarios para revender su atención a anunciantes […] El siguiente síntoma será el comienzo del abandono de unos jóvenes que, cada vez más, se declaran hartos de unas redes sociales convertidas en el imperio de la falsedad»</i> (Enrique Dans: <i><a href="https://www.enriquedans.com/2018/11/instagram-y-la-falsedad.html" target="_blank">Instagram y la falsedad</a></i>, 2018).</span><br />
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Igual que en aquel primer día de agosto de 1981 la emisión del vídeo musical de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Video_Killed_the_Radio_Star" target="_blank">la canción aquella</a> supuso un cambio de era, el inicio de un ciclo económico y cultural que acabó con el liderazgo indiscutible de la radio en la industria musical en favor de la televisión; <b>hoy</b>, aunque sin que podamos fijar el momento de una manera tan clara, distinta y estética, <b>se impone la misma sensación generalizada de asistir a otra disrupción</b> --así se dice ahora en jerga <i>tecnócrata</i>-- <b>de igual o mayor calibre con la televisión e internet como protagonistas</b>. En los ochenta murió el <i>hit</i> radiofónico a manos del <i>videoclip</i>; <b>ahora le toca el turno al <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Telerrealidad" target="_blank">reality</a></i></b>, el género que ha dominado la pequeña pantalla, tanto en canales generalistas como temáticos durante dos décadas, y <b>en plena agonía ante nuestra narices</b> --junto con el medio que le ha servido de soporte-- <b>frente a la eficacia de las redes sociales para difundir toda clase de información devaluada</b> (a un coste mucho menor que el de su competidor televisivo). Se repite la historia en forma de doble sustitución: un nuevo formato de consumo cultural triunfa gracias a un nuevo <i>massmedia</i> que pasa a ocupar la centralidad en el panorama del ocio y la «cultura». Hace veinte años, la metáfora obvia e inapelable de un <i>videoclip</i> inaugurando un nuevo canal de televisión dedicado a la música (hoy ya no) con una canción que hablaba precisamente de eso, nos ayudó a cambiar el marco mental en el que nos movíamos; la diferencia es que hoy el <i>reality</i>, a pesar de que exhibe claros síntomas de agotamiento, se resiste a desaparecer o a caer en la irrelevancia ensayando toda clase de fórmulas escandalosas y/o ridículas. <b>No es el fin de una era, sino el inicio de una larga decadencia, tan larga que el formato y el <i>massmedia</i> nuevos que lo han soportado van a tener tiempo de quemar su esplendor y anunciar sus propios síntomas de agotamiento</b>.<br />
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<b>Las redes sociales reventaron de éxito cuando ya era una verdad a voces que internet no iba a servir para mejorar la calidad de la democracia</b> (el motivo principal para vendernos las bondades del invento), <b>ni siquiera para cohesionar comunidades</b>. Su aceptación planetaria y acrítica escondía otra amarga verdad: <b>las redes sociales son en realidad <i>redes sentimentales</i>, vertederos donde se abocan toneladas de infantiloides deseos, anhelos y frustraciones de una humanidad marcada por la ingestión excesiva de romanticismo en estado arquetípico</b> (letal en altas dosis, ya que provoca pérdida del sentido de la realidad). Las redes <i><strike>sociales</strike>sentimentales</i> son plataformas cuya influencia social a todos los niveles --aparte de otros usos menos ostentosos que sí presuponen inteligencia y reflexión-- consiste en haber dado voz y visibilidad a una patulea de ignorantes cuya tarea es esparcir sin criterio contenidos sensibleros, simplificadores, nostálgicos, obvios, violentos, intolerantes, preocupantes... inútiles. Estas redes <b>se han hecho fuertes refugiándose en el posicionamiento automático a base de tópicos y lugares comunes</b> (muchas veces erróneos e irreales) <b>para aspirar a audiencias de seis cifras</b>. Hordas de seguidores a punto de caramelo esperando convertirse en adeptos, partidarios y/o fanáticos incondicionales, en una tribu que se autodefine como una corriente ideológica cuando lo cierto es que lo único que tienen en común es que usan la misma aplicación y siguen los mismos perfiles. Bastará un incidente imprevisto o un planificado asalto al poder para que se produzca en esa masa incorpórea una mutación difícilmente reversible.<br />
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<b>Las <i>redes sentimentales</i> explotan a fondo nuestra necesidad innata de aprobación y éxito</b>, el placer culpable que experimentamos al acceder a cotilleos de <i>celebrities</i>, nuestro deleite íntimo al criticar y humillar al rival, parapetados desde el anonimato. <b>Perdemos el tiempo y la energía en hacernos oír en este barullo incesante de tonterías que hemos generado entre todos</b>. Las <i>redes sentimentales</i> superan de largo las posibilidades del mejor <i>reality</i> (aparte de que no hacen falta horarios ni producción) para formar un fabuloso alboroto hecho de perfiles --reales o no-- que hacen del <i>comentario del comentario</i> y de la banalización un estilo de vida. <b>Nos hemos acostumbrado de tal manera a ese zumbido constante que lo consideramos parte de una respuesta «natural», cuando es exactamente al revés</b>: del aprovechamiento sistemático (se habla de ello en reuniones en lujosas salas repletas de <i>gurús</i> por todo el planeta) de nuestros peores defectos como especie. Las <i>redes sentimentales</i> han pulverizado cualquier esperanza acerca de una tecnología que nos haría mejores personas o nos depositaría suavemente ante la puertas de cualquier utopía social imaginada por la literatura y la filosofía. En su lugar, nos han devuelto a un estado de gilipollismo que creíamos superado.<br />
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<b>Nos hemos «enredado» en las <i>redes sentimentales</i>, y eso nos hace sentir estupendamente</b>. No queremos despertar y comprobar que hemos perdido el norte o, lo que es peor, que <b>estamos --como se suele decir-- enganchados; y hace tiempo que no somos capaces de controlar nuestra adicción</b>. ¿Qué hacemos en las redes sociales? ¿En qué consiste «estar» en las redes sociales? Después de completar nuestro perfil finaliza la etapa «creativa» y nuestra aportación como individuos. Ya hemos vendido nuestros datos, aunque hemos mentido para parecer más interesantes; a partir de ese momento todo consistirá en pulsar el icono de la aplicación y deslizar el dedo por la pantalla para que desfilen ante nuestra mirada imágenes y noticias de un impacto decreciente a medida que pasamos el tiempo conectados. Lo hacemos mientras viajamos en transporte público, en el aparte aburrido de una reunión entre amigos, en el trabajo, mientras nuestros hijos juegan, mientras nos hablan. Los algoritmos aprenden nuestras preferencias e intereses y afinan sus propuestas de contenido: al final lo hacen tan bien que todo nos parece idéntico y aburrido. A partir de ese momento, a esos estímulos discontinuos les concedemos una misma mínima atención, ya sólo nos detendremos ante lo extremo, lo insólito, lo divertido, lo exagerado, lo siempre breve. Nuestro sentidos funcionan así: hay que incrementar la dosis para que podamos reaccionar como la primera vez. Prácticamente no interactuamos a base de «Me gusta», no sirve para nada, sólo para exponernos aún más ante los algoritmos. Pasan cinco minutos. Nos interrumpen. Nos reclaman. Salimos de la aplicación. Pasa un rato, otro hueco, otro tiempo muerto. Es casi un acto reflejo. Volvemos a empezar. Prácticamente lo mismo, sin apenas modificaciones en la pauta. Cambio de aplicación. Idéntico comportamiento. No aportamos nada, no obtenemos apenas nada. <b>El imparable descenso de los contenidos de particulares en las <i>redes sentimentales</i> es el mejor indicador del aburrimiento que experimentamos. Cuando nuestra actividad era alta quedaba en segundo plano el verdadero objetivo: pasar el máximo tiempo en ellas para extraer patrones de navegación que se puedan vender a anunciantes</b>. Ahí está el negocio y el beneficio estratosférico. Nuestros contenidos son basura, la contrapartida necesaria, el señuelo que nos haga creer que no somos el producto. ¿No estás de acuerdo? Pues le diste 'Aceptar' al contrato sin haber leído la política de privacidad antes de instalar la aplicación. <b>Las <i>redes sentimentales</i> son un negocio. «Este Negocio». Si no te gusta, vete</b>.<br />
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<b>Las <i>redes sentimentales</i> han producido impensables efectos secundarios: nos han convertido en una sociedad hipersensibilizada, especialmente con todo lo que tenga que ver con el sufrimiento sobrevenido o considerado injusto</b>. Y no porque lo combatamos activamente, sino porque nos hemos convencido de que podremos eliminarlo de nuestra pantalla (y de la realidad) a base de «Me gusta», compartir o firmar formularios en línea. No hace falta nada más para lograrlo. <b>Nos hemos vuelto ultrasensibles a las monerías de cachorros, a los momentos románticos cuidadosamente planificados, a los dramas sobrevenidos</b>, a las fábulas sobre la pérdida de autenticidad y la falta de contacto humano, <b>a los <i>zascas</i> de madres, a los alegatos ante los poderosos, a los momentos perfectos</b>... Hemos olvidado que todas esas cosas han sido diseñadas, fabricadas y distribuidas buscando nuestra reacción y posicionamiento instintivos, la sorpresa, la exhibición de sentimientos en estado puro y, por encima de todo, los finales felices... <b>El resultado es que aplicamos al mundo real la misma ridícula hipersensibilidad del mundo digital; y así nos va como especie y como sociedad</b>: los derechos de los animales por encima de los de las personas, el bienestar inmediato antes que un porvenir sostenible, la ficción antes que la realidad, el pasado antes que el futuro...<br />
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Y así vamos pasando la vida señor juez: intercalando vídeos de gatitos, trompazos increíbles, memes temáticos que sustituyen al calendario y noticias cuyo trasfondo no sabemos interpretar. <b>Definitivamente, la palabra ha perdido la batalla frente a la imagen</b>...<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-10973489675335327462018-04-22T12:30:00.001+02:002018-04-23T23:39:43.345+02:00Complejidad artificial vs. improvisación natural<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicpKGKkmaT1og9BwYfjDsmNVz3b4KRvH6ZeoyDOT-doaM-xOFbkabi39mAW2qS5tRM_9AU-pK3-bcnoC7WkF84BNMbO2kEva_xikMH6WGMhep1blHAj7LzitM-W552_Wmc8_hC-fbihmM5/s1600/algotirmo.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="437" data-original-width="630" height="222" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEicpKGKkmaT1og9BwYfjDsmNVz3b4KRvH6ZeoyDOT-doaM-xOFbkabi39mAW2qS5tRM_9AU-pK3-bcnoC7WkF84BNMbO2kEva_xikMH6WGMhep1blHAj7LzitM-W552_Wmc8_hC-fbihmM5/s320/algotirmo.jpg" width="320" /></a></div><span style="color: blue;"><i>«El optimismo da por hecho que, antes o después, todo irá a mejor automáticamente. La esperanza no se hace tantas ilusiones» (Charles J. Chaput, <i><a href="https://books.google.es/books?id=je5GDwAAQBAJ&lpg=PT131&ots=2nTyaXOw1g&dq=extra%C3%B1os%20en%20tierra%20extra%C3%B1a%20chaput&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false" target="_blank">Extranjeros en tierra extraña</a></i>, 2017)</i>.</span><br />
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<b>Empiezo copiando lo que escribí en febrero de 2007 al iniciar la serie <a href="http://bajarsealbit.blogspot.com/2007/02/nuevo-positivismo-digital.html"><i>Nuevo Positivismo Digital</i></a></b>: un automóvil jamás podrá captar la idea de que es necesario no chocar con otros automóviles o con obstáculos cuando circule; y que por mucho o muy bien que haya sido conducido, tampoco llegará a aprender ni siquiera los trayectos más habituales de su propietario (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Douglas_Hofstadter" target="_blank">Douglas Hofstadter</a>: <i><a href="https://www.laie.es/libro/godel-escher-bach/1029352/978-84-9066-069-0" target="_blank">Gödel, Escher, Bach: un eterno y grácil bucle</a></i>, 1979).<br />
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La <i>Inteligencia Artificial</i> (AI, por sus siglas en inglés) se considera hoy un logro definitivo fruto de la evolución tecnológica, la culminación de un anhelo que la ciencia ficción llevaba décadas imaginando y que ahora esta generación ha convertido por fin en realidad. Lo cierto es que <b>la AI no es más que una nueva vuelta de tuerca en la sofisticación de las instrucciones que reciben las computadoras</b>; la diferencia con lo que hacían otros programadores hace diez años es <b>la inmensa complejidad y extensión que alcanza el código de determinadas aplicaciones</b>, favorecidas por el crecimiento exponencial de la capacidad de proceso, el abaratamiento del <i>hardware</i> y la consolidación de las comunicaciones digitales. De pronto, los divulgadores científicos, las empresas y los gurús dan por completado un ciclo y declaran inaugurado otro radicalmente nuevo y mejor: <b>donde antes había código ahora hay «inteligencia», una entidad abstracta que alguien ha puesto ahí, que aprende sola y reacciona ante determinados imprevistos</b>. La tentación de considerar algo así como dotado de juicio y/o razón es demasiado fuerte.<br />
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<b>Las líneas de código de toda la vida han dado un salto cualitativo y se han convertido en <a href="http://dle.rae.es/?id=1nmLTsh" target="_blank">algoritmos</a>, una especie de protoconciencia que sintetiza información, toma decisiones y hace predicciones</b>. Toda innovación de moda tiene detrás un algoritmo, y cada vez más se adentran en ámbitos y sectores que parecían cotos exclusivos del ser humano: el <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cadena_de_bloques" target="_blank">blockchain</a></i>, buscadores, asistentes, modelos de predicción... <b>Los algoritmos necesitan mucha información para funcionar y tomar decisiones</b>: buscan y almacenan toda la que pueden de su entorno de ejecución, la ordenan, la categorizan, la cruzan y la proyectan antes de ofrecer un resultado. <b>Y en esa información va incluido, por supuesto, nuestro comportamiento virtual y real</b>: datos de navegación, compras, búsquedas, preferencias... Podría pensarse que finalmente las máquinas se van a hacer cargo de las tareas más fastidiosas y aburridas, que nos van a suministrar todo mascado, listo para consumir sin esfuerzo acríticamente. Sin embargo, la AI está velando sus armas en mercados donde el retorno de la inversión es incuestionable; <b>lo que aún está por demostrar es si esas aplicaciones están a la altura de las inteligencias naturales que las programaron</b>:<br />
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<span style="color: blue;"><b>1.-</b>Desde el siglo XIX la santísima trinidad del primer capitalismo era «Tierra, Trabajo y Capital»; y a pesar de que Marx nos hizo comprender que íbamos directos al abismo por culpa de la táctica suicida de la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Acumulaci%C3%B3n_originaria" target="_blank">acumulación primitiva</a> (la expropiación de los medios de subsistencia para reintroducirlos en el mercado, transformados en mercancía) el modelo acabó imponiéndose por méritos. Este proceso de privatización forzosa acabó hace más de un siglo con el modo de vida agrario y la economía primitiva de las colonias de ultramar, favoreciendo la acumulación de capital que financió la industrialización. No es que la <i>acumulación primitiva</i> sea una condición necesaria para la consolidación del capitalismo, pero sí suficiente para el que emergió en la Europa del XIX.</span><br />
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<span style="color: blue;"><b>A comienzos del siglo XXI, estamos experimentando los primeros efectos de un segundo proceso de acumulación</b>: esta vez es la industrialización del siglo XX la que ha financiado la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_econom%C3%ADa" target="_blank">Nueva Economía</a>. Esta economía basada en el conocimiento está acabando con las iniciativas locales y las <i>políticas folk</i>. <a href="http://ethic.es/2017/07/futuro-poscapitalismo-mundo-sin-trabajo/" target="_blank">No lo digo yo, lo dicen Alex Williams y Nick Srnicek</a> en el libro <i><a href="https://www.laie.es/libro/inventar-el-futuro/1193125/978-84-16665-19-8" target="_blank">Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo</a></i> (2017). <b>La Nueva Economía ha empezado por delegar en los algoritmos las decisiones de compraventa de valores bursátiles</b>, y aunque parece que funcionan razonablemente bien, ya <b>se han producido algunos episodios inquietantes</b>: en febrero de 2018, en la Bolsa de Nueva York, se desató el pánico a partir de una serie de órdenes de venta automáticamente compulsivas que provocó un descenso del índice de 1.600 puntos. No era la primera vez: en mayo de 2010 sucedió algo muy parecido. Las causas exactas de estas reacciones en cadena siguen sin conocerse, pero todo apunta a que <a href="https://elpais.com/elpais/2018/02/07/opinion/1518016773_371614.html" target="_blank">las minuciosas instrucciones dadas a los robots no son lo suficientemente complejas como para considerarse, no ya inteligentes, sino «humanas»</a>. <i>«Esperemos que dejar en manos de algoritmos las órdenes de venta en los mercados no acabe como Skynet en 'Terminator'»</i>. No lo digo yo, lo dice Jorge Marirrodriga en su artículo <i><a href="https://elpais.com/elpais/2018/02/12/opinion/1518459400_646556.html" target="_blank">Los robots que no tiran bombas pero juegan en la Bolsa</a></i> (2018).</span><br />
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</span> <span style="color: blue;"><b>2.-</b>La AI también se ha consolidado en plataformas de opinión virtual como <i>Twitter</i>, <i>Instagram</i> o <i>Facebook</i>: el objetivo es <b>conseguir que el usuario/consumidor pase el máximo tiempo posible conectado a las redes <a href="https://elpais.com/tecnologia/2018/02/16/actualidad/1518803440_033920.html" target="_blank">a la caza de descargas de dopamina en forma de <i>«Me gusta»</i></a></b>, cuantas más, mejor. Y si proceden de personas cercanas y/o conocidas, aún más. No lo digo yo, lo afirma Sean Parker, creador de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Napster" target="_blank">Napster</a></i> y uno de los inventores --junto con Mark Zuckerberg y Kevin Systrom-- de esta nueva droga de diseño, <b>capaz de elevar nuestro nivel de narcisismo hasta convertirlo en una sustancia tóxica</b>, incluso letal.</span><br />
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</span> <span style="color: blue;"><b>Estas mismas plataformas, además, suponen un medio ambiente tecnosocial idóneo para la proliferación de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Bot" target="_blank">bots</a></i></b>, auténticos ejércitos de perfiles falsos, creados de forma semiautomática, agazapados en la sombra, a la espera de ser activados por su propietario para favorecer estados de opinión interesados. <b>Estos <i>bots</i> son la solución darwiniana a que ha dado lugar el desinterés por la seguridad en la creación de cuentas de las principales plataformas sociales</b>. No se utilizan para dar a conocer iniciativas sin ánimo de lucro, fomentar la solidaridad o transmitir valores cívicos, sino para propagar toda clase de informaciones abrumadoramente falsas y tendenciosas, así como noticias completamente lunáticas que la gente toma por ciertas por el mero hecho de tener muchos <i>«Me gusta»</i>. Esa misma gente, después, se extraña de que los medios tradicionales no se hagan eco de esas mismas informaciones y entran en <i>modo conspiranoide</i> total (se autoconvencen de que les están escamoteando la verdad). No estamos ante un descubrimiento primordial, sino ante una reacción humana que se estudia en primero de sicología en todas las universidades del planeta. <a href="https://elpais.com/internacional/2018/03/26/actualidad/1522058765_703094.html" target="_blank">No lo digo yo, lo dice Christopher Wylie, un brillante cerebro y, al parecer, uno de los seres humanos incompletos que estaba detrás de los algoritmos de <i>Cambridge Analytica</i></a>, la empresa que generó toda clase de interferencias informativas en campañas como el Brexit, las presidenciales de EE UU de 2017, el referéndum de independencia catalán o la guerra de Siria. <b>Este uso de la AI no es el fruto de un experimento que acaba mal</b>, se desmanda o produce resultados imprevistos, <b>sino que detrás hay políticos y empresas que lo han financiado porque obtienen un beneficio directo</b>: a los primeros porque anhelan por encima de todo una opinión pública permanentemente favorable que les reporte votos; a las segundas porque buscan mantener una reputación intachable para sus marcas que no afecte a los ingresos, y que eso no tenga nada que ver con sus decisiones y con su gestión económica. <a href="https://elpais.com/internacional/2018/04/03/actualidad/1522769651_850596.html" target="_blank">El resultado de esta manipulación es que <b>nos estamos convirtiendo en unos <i>narcisistas conspiranoides</i> gracias a la dopamina, las redes sociales</b></a> --las mismas que, al nacer, aseguraron que iban a cohesionarnos como grupo y a hacernos la vida más agradable-- <b>y nuestra nefasta costumbre de informarnos exclusivamente a través de ellas</b>.</span><br />
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</span> <span style="color: blue;"><b>3.-</b>La AI toca fondo con los <a href="https://elpais.com/tecnologia/2018/02/08/actualidad/1518100868_407447.html" target="_blank"><i>deepfake</i></a>: algoritmos capaces de superponer rostros (de famosas sobre todo) en vídeos pornográficos (podría hacerse con cualquier tipo de vídeo, pero se prioriza el género que mejores ingresos colaterales podrá proporcionar). Han proliferado tantas aplicaciones gratuitas y al alcance de cualquiera que <a href="http://www.lavanguardia.com/tecnologia/20180208/44607376231/twitter-prohibe-videos-porno-falsos-deepfake-caras-famosas.html" target="_blank">Twitter, Reddit y Pornhub han tenido que prohibirlos</a>.</span><br />
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</span> <span style="color: blue;"><b>4.-</b>Incluso cuando el objetivo es loable y aparentemente inocuo, la AI obtiene resultados inesperados y desmitificadores: <a href="https://elpais.com/cultura/2018/02/08/actualidad/1518081938_287646.html" target="_blank">un algoritmo antiplagios ha sido capaz de detectar posibles fuentes de inspiración en escritores intocables como Shakespeare</a>. Es bueno que podamos desmitificar o contextualizar el trabajo de ciertos artistas, lo triste es tener que utilizar la AI para detectar plagios en ensayos, tesis, conferencias y toda clase de publicaciones universitarias.</span><br />
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<b>No sería la primera vez que de políticas y proyectos sociales bienintencionados surgen efectos indeseables no previstos</b>: en Suecia, décadas de socialdemocracia dieron lugar a un Estado que logró sustituir el papel protector de la familia y de los allegados, todo con el objetivo de erradicar la pobreza y hacerse cargo de los más vulnerables. ¿El resultado? Una de las tasas de suicido más elevadas del mundo y una plaga de soledad que costará generaciones revertir. <a _blank="" href="https://elpais.com/elpais/2018/02/19/opinion/1519045037_011714.html">No lo digo yo, lo explica Erik Gandini</a> en el documental <i><a href="https://www.imdb.com/title/tt4716560/" target="_blank">La teoría sueca del amor. El secreto de la felicidad</a></i> (2015).<br />
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<b>Queremos que los algoritmos hagan todo por nosotros: porque somos unos perezosos congénitos, porque nos aterra la incertidumbre y buscamos seguridades a cualquier precio</b>, porque ofrecer ambas cosas al usuario/consumidor es garantía de beneficios económicos y porque se puede hacer con recursos amortizables y patentables. El problema es que, a medida que las instrucciones que volcamos en los programas se hacen más y más complejas <b><a href="https://www.nytimes.com/es/2018/02/26/inteligencia-artificial-hackers-beneficios/" target="_blank">ahondamos en el uso miserable más que probable que vamos a hacer de ellos</a></b>: drones de rastreo (capaces de vigilar a una persona sin que se entere), sistemas que buscan y explotan vulnerabilidades en otros sistemas, generación de audio y vídeo de forma autónoma... <b>Es el incremento exponencial de la complejidad de las instrucciones lo que nos lleva a confundir los resultados que proporcionan los algoritmos con un comportamiento <i>inteligente</i></b>, cuando lo cierto es que no pasa de ser altamente sofisticado. Y es que, como dice Ángel Luis Sucasas, <a href="https://retina.elpais.com/retina/2018/02/19/tendencias/1519034268_083764.html" target="_blank">«La inteligencia artificial no va a ser más inteligente que nosotros»</a>. A veces olvidamos que <b>los ordenadores procesan información, que no saben (ni pueden) situarse fuera del código que los mantiene en funcionamiento ni reescribirse para corregir errores o adquirir nuevas capacidades</b>. Décadas de progreso aparente para desembocar otra vez en la paradoja del vehículo (¿inteligente?) de Douglas Hofstadter...<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-48443088338865931112017-11-11T00:48:00.001+01:002018-04-22T12:26:59.916+02:00Historia contemporánea del deseo humano<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaELUenL7owPZ0igbcFU8vqStyUm-QQZbgrVzlj1znPiX1RzqmGa3yq1pOdJtE0ZTKMCgBPH65bHXSYPtiS5pFLSpyo7bzqrqGUSJFP9haknvDCxLdK18o98IHDogiG4xKytl03tSmKSc0/s1600/sexrobots.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="800" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiaELUenL7owPZ0igbcFU8vqStyUm-QQZbgrVzlj1znPiX1RzqmGa3yq1pOdJtE0ZTKMCgBPH65bHXSYPtiS5pFLSpyo7bzqrqGUSJFP9haknvDCxLdK18o98IHDogiG4xKytl03tSmKSc0/s320/sexrobots.jpg" width="320" /></a><br />
<span style="color: blue;"><i><a href="https://elpais.com/elpais/2017/11/08/ciencia/1510168469_737727.html" target="_blank">«Hemos detenido la selección natural desde el momento en que somos capaces de criar a entre el 95 y el 99% de los bebés que nacen»</a></i> David Attenborough.</span><br />
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<span style="color: blue;"><i>«La pereza es connatural al ser humano. Si no fuera por nuestra imperiosa necesidad de procurarnos alimento y refugio no nos moveríamos del lugar donde caemos al nacer. Sólo el instinto de supervivencia está por encima de la pereza. Pero resulta que, gracias a la ciencia, a la tecnología y a nuestra peculiar forma de complicarnos la vida hemos conseguido eliminar casi todo el esfuerzo que suponía la búsqueda de alimento y seguridad, las dos actividades que, desde hace al menos diez milenios, han llenado casi en exclusiva nuestro tiempo de vida. Es más, hemos hecho tan bien lo de garantizarnos alimento y seguridad que estamos llegando a un punto en el que los satisfacemos en exceso. Nos sobra alimento (nos procuramos más del que podemos consumir, impidiendo de paso un mejor reparto y fomentando el desperdicio) y seguridad (nos protegemos contra amenazas poco probables o inexistentes). Gracias a estos dos excesos básicos la pereza vuelve a señorearse como instinto humano por excelencia. Por fortuna esa misma sociedad compleja que produce la enfermedad del exceso nos proporciona el antídoto que evitará que nos convirtamos en los seres ultraperezosos que augura <a href="http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2008/09/avanzada-su-pblico-walle-batalln-de.html" target="_blank">Wall·E. Batallón de limpieza</a> (2008) de Andrew Stanton. Tenemos a nuestra disposición dos buenas alternativas para relegar la pereza al lugar que ocupaba en nuestra lista mientras correteábamos por la sabana: el ocio y el deseo, expresados ambos en el sentido más amplio que quepa imaginar. Resueltos los problemas de alimento y seguridad, estos dos estímulos son los únicos que nos sacan de casa. Exposiciones, conciertos, gastronomía, actividades, deseos materiales, sensuales, sensoriales, adquisitivos y, por supuesto, sexuales. La cultura ha hecho un esfuerzo ingente por modificar nuestra configuración de fábrica, y cuando finalmente lo ha logrado el resultado ha sido espectacular, superando con creces el umbral de subsistencia y de incertidumbre que nos atemorizó durante milenios como animales y como homínidos. Lo que no ha podido modificar la cultura es nuestro funcionamiento a base de pulsiones, de reacciones instintivas, las acciones irreflexivas, la gratificación inmediata y egoísta. Todo esto se mantiene intacto. Y, ahora, eliminados de la ecuación el refugio y la seguridad, gracias a la tecnología y a la complejidad de nuestros sistemas sociales, rendimos vasallaje a dos sucedáneos igualmente adictivos. El deseo es el principal combustible del estado de cultura, con él llenamos el tiempo que hemos liberado al garantizarnos un excedente de alimento y de seguridad. La pereza, mientras tanto, sigue agazapada, a la espera de su oportunidad en cuanto nuevos usos y costumbres nos garanticen excedentes de ocio y deseo. Y de sexo»</i>.</span><br />
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<b>Numerosas señales parecen indicar que estamos en el buen camino</b>, en los comienzos de la era en la que <b>tendremos garantizado el ocio, el deseo y el sexo por el mero hecho de ser actividades excedentarias</b>, como sucedió con el alimento y con la seguridad. Es cuestión de tiempo. <b>Y aunque parezca un contrasentido, la que lo tiene más fácil para lograrlo es el sexo. Cuanto más simple es el estímulo más sencillo es colmarlo</b>. Hagamos un rápido repaso...<br />
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<b>Los expertos no se acaban de poner de acuerdo en las formas y técnicas de la socialización del sexo</b>; especialmente en lo relativo al umbral de tolerancia admitido a la hora de forzar las normas para frotarnos los cuerpos y procurarnos un orgasmo sin consecuencias hasta que el amanecer nos separe. En corto y claro: ligar con el objetivo nunca explícitamente declarado de obtener sexo sin compromiso; un arte que busca exactamente lo contrario de lo que dicta la ética social mayoritaria, pensada para armonizarse con la reproducción, la crianza de los hijos, el decoro y la mojigatería. Eso sí, <b>al menos existe un consenso básico sobre las principales etapas en una supuesta <i>Historia contemporánea del deseo humano</i>, que serían tres</b>:<br />
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<span style="color: blue;"><b>1.</b> Desde que a comienzos del siglo XX se consolidó el estilo de vida urbano y se debilitó la familia extensa agraria como organización familiar prioritaria, la socialización básica --incluida la sexual-- se articulaba en grupos de edad (un hecho al que sin duda contribuyó desde mucho antes la enseñanza en clases con alumnos de la misma edad desde mediados del siglo XVIII). Tras una primera mitad de siglo convulsa en matanzas y revoluciones, finalmente, en los años sesenta y setenta del siglo XX, se puede decir que estaban más que establecidos los roles, hitos y situaciones que marcaban la socialización del sexo juvenil: salir en pandillas, buscarse la vida para entrar a las mujeres ajenas al grupo, emparejarse, aprender sobre la marcha lo relativo al sexo, encontrar nuevos ídolos y rituales de afirmación, cuestionar las normas paternas... Aun así, todo esto seguía siendo compatible con el proceso de socialización para la vida adulta, ya que se asumía que todo esto no era más que una fase preparatoria, un desbravarse, algo que se abandonaba en el tránsito a la madurez y que recibía todo el apoyo del complejo machista-patriarcal. Entrar a las chicas para sobarlas y divertirse un rato con ellas se consideraba que curtía la personalidad y daba a los muchachos la clase de seguridad que iban a necesitar después como padres de familia y trabajadores. La literatura y el cine forjaron durante décadas una filosofía y una estética que servía a la vez de modelo, expresión y extensión de nuevas fronteras. Hasta que novelas como <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/En_el_camino" target="_blank">En el camino</a></i> (1957), películas como <i>Picnic</i> (1955) o <i>Rebelde sin causa</i> (1955) supusieron un vuelco en cuanto a la caracterización de la juventud, retratada por primera vez desde el malestar de los inadaptados que no se amoldaban al esquema tradicional mayoritario (por las razones que fueran, tanto chicos como chicas). El modelo pandillero había iniciado su decadencia, aunque se siguió practicando hasta bien entrados los ochenta en numerosas zonas del planeta.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>2.</b> Esos raritos/as inadaptados/as que no se enfrentan a sus padres, que están más a gusto en su habitación leyendo y escuchando música (nunca éxitos comerciales), que poseen un gran mundo interior y una gran sensibilidad y timidez, esos chicos y chicas poco a poco hicieron de su dificultad para encajar en el modelo pandillero su principal seña de identidad, hasta que la masa crítica acumulada hizo que, a comienzos de los ochenta, se dotaran de una etiqueta que les representara socialmente: <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Indie_(subcultura_contempor%C3%A1nea)" target="_blank">indies</a></i>. El/la <i>indie</i> ya no responde a las pulsiones sexuales pandilleras ni entra en el juego de los sexos a base de labia, postureo y exhibición de hormonas. Su imagen transpira languidez soñadora, misterio y melancolía, con un <i>look</i> normativo inspirado en función de la generación y la moda cultural: Nico, Hope Sandoval (Mazzy Star), Christina Rosenvinge, Leonor Watling, Zooey Deschanel, Russian Red (todas ellas iconos <i>indies</i> en su momento, antes de acabar siendo madres o adultas desplazadas por otras <i>indies</i> más jóvenes). Como señala Victor Lenore, el <i>indie</i> huye de las pandillas porque detesta la competición y fundirse en la masa; por encima de todo desea individualizarse. Una vez aceptado este principio, toda su ética, costumbres, filias y fobias deben reorganizarse a su alrededor, especialmente la socialización básica de propósito sexual. El <i>indie</i> ya no se identifica con esas técnicas más o menos exageradas y/o ridículas de los abusones y matones de las pandillas, sino que liga por sublimación mutua. El <i>indie</i>, por definición, padece aversión a la comunicación directa, le produce sonrojo y, por eso, reacciona con un distanciamiento irónico a modo de coraza con la que trata de ocultar sus carencias y verdaderos deseos. Desde entonces las relaciones sexuales, además de imponerse como modelo para la literatura y el cine, se amoldaron a patrones de reconocimiento individual en lugar de jerarquías y roles como antes: tanto él como ella debían encontrarse (normalmente en un <i>cute incident</i>) y descubrir sin presiones su afinidad de carácter, de inadaptación, de deseos, de gustos musicales... Odiar y ridiculizar el entorno social mayoritario es su pauta básica de reafirmación del deseo. Filmes como <i>Extraños en el paraíso</i> (1984), <i>El club de los cinco</i> (1985), <i>Terciopelo azul</i> (1986), las novelas de Roberto Bolaño o la música --la principal fuente de inspiración de los deseos más íntimos del <i>indie</i>-- retratan esa aproximación desde la periferia al fenómeno de la socialización sexual y cultural de los jóvenes, con frecuencia mediante una caracterización solemne y traumática de las relaciones sexuales y de las dificultades para encontrar el amor, madurar y/o aceptar a los demás sabiendo que no son tan inteligentes, sensibles y especialitos como uno mismo.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>3.</b> La tercera etapa apenas es un esbozo, pero apunta cambios importantes gracias a una extraña conjunción de factores: secuelas no previstas en la digestión social de la tecnología, vidas en permanente conexión/exhibición, poder decir de todo a todo el mundo sin tener nada interesante que decir, convencimiento autoinducido de que todas estas cosas las tenemos bajo control. El <i>indie</i> se convirtió en <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hacker" target="_blank">hacker</a></i> nada más descubrir que podía quedarse en casa (ahora ya no vive en la habitación de casa de sus padres) y obtener todo lo necesario para vivir desde allí: víveres, ropa, información, entretenimiento comercial, ocio refinado y, de paso, procurarse todos los orgasmos que hicieran falta.</span> <span style="color: blue;"><a href="http://www.lavanguardia.com/vida/20171105/432613345064/estudio-parejas-heterosexuales-tienen-poco-sexo.html" target="_blank">La sexualidad interpersonal está experimentando un declive</a>, y los expertos lo achacan a la distracción constante que propone la tecnología. Los adolescentes se han convertido en <i>vampiros</i> que renuncian al sueño porque prefieren pasar la noche usando aplicaciones sociales gracias a las tarifas planas de sus padres (los cuales no hemos parado hasta conseguir llamadas gratis e ilimitadas por culpa de la vergüenza que pasamos al tener que hablar con el novio o la novia desde el comedor, con la familia delante y los padres haciendo gestos y poniendo caras raras porque la llamada iba a salir muy cara). Por descontado, el cine y la literatura (retro)alimentan y ahondan en la descripción de un mundo hipercomplejo e hipofuncional plagado de seres que conviven en una soledad adosada: <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Neuromante" target="_blank">Neuromante</a></i> (1984), <i><a href="http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2012/07/la-distopia-plausible-hijos-de-los.html" target="_blank">Hijos de los hombres</a></i> (la novela de 1992 y la película de 2006), <i><a href="http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2015/05/ilustre-semipredecesora-ghost-in-shell.html" target="_blank">Ghost in the shell</a></i> (1989), <i><a href="http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2013/12/diagnostico-apocalipsis-cosmopolis.html" target="_blank">Cosmópolis</a></i> (la novela de 2003 y la película de 2012). Las nuevas generaciones se aplican el romanticismo de ficción como si fuera crema hidratante, encajando en este esquema --a la fuerza si hace falta-- las reacciones de su libido. Mientras gestionan todo ese aluvión de sensaciones, se sientan a esperar que les toque la lotería sentimental, el hito incontrovertible que les abrirá las puertas de esa misma madurez en compañía que han añorado/deseado en la ficción. A los jóvenes de este comienzo de siglo no les gusta especialmente la soledad, pero la prefieren si la otra opción es convivir con un extraño; también odian descubrir de pronto que han malgastado su tiempo con alguien que no valía la pena, pero por encima de todo temen perder el control de sus vidas --ya sea por azar o por error-- o dejar pasar su sueño por estar distraídos o entregados a cosas poco importantes.</span><br />
<br />
<b>Siempre creímos que la demografía era el problema</b>, que la caída de la natalidad era la más importante de las distorsiones que han introducido el bienestar, la tecnología y la abundancia. <b>Pocos imaginaron que en ese mismo proceso íbamos a modificar nuestra libido de forma tan radical, a preferir estímulos no presenciales</b>. Pensamos que el problema era que si nacían pocos bebés se pondría en riesgo el relevo generacional, <b>pero que eso no tenía nada que ver con nuestro deseo sexual, que se mantendría tal como venía de serie</b>, incluso fortalecido gracias a la liberación de la presión reproductora y la servidumbre del cuidado de la prole. Pero resulta que no, que no sólo nos da palo criar hijos, también en esto hemos sucumbido a la pereza y <b>preferimos que los orgasmos nos los sirvan en casa</b>. Y no porque no nos guste salir a por ellos, sino porque hemos inventado una manera más sencilla, rápida, eficaz y cómoda de obtenerlos sin desgastarnos física y socialmente. Si esta tercera etapa se completa, <b>la siguiente pregunta que deberemos hacernos es: ¿qué nuevo estímulo o necesidad conseguirá sacudirnos la pereza?</b><br />
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<br />El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com2Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-74990656744953795382017-07-25T22:11:00.001+02:002017-07-28T21:30:40.837+02:00Ritos pre-bladerunnerianos: Times Square<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg92uBoujI3Jrcrs_kMG6-c0VXwv2VSIIbJp_0VSeiGnEdqf5skSfK5ADIx-8PMFUAj_-kLisv2zMXgzCUMnjqlnSdoe7VZeap-feeYzfnK4Giv8a1IfjQpGNazYtXa-UnzGapvNrHgEd-w/s1600/times-square-scalinata.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg92uBoujI3Jrcrs_kMG6-c0VXwv2VSIIbJp_0VSeiGnEdqf5skSfK5ADIx-8PMFUAj_-kLisv2zMXgzCUMnjqlnSdoe7VZeap-feeYzfnK4Giv8a1IfjQpGNazYtXa-UnzGapvNrHgEd-w/s320/times-square-scalinata.jpg" width="320" height="215" data-original-width="600" data-original-height="403" /></a></div>05/10/2012: <a href="https://bajarsealbit.blogspot.com.es/2012/10/ritos-pre-bladerunnerianos-cafe-del-mar.html">Café del Mar</a><br />
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<b>Times Square es</b>, al igual que la isla de Ibiza y otros lugares muy concretos del planeta, <b>una expresión de la modernidad, un laboratorio del futuro, un avance de la sociedad que se nos avecina</b>. El aspecto de este privilegiado enclave neoyorquino a comienzos de este siglo XXI --tras la decadencia de los años ochenta-- parece haber sido <b>diseñado para responder expresamente a una inspiración basada en la película <i>Blade runner</i> (1982)</b>, pero limitada y condensada en una superficie infinitamente menor (en la película se suponía que toda la ciudad de Los Angeles --y prácticamente todo el Occidente más avanzado-- era así), no sé si conscientemente o no llevada a la atrofia escenográfica <b>por medio del cruce de la tecnología y la masificación humana</b>.<br />
<br />
A Times Square la gente acude como las polillas a la luz: por un instinto inexplicable e irrefrenable; <b>en ella se arremolinan individuos de todas las partes del planeta por el puro placer de sentirse parte de algo</b> que intuyen pero pocos sabrían expresar: <b>quizá la sensación</b> --inducida por infinidad de textos, películas, fotos y conversaciones-- <b>de hallarse en el centro de la modernidad, de una mínima pero intensa recreación de la sociedad avanzada que queremos ser</b>. Puede que la mera satisfacción de pisar el centro conceptual de algo. <b>Todo recién llegado se ve impelido a autofotografiarse</b> (solo o en grupo), dejando ver claramente la ubicación desde la que se emitirá el documento gráfico en cuanto se haga. Y no lo hacen únicamente para tener una prueba de su visita (como cualquier turista analógico), sino <b>para sentirse y compartir con los que no están allí</b> --ambas acciones son ya casi simultáneas gracias a las redes sociales-- su momentánea adhesión al principal centro de producción de presente continuo de nuestra civilización, <b>su comunión social con un agregado de personas que no representan ni identifican a nada ni a nadie pero ocupan en ese instante el espacio sagrado al que todos miran y aspiran a acceder</b>. Mientras estás en Times Square existes, eres puro presente.<br />
<br />
<b>Times Square es casi lo contrario a Ibiza</b>: el lugar está abarrotado, pero no hay suciedad, no se hace botellón (ni espontáneo ni dirigido), no hay pulsión ni desenfreno sensual primitivo y desordenado. <b>Como todos están mirando nadie se toca</b>. Es un tumulto extremadamente civilizado en el que, por encima de todo, quedan claros los límites de los individuos que lo componen. Porque no se trata de un grupo, sino de un agregado de individuos. <b>Ibiza, en cambio, es</b> suciedad, alcohol, estimulación sensorial extrema, imperio del deseo... <b>Una reserva de instintos aparentemente adormecidos o domesticados por el progreso</b>.<br />
<br />
<b>A pesar de todo, en Times Square, se genera un relato, y la gente parece conocerlo</b>, aunque sólo sea de una manera parcial. Un relato con el que ciertamente ganamos algo: nuestras imágenes tomadas en la plaza, desde ese centro del mundo, mantienen intacto su valor durante mucho tiempo. Es el deseo de perdurar, incluso por encima del presente continuo que representa Times Square; por eso peregrinamos hasta allí, para dejar constancia gráfica de un fragmento de existencia; para a continuación disolvernos en todas direcciones, sabiendo que al menos, durante unos breves momentos, hemos sido observados con envidia por esas mismas personas a las que enviamos compulsivamente nuestras imágenes. <b>Esa pulsión narcisista</b>, la misma que alimenta y sostiene las redes sociales, <b>no es más que una manifestación de nuestro deseo de brillar, aunque sólo sea como una lágrima en la lluvia</b>...<br />
<br />
<b>Sin embargo, casi nada sucede en Times Square: la única actividad real la proporcionan las tiendas de las multinacionales globales que rodean el recinto</b>, las únicas que en verdad monetizan toda esa inmaterialidad que inunda a los visitantes; también los propietarios de las pantallas que iluminan la plaza día y noche. Pero <b>la gente, los que están de paso y a pesar de eso creen ser los auténticos productores de realidad y de vanguardia por el mero hecho de existir allí, esos, no aportan nada</b>. Se limitan a ocupar un espacio, a mirarlo, a retratarlo y a consumir, exactamente como haría cualquier turista en cualquier otro lugar del mundo. <b>En realidad no somos tan diferentes de aquellos que no están en Times Square compartiendo ese instante con nosotros, pero hay algo en ese lugar que nos impulsa a creer que sí lo somos</b>. Todos miran, se miran, parecen esperar una revelación (individual o colectiva) que no se acaba de producir; y mientras tanto la expectación crece en nuestro interior, nos agitamos, nos expresamos, consumimos... Basta decir que quien diseñó <b>las gradas que hay sobre las taquillas TKTS</b> era un genio o la gente ha encontrado por casualidad el uso que mejor se aviene con este espacio efímero por excelencia: <b>un lugar desde el que contemplar Times Square como si fuera una pantalla táctil</b>, deslizando el dedo para revisar el catálogo inacabable de historias individuales que se abre ante nosotros. <b>Un lugar en el que se cumple a rajatabla el apotegma godardiano: <i>contemplar y contemplarse contemplando</i></b>.<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-56892315996081158292017-03-25T18:51:00.001+01:002017-03-26T12:05:56.981+02:00El declive de la sexualidad humana<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8K0_A-jw5k-yOAWXEXp-QfBgwpZWCfV1fUlE2kLpV-5GuLyeIT7VyiY8gc0OUTBgV-mBQhYt6_6pDbgdeaMh_QOvvdWixuAgJVO3hhQWgoF8XUZNQz6Nmr4yTN0kerrTAsPcTQZZvKakx/s1600/cocooning.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="305" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8K0_A-jw5k-yOAWXEXp-QfBgwpZWCfV1fUlE2kLpV-5GuLyeIT7VyiY8gc0OUTBgV-mBQhYt6_6pDbgdeaMh_QOvvdWixuAgJVO3hhQWgoF8XUZNQz6Nmr4yTN0kerrTAsPcTQZZvKakx/s320/cocooning.jpg" width="320" /></a></div><span style="color: blue;">«En nuestra cultura, se comete con cierta frecuencia el error de identificar lo natural con lo deseable. Esto sucede cuando se habla de la alimentación o los tratamientos médicos, pero también con algo tan delicado como nuestro comportamiento sexual. Este sesgo lleva en ocasiones a buscar en la naturaleza ejemplos que doten de legitimidad a determinadas posturas ideológicas. Es el caso del uso de los chimpancés o los bonobos como referencia sobre lo que debió ser en su origen la sexualidad humana. Estas dos especies animales son las que, evolutivamente, se encuentran más cerca de nosotros. Los primeros viven en sociedades controladas por los machos y son mucho más violentos, también en el sexo. En el caso de los segundos, son las hembras las que se asocian entre sí para controlar los grupos, sus niveles de violencia son mucho menores y el sexo es una herramienta más para reforzar lazos […] El origen de los conflictos entre sexos se encuentra en la aparición del sexo mismo. La existencia de células grandes y caras de producir, como los óvulos, y otras mucho más abundantes y baratas, como los espermatozoides, generó estrategias diferentes entre los sexos. Los individuos que generan el primer tipo de células suelen tener la ventaja de que se reproducen con mayor frecuencia, pero también pueden ser víctimas de las tácticas agresivas de (casi siempre) los machos, que deben superar una competición mucho más intensa si quieren transmitir sus genes».</span><br />
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</span> <span style="color: blue;">Daniel Mediavilla: <a href="http://elpais.com/elpais/2017/02/18/ciencia/1487441026_275209.html" target="_blank">La incómoda historia de la violencia entre sexos</a> (2017)</span><br />
<br />
<b>Un espectro recorre el mundo tecnológicamente desarrollado y demográficamente estancado: el sexo, la actividad humana que parecía imposible de virtualizar</b> (por razones <i>a priori</i> obvias), el último imperio de los sentidos, <b>que parece haber desembocado en un callejón sin salida evolutivo</b>. Como función ligada a la reproducción hace tiempo que dejó de ser un monopolio, y ya son varias generaciones las que han crecido desde entonces disociando por completo ambos conceptos. La evolución de las costumbres y el desarrollo científico ofrecen alternativas viables y plausibles: no es solamente que la fecundación y la gestación puedan ser artificiales, subrogadas o contratadas, es que la misma carga genética del feto podrá ser, en breve, elegida a la carta por los progenitores. La excusa actual para no hacer libremente esto último es que solo se empleará para evitar enfermedades hereditarias o tendencias estadísticamente preocupantes, pero lo cierto es que ya hay una legión de padres y madres suspirando y dispuestos a pagar lo que sea por escoger el sexo, el color de los ojos o del pelo de sus hijos. Y ya puestos, que sean muy altos, que no tengan el gen de la obesidad... Va a pasar.<br />
<br />
<b>El único y definitivo atractivo de la reproducción es la inexplicable pulsión que nos lleva, tarde o temprano, a querer transmitir nuestra herencia genética</b> (y también nuestro estilo de vida y opiniones sobre cualquier cosa); sin duda es <b>un deseo de trascendencia arraigado en lo más profundo de nuestro córtex reptiliano</b>, lo que hace que sea difícilmente extirpable y/o modificable. La cosa es que una gran mayoría, en un momento u otro de nuestra existencia, decidimos voluntariamente ser padres o madres, y si no queremos/podemos apañárnoslas con el método más natural, placentero y barato, echamos mano a alternativas igualmente válidas y fiables. Lo cierto es que --como especie-- <b>si una parte de la humanidad no puede reproducirse de modo natural no es ningún drama, ya que somos suficientes sobre el planeta como para garantizar el relevo generacional</b> (de hecho estamos por encima de la tasa ideal de proliferación respecto a los recursos disponibles); pero claro, cada individuo quiere experimentar la paternidad/maternidad individualmente, no es algo que prefiramos delegar en la especie, así que este argumento tan racional no cuenta demasiado. <b>En la práctica --como modelo de negocio-- tratamos cada caso individual como si fuera nuestra última oportunidad como especie para sobrevivir</b>, porque somos irrepetibles y tenemos una única vida. Es un derroche admirable, encomiable y generoso en el que a veces se ignoran o se minimizan las secuelas de quienes lo padecen.<br />
<br />
<b>Sin embargo, de lo que sucede justo después de parir apenas se dice nada</b>. ¿Qué pasa cuando finalmente hemos conseguido hacernos responsables de un nuevo ser humano que nos sobrevivirá? ¿Está su sustento diario garantizado? ¿Nos hemos planteado cuidadosamente su educación o más bien improvisamos sobre la marcha? <b>Hay una ingente cantidad de literatura sobre este parte del proceso</b> (criar hijos requiere un esfuerzo que puede llegar a hipotecar una vida), <b>y aunque el derroche de recursos de la crianza es infinitamente superior al de la concepción y gestación, los errores y carencias en este proceso no nos sorprenden o indignan tanto como ciertas capacidades y logros de la ciencia en el ámbito de la reproducción asistida</b>. Si sólo nos fijamos en la cantidad de recursos invertidos en una u otra, está claro que nos obsesiona el nanosegundo en que se transmite nuestro ADN durante la fecundación y nos la trae al pairo todo lo que viene después.<br />
<br />
Somos seres adaptativos, en eso no nos diferenciamos del resto de animales de planeta, así que <b>antes que rebelarnos racionalmente ante esta paradoja, preferimos modificar lo que haga falta en nuestras vidas para que nuestra existencia</b> (única y finita, cada vez somos más conscientes de ello) <b>sea lo más placentera y segura</b>. Y lo hacemos pensando que en realidad se trata de cambios mínimos que no afectarán a lo esencial de nuestra identidad o de nuestra convivencia como grupo. Pero luego pasan tres generaciones y resulta que ya no nos reconocemos ni en la vida ni en el mundo que nos legaron nuestros abuelos; sí, hemos cambiado, pero solo nos damos cuenta con la suficiente perspectiva. <b>Durante nuestro tiempo de vida no solemos detectar las alteraciones que vamos introduciendo a largo plazo, ya que únicamente actuamos según dos principios básicos e inapelables: aumentar nuestra longevidad al máximo y la ley del mínimo esfuerzo</b>; y el poscapitalismo, que lo ha comprendido hace tiempo, explota ambos a conciencia. Por tanto, es poco probable que una mayoría humana priorize actuar como especie porque estamos demasiado ocupados en vivir el máximo con el mínimo imprescindible. Como mucho, <b>podemos deducir un horizonte de sucesos para un futuro a medio plazo a partir de algunos síntomas demográficos y de comportamiento</b>:<br />
<br />
<span style="color: blue;">1. La demografía en Japón (una de las sociedades más avanzadas del planeta) está entrando en una fase donde el descenso de la natalidad es estructural, y los enormes costes de la crianza hacen que la tasa de crecimiento sea negativa.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;">2. Esta involución interfiere con una longevidad (en esa mayoría que no se reproduce) inédita en la historia humana: en Japón, más de 65.000 personas tienen más de 100 años y poseen una aceptable calidad de vida.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;">3. A estas dos tendencias se añaden algunas disfuncionalidades sobrevenidas tras décadas de obsesión por el bienestar y la seguridad, como los <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cocooning" target="_blank">cocooning</a></i> (el palabro positivamente correcto de este fenómeno es el <i><a href="http://elpais.com/elpais/2017/03/22/buenavida/1490183687_382361.html" target="_blank">nesting</a></i>) o los <i><a href="http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/20/mundo_global/1490008541_339286.html" target="_blank">vírgenes</a></i>.</span><br />
<br />
¿El resultado? <b>Una juventud en recesión, sometida por una mayoría envejecida que acapara los recursos hasta su muerte, una juventud criada en la abundancia que subsiste con lo justo, con todas las comodidades proporcionadas por sus progenitores, llega a la conclusión de que el sexo es una complicación, un esfuerzo vital que no compensa, una pulsión ancestral que conviene domesticar</b>. Esta generación concibe el sexo como una estrategia que dilapida energía y costes (la búsqueda, el cortejo, el apareamiento, la crianza), un estilo de vida que desgasta y acorta la vida; ante esto reaccionan con una lógica darwiniana: <b>renunciando a él, posponiéndolo hasta el infinito, domesticándolo</b> (con o sin esfuerzo, con o sin alternativas) <b>y reconduciendo la energía que ahorran en gratificación inmediata y personal</b>. Es difícil argumentar en contra.<br />
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La eclosión de toda clase de servicios relacionados con el sexo artificial/virtual (aparte del de pago de toda la vida) les ha acabado de convencer: <b>¿para qué apostar por una relación monógama, abocada a la crianza agotadora, si podemos disfrutar del sexo a demanda, sin responsabilidades, en las dosis deseadas, aséptico y sin consecuencias?</b> Los más audaces van un paso más allá: ¿para qué dedicar tiempo y recursos al sexo en general? Mejor renunciar por completo a él y dedicar el tiempo y los recursos liberados a uno mismo. En Japón cada vez más hombres (jóvenes, pero también adultos) renuncian voluntariamente al sexo, son los llamados <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hombre_herb%C3%ADvoro" target="_blank">herbívoros</a></i>: lo hacen porque en su balance de coste/beneficio encuentran que sufren menos, que viven más y mejor y tienen más tiempo para su ocio (se satisfacen los dos principios básicos). Es más, un 45% de matrimonios admite que funciona sin sexo: por cansancio, por simplificar la vida diaria, por falta de deseo... La cosa es que, teniendo acceso a él, prefieren no practicarlo. <b>Y no es que hayamos querido alcanzar este paradójico estado de cosas</b> (beneficios individuales/pérdidas colectivas) <b>para fastidiar, es que el agregado de individualidades en que se ha convertido nuestra especie no deja apenas espacio para nuestro comportamiento como grupo social, basado en consensos</b>.<br />
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Nada indica que vayamos a ser capaces de modificar el rumbo de los acontecimientos: los medios, las redes sociales, los servicios personalizados, no dejan de proponer alternativas, sugerencias y opciones para aumentar el placer, mejorar las prácticas sexuales y fomentar la práctica sexual tradicional; y sin embargo pocos son los que admiten tener tiempo y ganas para ponerlas en práctica. <b>Lo que triunfa, en cambio, es el sexo mediante pantallas interpuestas, con cachivaches de todo tipo o apuntarse al <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/ASMR" target="_blank">ASMR</a></b> (una excitación puramente sensorial de la parte más primitiva de ese mismo córtex reptiliano que un día fue nuestro cerebro). El ASMR lo practica gente que no quiere, puede o sabe nada de intercambios físicos de toda la vida, que engrosan su vanidad asegurando que se trata de «orgasmos cerebrales», un absurdo eufemismo que pretende demostrar que han encontrado la alternativa definitiva al acto sexual en algo más evolucionado y gratificante que el placer sexual. <b>En realidad, el ASMR es lo más parecido a la sublimación de los sentidos freudiana</b>, esa misma que exhibían orgullosos los burgueses decimonónicos de buena familia que no se comían una rosca y que se las daban de sensibles y aseguraban que el placer artístico era más intenso y mejor que el sexual (aunque luego se aliviaban en burdeles). Auténticos pioneros de la autogestión sublimada que luego extendió la tecnología.<br />
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<b>Y así vamos pasando la vida señor juez: inmersos en un discurso ubicuo e irreal que fomenta actividades que propicien encuentros sexuales «presenciales», cuando nuestra realidad diaria está repleta de renuncias y escaqueos</b>. Alguien podría pensar que todo eso se hace para animar a una sociedad apática, quemada, hundida en lo fácil inmediato y que no planifica nada; pero no es verdad: <b>puede que ese discurso se haya especializado y hecho más sofisticado, pero lo cierto es que no ha variado en lo esencial desde más de medio siglo</b>. Un discurso que no sabe/no quiere darse por enterado de los cambios sociales que se están produciendo porque aún no tiene otro distinto que oponer, uno que sea compatible con las nuevas prioridades de la gente, o porque aún no sabe cómo rentabilizarlas... <b>Vivir más está claro que viviremos más, pero se nos hará indudablemente más largo y aburrido. Eso si no encontramos antes la manera de deshacernos o de modificar el córtex reptiliano que llevamos incorporado de serie</b>.<br />
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<br />
El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-49960410695653434762017-01-23T20:39:00.001+01:002017-03-26T12:12:43.099+02:00Una sociedad en plena evaporación<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5i_9z6kNqAhChcaHZKzgx01EuaXMn45tUD5-grk265Nh9CoWF2qvBQ24qid6sC8mucc0RnBINJPW1OwTVNQnBhiQH1AhzlTEdaIsOFGwE6im4x_5kZ9A-qP10XdVBqzu75RbldQN5w6kn/s1600/confusion.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5i_9z6kNqAhChcaHZKzgx01EuaXMn45tUD5-grk265Nh9CoWF2qvBQ24qid6sC8mucc0RnBINJPW1OwTVNQnBhiQH1AhzlTEdaIsOFGwE6im4x_5kZ9A-qP10XdVBqzu75RbldQN5w6kn/s320/confusion.jpeg" width="320" height="241" /></a></div><span style="color: blue;">1. Google es una agencia de publicidad que finge ser un servicio de búsquedas en internet.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;">2. Facebook es el medio de comunicación más grande del mundo y sin embargo no necesita generar su contenido: le basta con captar, retener y segmentar audiencias para que otros lo hagan por él.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;">3. Amazon simula ser un <i>marketplace</i> infinito que teje una red logística global formada por dispositivos domésticos diseñados para pedidos casi automatizados para alimentarlo sin descanso.</span><br />
<br />
<b>El sociólogo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Zygmunt_Bauman" target="_blank">Zygmunt Bauman</a></b> --recientemente fallecido-- <b>definió la modernidad contemporánea como «líquida»</b> (en contraste con la pétrea e inmovilizante ideología social de la era predigital), <b>caracterizada por su naturaleza cambiante, inasible, fugaz, precaria, contradictoria</b>... Lo único que permanece en la moderna ideología social de la era digital es su existencia como <b>una capa social de innovación compuesta siempre por algo nuevo y diferente</b>, contradictorio incluso. Se supone que ese cambio constante es algo puramente adaptativo, fruto de las necesidades del presente, cuando lo cierto es que <b>la mayoría de las veces es una simple respuesta dictada por los requisitos del mercado</b>. En cuanto deja de ser útil se evapora sin dejar rastro y es sustituida por una nueva ideología de la modernidad, que es adoptada casi acríticamente con la misma naturalidad que la anterior a pesar de que lo más probable es que desaparezca igual de rápido que su predecesora.<br />
<br />
<b>Bauman sostiene que esta liquidez acaba calando en el comportamiento del individuo</b>: la expresamos en nuestras preferencias cambiantes, en las compras que hacemos, en nuestras opiniones políticas... <b>Somos igual de líquidos que la ideología social que nos mantiene en sociedad</b>, y sin embargo ese pegamento social se compone de mutaciones y vaivenes que no dejan rastro, sin apenas contenido ni duración, y que aun así exhibimos como si nunca nos traicionáramos respecto a los anteriores. No soy un experto en Bauman, pero <b>me parece que también en lo colectivo nuestros actos revelan esa misma ideología líquida: la masa, los tumultos civilizados, se parecen asombrosamente a los principios de la dinámica de fluidos, esa que se basa en las leyes físicas de la conservación</b>. Sus enunciados, sin haber sido formulados para explicar el funcionamiento de la sociedad, ilustran tangencialmente sobre el comportamiento conflictivo a que da lugar la evolución de los sistemas complejos:<br />
<br />
<span style="color: blue;">1. La <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_conservaci%C3%B3n_de_la_masa" target="_blank">conservación de la masa</a>, que afirma que la masa siempre permanece constante en una reacción dada, excepto en las reacciones nucleares, donde hay que tener en cuenta la equivalencia entre masa y energía.</span><br />
<span style="color: blue;">2. La <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cantidad_de_movimiento" target="_blank">conservación del momento lineal</a> (más conocida como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_ley_de_Newton" target="_blank">Segunda Ley de Newton</a>), en la que la cantidad de movimiento se mide multiplicando la masa por su velocidad.</span><br />
<span style="color: blue;">3. La <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_la_conservaci%C3%B3n_de_la_energ%C3%ADa" target="_blank">conservación de la energía</a> (más conocida como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Primera_ley_de_la_termodin%C3%A1mica" target="_blank">Primera Ley de la Termodinámica</a>), según la cual, en un sistema aislado, la cantidad de energía permanece inalterable a lo largo del tiempo. Aunque luego la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Segunda_ley_de_la_termodin%C3%A1mica" target="_blank">Segunda Ley de la Termodinámica</a> se encarga de matizar un poco este enunciado tan optimista: aunque la energía no se pierde sí que se degrada mediante un proceso irreversible (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Entrop%C3%ADa_(termodin%C3%A1mica)" target="_blank">entropía</a>), transformándose en energía también, pero menos aprovechable.</span><br />
<br />
<b>Es curioso cómo estos enunciados</b> --formulados para explicar el comportamiento de partículas y átomos-- pueden explicar, aunque sea por extrapolación, <b>también puede decir algo sobre los grupos humanos</b>. Parece que quieren extender su alcance explicativo, añadir algo que escapa al ámbito específico para el que fueron pensados, expresar una continuidad, una coherencia lógica válida también para el mundo macroscópico. <b>Una hipotética <i>dinámica social de fluidos</i> explicaría nuestra innata tendencia al conservadurismo, nuestras eternas disputas sobre la velocidad de los cambios sociales, la manera correcta de cuantificar pérdidas, derroches y dilapidaciones</b> (inevitables por ley) de toda modificación colectiva (planificada o no); quizá también para predecir <b>la propensión imparable hacia la complejidad de nuestros sistemas organizativos</b>. Puede que la única incógnita que quede por resolver tenga que ver con el contenido de esa realidad social a la que se supone que acceden las sociedades cuando colapsan por exceso de entropía y adquieren un equilibrio <i>termo-organizacional</i> parecido al de las partículas elementales.<br />
<br />
<b>Todo esto encaja</b> --o al menos no lo contradice-- <b>con el instinto de conservación como especie</b> (no como individuos) <b>que exhibimos</b>, con nuestra necesidad de obtener seguridades relacionadas con la supervivencia en el tiempo y con nuestra continuidad como grupo. <b>La <i>dinámica social de fluidos</i> como teoría del comportamiento social podría funcionar como una metáfora desconcertante</b> (a veces instructiva) <b>para explicar el agregado de comportamientos y decisiones individuales que colapsan instituciones, ciudades, servicios, espacios, recursos</b>. La misma que podría provocar cambios legislativos en gobiernos que aún tienden al inmovilismo, al comportamiento obsesivamente procedimental y a un elitismo cada vez más ostensible.<br />
<br />
<br />
El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-33015042199204965902016-07-30T20:32:00.000+02:002016-07-30T20:32:29.386+02:00El desierto programado (y III)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaUt8hB5ykrhX-ilMgTQuOnhjpWysclu-243cZcxC82RuXtZBxbHE0dX29vV4D0gfbZOOkZ9Hn6zUuZ947dWI6TPenXL1zkWhihPvf9APTj1HBx1VfDht2JFHfGKXK0KEkQwqrVAUwMp2G/s1600/Comparaci%25C3%25B3n+entre+las+distop%25C3%25ADas+de+Orwell+y+Huxley+1.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="267" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaUt8hB5ykrhX-ilMgTQuOnhjpWysclu-243cZcxC82RuXtZBxbHE0dX29vV4D0gfbZOOkZ9Hn6zUuZ947dWI6TPenXL1zkWhihPvf9APTj1HBx1VfDht2JFHfGKXK0KEkQwqrVAUwMp2G/s320/Comparaci%25C3%25B3n+entre+las+distop%25C3%25ADas+de+Orwell+y+Huxley+1.jpg" width="320" /></a></div><a href="http://bajarsealbit.blogspot.com.es/2016/03/el-desierto-programado-i.html">El desierto programado (I)</a><br />
<a href="http://bajarsealbit.blogspot.com.es/2016/05/el-desierto-programado-ii.html">El desierto programado (II)</a><br />
<br />
<span style="color: blue;">«Los libertarios civiles y los racionalistas que siempre están alerta contra la tiranía han olvidado tener en cuenta el infinito apetito de distracción del hombre».</span><br />
<br />
<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_visita_a_un_mundo_feliz" target="_blank">Nueva visita a un mundo feliz</a></i>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aldous_Huxley" target="_blank">Aldous Huxley</a> (1958)<br />
<br />
<b>Estoy persuadido de que cuatro novelas distópicas con menos de cien años ofrecen un vistazo bastante creíble a nuestro futuro a medio plazo como sociedad compleja</b>, cuatro narraciones de ficción que aciertan parcialmente --tanto por convicción como por casualidad, no pienso entrar en eso-- en algunos detalles de nuestro provenir <b>como especie y como grupo social</b>:<br />
<br />
<span style="color: blue;"><b>1.</b> <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_feliz" target="_blank">Un mundo feliz</a></i> (1932) de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aldous_Huxley" target="_blank">Aldous Huxley</a> se adelanta en 46 años a la idea de la clonación en laboratorios; y también en casi un siglo a la fecundación bajo demanda. Los bebés son encargados con una serie de características (en la novela son más bien rasgos de carácter, no físicos, aunque también), orientadas a la función y al estrato social que ocuparán de adultos en la sociedad (de momento esta selección artificial hoy sólo se contempla para erradicar enfermedades hereditarias. Lo que es seguro es que luego vendrán los padres pastosos con sus caprichos ridículos). Además de especular con un futuro en el que las mujeres han conseguido librarse de la gestación gracias al progreso científico, <i>Un mundo feliz</i> pronostica que la crianza y la educación --mediante técnicas de condicionamiento psicológico nada sutiles (Freud estaba de moda)-- también serán cosa de instituciones ajenas a la familia. En el libro de Huxley, ésta se considera una forma de organización primitiva, un riesgo para la salud; y esa es la razón por la que se han dedicado tantos esfuerzo a erradicarla. Toda esa liberación biológica y socializadora proporciona un tercer beneficio: liberada de ambas cargas, la juventud puede (y debe) entregarse a los placeres sensuales (hoy diríamos a intercambios multi o polisexuales) con ayuda de un sofisticado estimulante farmacológico (el <i>soma</i>, hoy hemos rebasado esa previsión con un amplio catálogo de drogas de diseño). La promiscuidad y el sexo sin garantía de embarazo se consideran una pauta de socialización sana, y quien no la sigue (el protagonista entre otros) es un peligro potencial, alguien que merece ser vigilado o apartado. Hoy en día, los portales y <i>app</i>de contactos garantizan que esto pronto será un estilo de vida --una vez consolidada la disociación entre fecundación y sexo-- que se fomentará en las escuelas; y mantener numerosos intercambios sexuales (simultáneos o secuenciales) será un síntoma de buena salud, un complemento que ayudará a sobrellevar las largas jornadas que requerirá la especializada organización del trabajo. También hoy podemos decir que se ha consolidado un ocio ubicuo y sensorial muy similar al que describe la novela. </span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>2.</b> <i>Hijos de los hombres</i>, tanto la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/The_Children_of_Men" target="_blank">novela</a> original de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/P._D._James" target="_blank">P. D. James</a> (1992) como la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Children_of_Men" target="_blank">película</a> de <a href="https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=3000767554236112757" target="_blank">Alfonso Cuarón</a> (2006), sobre todo esta última por la importantísima puesta al día en ambientación y anticipación sociocientífica: la acción se sitúa en un mundo en el que --por razones que la ciencia aún no ha descubierto-- hace años que no nacen niños; una premisa genialmente sencilla por su plausibilidad y verosimilitud que nos recuerda lo frágil que es el equilibrio que nos mantiene en este planeta. Normalmente damos por supuesto que las generaciones se sucederán unas a otras de forma natural (en realidad se trata de una suma de decisiones individuales), cuando lo cierto es que un mero cambio de costumbres o una enfermedad desconocida nos pueden llevar, como especie, a un callejón sin salida. Así pues, la población envejece, en menos de un siglo habrán desaparecido todos los humanos, y sin embargo siguen viviendo como si nada, con la secreta esperanza de hallar un remedio a la esterilidad sobrevenida; pero también acumulando graves secuelas psicológicas (aislamiento, atomización de las relaciones, egoísmo, desconfianza) y radicalismos ideológicos (desigualdades económicas, cierre de fronteras, persecución de la inmigración). La humanidad se sabe abocada a una extinción silenciosa y sin violencia, víctima de sus propias contradicciones, sin necesidad de subvertir en lo más mínimo la teoría de la evolución, o las leyes de la termodinámica, y sin recurrir a catástrofes nucleares o conflictos bélicos planetarios. Lo más inquietante de la novela es que retrata lo que será, en unas décadas, si no se invierten los actuales indicadores demográficos, un mundo envejecido; no exactamente sin niños, pero sí donde éstos serán un segmentos descendente de la población. En nuestro mundo real no será por culpa de una pandemia que de pronto vuelva estériles a hombres y mujeres, sino porque no tener descendencia es la mejor estrategia evolutiva para encajar en la sociedad ultraespecializada que nos hemos montado. El libro y la película avisan: retirar una pieza que creemos minúscula puede provocar que toda la estructura se venga abajo sin remedio.</span><br />
<span style="color: blue;"></span> <span style="color: blue;"></span><br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="color: blue;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgJDxysuxsJl57MC8UnTSB8BdjoAobmRp9mN-9E9eLCllNrZDPNUG1CFzoWBrdm25QAk2n6Nxm-DTBBnR-F9JtfHOkrfHaGrYGzO7wCbDyP9jdyG4Zp2kfQhPc1v3hJgWdjZHnjCwZ90cA/s1600/Comparaci%25C3%25B3n+entre+las+distop%25C3%25ADas+de+Orwell+y+Huxley+3.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhgJDxysuxsJl57MC8UnTSB8BdjoAobmRp9mN-9E9eLCllNrZDPNUG1CFzoWBrdm25QAk2n6Nxm-DTBBnR-F9JtfHOkrfHaGrYGzO7wCbDyP9jdyG4Zp2kfQhPc1v3hJgWdjZHnjCwZ90cA/s320/Comparaci%25C3%25B3n+entre+las+distop%25C3%25ADas+de+Orwell+y+Huxley+3.jpg" width="223" /></a></span></div><span style="color: blue;"><span style="color: blue;"><b>3.</b> <i><a href="https://fr.wikipedia.org/wiki/La_Possibilit%C3%A9_d%27une_%C3%AEle_(film)" target="_blank">La posibilidad de una isla</a></i> (2005) de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Houellebecq" target="_blank">Michel Houellebecq</a> especula con un posible futuro para la élite que sobreviva a un planeta inhabitable desde el punto de vista climático y medioambiental: seres humanos aislados en zulos de ocio hipertecnificados que les provee de todo lo necesario sin tener que salir al exterior, clonados desde hace generaciones (no concebidos mediante sexo ni criados en familia) y que se siguen considerando parte del ser humano original cuyo respectivo genoma les sirve de réplica. En esta novela se supone que llegará un punto en que la naturaleza estará tan degradada que la supervivencia de la especie humana sólo será posible gracias a la tecnología, pero no sólo para obtener alimento y aire que respirar, sino para perpetuarse en el tiempo. La clonación evita tener que mantener costosos entornos sociales basados en los que conocemos en la actualidad (no hacen falta escuelas, ni instalaciones de abastecimiento ni viviendas familiares). La clonación también permite prescindir de todas las clases de socialización que hemos conocido en los últimos milenios, de manera que una casta de elegidos para la gloria --según la novela, surgida en nuestro presente como una secta rodeada de polémicas de toda clase-- consigue sobrevivir a base de autorreproducirse en el tiempo, generando reemplazos idénticos de sí mismos cuando el cuerpo se queda sin aliento. La memoria, además, se puede conservar y acumular para la siguiente generación, por lo que la identidad de la nueva réplica es la misma, pero incrementada. Probablemente es la profecía más disparatada de las cuatro novelas, aunque la tecnología que la sostiene ya es casi una realidad, igual que el retrato de esas élites zumbadas de nuevos ricos que no pararán hasta dar con un sucedáneo de la inmortalidad.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>4.</b> <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Noches_de_coca%C3%ADna" target="_blank">Noches de cocaína</a></i> (1996) de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/J._G._Ballard" target="_blank">James G. Ballard</a> retrata un aspecto del futuro muy relacionado con la novela de Houellebecq: en las actuales urbanizaciones de lujo del Mediterráneo --la novela transcurre en la Costa del Sol (Málaga)-- se atrincheran cada vez más los jubilados pastosos y los pastosos a secas, y tanto el miedo a que les despojen de sus pertenencias como el deseo de aislarse del resto del mundo hace que blinden sus casas y diseñen unas vidas aisladas. Ballard retrata el ambiente en una urbanización habitada sobre todo por británicos cuyas zonas de recreo y actividades culturales se mantienen en funcionamiento gracias a los robos que perpetra uno de los gerentes, convencido de que es precisamente el temor a los asaltos lo que lleva a estos pastosos atrofiados a refugiarse de nuevo en la comunidad, a participar y organizar juegos, competiciones deportivas, exposiciones, talleres... Esta idea es sólo el <i>leitmotiv</i> de un argumento por fortuna bastante más complejo e interesante, muy del estilo de Ballard, adornado --como es habitual en él-- de increíbles descripciones del presente repletas de extrañamiento extraterrestre. Con todo, esta idea (la inseguridad personal, en determinados entornos, haría que nos volcáramos de nuevo en la comunidad de la que hemos huido) podría explicar el actual ciclo de enroque antisocial e individualista de las élites, el blindaje al que se someten con la excusa de su protección personal. A medida que la población se prejubila, da un pelotazo o envejece se llena de personas ociosas, y todos los que se lo pueden permitir se rodean de comodidades y se desentienden de lo comunitario, de la política, de sus iguales; el egoísmo es la pauta, y según Ballard sólo la amenaza o la experiencia directa de haberse vistos despojados de sus propiedades es lo que puede devolverlos a la sociedad, aunque sólo sea a través de un espejismo de solidaridad, hecho de actividades ridículas y sin finalidad práctica, que dé salida a su egoísmo.</span><br />
<br />
<span style="color: black;"><b>La combinación de estos cuatros textos podría encajar en la clase de sociedad que estamos fraguando y que podría cristalizar en las próximas dos décadas</b> (o menos). Una sociedad que renuncia voluntariamente a la procreación (a cambio de una expectativa de bienestar egoísta) y que sin embargo mantiene intacto el deseo de transmitir su legado a las generaciones futuras. Una sociedad que recurre a la tecnología para aislarse cada vez con más eficacia y que a la vez espera que la comunidad que abandonan gracias a sus ingresos les siga suministrando servicios (alimentos, curar sus enfermedades, autogestionar la sexualidad, protegerse, matar el aburrimiento) y garantizando su estatus.<br />
<br />
<b>Ese futuro probable es lo que yo llamo el <i>desierto programado</i>: nuevas pautas sociales que se extienden y naturalizan a medida que la población envejece, la natalidad decrece y la tecnología nos permite aislarnos y prescindir de buena parte de las relaciones interpersonales</b>. Es como cuando en un hábitat natural la modificación (degradación) de una de sus condiciones medioambientales da lugar a la proliferación descontrolada de una única especie (una planta que ahoga a todas las demás, una especie animal que acaba con las demás). <b>El <i>desierto programado</i> es una sociedad ultracompleja con una sorprendente y alarmante escasa variabilidad interna que dificulta los cambios y la adaptación a tiempo</b>; compuesta por un agregado cada vez mayor de individualidades, igual que una inabarcable urbanización de adosados. La réplica es lo que convierte el paisaje social en un desierto, y además programado porque es el resultado de un proceso consciente (aunque no de todas sus consecuencias), integrado por hitos tecnológicos y decisiones individuales que convergen en el isomorfismo.<br />
<br />
<b>Un ejemplo de lo que yo llamo <i>desierto programado</i></b>: cuando el calentamiento global nos impida permanecer demasiado tiempo expuestos a los rayos del sol en las playas, las zonas de arena estarán protegidas por una cubierta (ves a saber de qué material) que filtrará la radiación nociva y dejará pasar la luz y la cantidad justa de calor. Por los altavoces seguirán informando como si nada del tiempo máximo recomendado para permanecer en el agua, del protocolo a seguir en caso de quemaduras, de las actividades infantiles del día... Al principio sólo se verán obligadas a tomar una medida tan radical las zonas con mayor índice de exposición solar, pero luego, ante la psicosis generalizada, se extenderá a cualquier destino turístico del planeta, para demostrar su preocupación por la salud de sus visitantes. Y así, <b>un síntoma inequívoco de degradación del planeta se convierte</b> --gracias a la tecnología y a los discursos simplistas e infantilizantes, obsesionados por transmitir la sensación de que todo está bajo control-- <b>en un inconveniente menor, una leve incomodidad que, como seres responsables que somos, cumplimos con resignación</b>; como cuando la crema solar se incorporó, por razones de salud, a los rituales playeros. <b>Puro Ballard</b>.<br />
<br />
<b>El <i>desierto programado</i> no es una profecía apocalíptica ni una advertencia moral; las cosas no tienen por qué ir así</b>. Igual que hoy está de moda el desapego racional por la descendencia, una legislación adecuada podría revertir esta tendencia (y provocar otros problemas, claro); y nuestros hijos serían testigos de un nuevo fervor por la descendencia concebida mediante sexo de toda la vida. <b>O puede que a los gobiernos les entre el acojone total y les dé por sobreproteger la maternidad, rodeándola de un aura tan sagrada como irreal</b>. Incluso puede que todos estos vaivenes tengan un alto componente generacional, que haya jóvenes que planten cara al futuro que les hemos planificado y se rebelen abiertamente contra ello, y su seña de identidad sea follar como locos sin anticonceptivos en lugares públicos... <b>No lo descartemos tan rápidamente, el narcisismo tiene tanto matices</b>...</span></span><br />
<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com1Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-88588144570033544062016-05-08T23:56:00.001+02:002016-09-18T19:05:04.675+02:00El desierto programado (II)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivG97uNTor57kkur2rYyR155ZCAafVlVSFbH9VGTvftD4HJapiPU4-wTgF1DV2UoLz3USCfj7fXDcrH5kRgmQL0F_Wa9qLN6xI4dXaTUKrqYy30JTRUsiUwF0TVeNQxR2yCUGcFCl6OKET/s1600/Comparaci%25C3%25B3n+entre+las+distop%25C3%25ADas+de+Orwell+y+Huxley+2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEivG97uNTor57kkur2rYyR155ZCAafVlVSFbH9VGTvftD4HJapiPU4-wTgF1DV2UoLz3USCfj7fXDcrH5kRgmQL0F_Wa9qLN6xI4dXaTUKrqYy30JTRUsiUwF0TVeNQxR2yCUGcFCl6OKET/s320/Comparaci%25C3%25B3n+entre+las+distop%25C3%25ADas+de+Orwell+y+Huxley+2.jpg" /></a></div><a href="http://bajarsealbit.blogspot.com.es/2016/03/el-desierto-programado-i.html">El desierto programado (I)</a><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;">«Nuestros gobiernos se preparan para un futuro sin empleo, y eso incluye a los delincuentes menores. Nos aguardan sociedades del ocio, como las que se ven en la costa. La gente seguirá trabajando, o mejor dicho, alguna gente seguirá trabajando, pero sólo durante una década. Se retirará al final de los treinta, con cincuenta años de ocio por delante».</span><br />
<br />
<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/J._G._Ballard" target="_blank">J. G. Ballard</a>, <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Noches_de_coca%C3%ADna" target="_blank">Noches de cocaína</a></i> (1994).<br />
<br />
<b>Contribuirán al desierto programado los privilegiados y filántropos con un puesto de trabajo remunerado que no haya sido sustituido por máquinas</b>; los ingenieros y médicos de profesiones imprescindibles serán tratados como auténticos privilegiados del mercado, sus sectores serán de los últimos en ver amenazada (aunque se parcialmente) su parcela de poder, y entonces <b>comprenderán que la ausencia de cargas familiares es una ventaja competitiva que no sólo les permitirá rendir más y mejor</b>, tener flexibilidad horaria y deslocalización, sino aspirar a mejores puestos. Tras una jornada de trabajo extendida más allá de lo razonable, <b>a esta gente sin responsabilidades de crianza se les abrirá un tiempo de ocio sin problemas económicos ni monopolios de fidelidad bajo juramento</b>; y las empresas para las que trabajan lo fomentarán abiertamente entre sus empleados por las ventajas que les supone. Mejor que lleguen cada mañana agotados de placer que reventados de cansancio.<br />
<br />
Es un hecho: <b>el desarrollo tecnoeconómico nos empuja a dar por bueno un mundo en el que nos vemos obligados a actuar en contra de nuestros instintos</b>. No merece la pena examinar la cadena de acontecimientos que nos ha llevado hasta aquí, ni lamentarse por las oportunidades perdidas o añorar tiempos mejores. No estamos en una etapa de declive, ni siquiera en una degradación de la cultura y/o de la especie, simplemente <b>nos adaptamos a un presente que, esta vez sí, hemos contribuido a levantar, modificar y degradar a partes iguales</b>. La humanidad no se va a extinguir, conseguirá sobrevivir una élite de pastosos que se permitirá el lujo de asegurar la supervivencia de la especie, aunque esta labor sólo incluya a su propio linaje. Lo harán como lo han hecho los mamíferos superiores durante toda la vida: imponiéndose al resto, quizá también empleando genoma rediseñado a medida o mediante la fecundación en laboratorio. Al menos así sobrevivirá una parte de nuestro legado (aunque sea el de esa élite), y la humanidad seguirá adelante. Puede que suene pesimista o egoísta, pero estoy convencido de que <b>esa élite actuará no sólo para proteger su patrimonio, no sólo para mantenerse en el poder</b>, ni siquiera únicamente para sortear posibles taras y/o enfermedades hereditarias en su descendencia; <b>sino con el sublime y declarado objetivo de mejorar la especie</b> (más guapos, más listos, más fuertes, más longevos).<br />
<br />
Al principio, en esos grupos escogidos, puede que haya mujeres que prefieran encargarse voluntariamente de la gestación --escogidas mediante un descarado sistema de filtrado--, pero luego comprenderán que es más cómodo pagar a una gestante sana y con pedigrí y ahorrarse nueve meses de molestias. Finalmente incluirán en la subcontrata la gestación más el cuidado básico (higiene, alimentación, salud) durante los primeros años. <b>Hasta que llegue el día en que la tecnología sea capaz de fabricar hijos mucho mejor que nosotros mismos; y cuando eso suceda habrá un montón de emprendedores esperando ofrecerla y hacerse ricos</b>, porque es seguro que <b>habrá una larga cola de gente dispuesta a pagar por una tecnología que les haga menos molesto y más seguro lo que hasta ahora hacía la naturaleza a cambio de unas cuantas miserias implícitas</b>. Durante todo este tiempo, los pobres, los desahuciados, los expulsados del sistema, habrán seguido follando y teniendo hijos como mamíferos, habrán criado lo que venga con sacrificio y resignación, pagando el precio que la sociedad exige a los trabajadores/criadores. Algunas élites ingenuas creerán ver en esta gente la última reserva natural del género humano en medio de un desierto programado, pero en realidad será un espejismo: detrás de esa admiración sólo habrá compasión.<br />
<br />
Desde que tenemos conciencia nos resulta imposible alegar ignorancia ante los efectos irreversibles de nuestra actividad sobre el planeta. <b>No sólo la tecnología o la economía, también la filosofía, la política, incluso el arte, han especulado sobre posibles colapsos futuros</b> (incrementando hasta lo intolerable las condiciones del presente en los que fueron imaginados): epidemias mortales que acababan con los perros y los gatos y daban paso a una civilización de simios; sociedades hipertecnologizadas que limitaban por decreto la vida hasta los 30; invasiones extraterrestres que aniquilaban la vida humana aprovechando nuestra incapacidad para actuar unidos... También hemos echado mano de toda suerte de calamidades sobrevenidas (inducidas, como es lógico, por nosotros mismos): pandemias letales, guerras termonucleares totales, meteoritos tan grandes como un continente, bicharracos mutantes, desastres naturales de violencia inédita, supercomputadoras que alcanzan inesperadamente la autoconciencia...<br />
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<b>Sin embargo, hemos ido haciendo realidad la complejidad social y tecnológica que describían todos esos futuros y parece que hemos sobrevivido</b>; no parece que estemos al borde del abismo de la extinción, tampoco se han producido esos desastres de los que, tanto la ciencia social como la ficción, preveían que seríamos responsables directos. <b>Ni nuestra acción depredadora</b> (aumento de la temperatura, deforestación, desaparición de especies, sobreexplotación, contaminación, agotamiento de los recursos), <b>ni la invención y/o aplicación sistemática de nuevos conocimientos científicos</b> (telecomunicaciones, transportes, nanotecnología, biogenética, alimentos transgénicos) <b>han supuesto una advertencia lo suficientemente seria como para que las élites se hayan visto forzadas a modificar su ética</b> (o la moral de algunos). <b><i>El desierto programado</i> es una endiablada e impensable confluencia de factores menores que provoca que los individuos tomen decisiones que favorecen su bienestar personal pero socavan las bases de la continuidad de la especie en conjunto</b>. Llevamos siglos predicando que la libertad del individuo es sagrada y está por encima de la utilidad social, que el sacrificio (aunque haciendo uso de esa misma libertad) no es aceptable si implica una renuncia particular.<br />
<br />
Y es que, en un mundo exponencialmente más complejo a cada año que pasa, <b>la procreación, la crianza de la descendencia a la manera en que lo hacían nuestros antepasados resulta no sólo una tarea titánica, sino altamente irracional y arriesgada para la supervivencia del individuo</b>. Una tarea que nos empeñamos en considerar esencialmente vinculada al instinto natural y, por tanto, con el bien absoluto, cuando <b>en realidad, tal como está insertada en nuestro estilo de vida urbanita y tecnológico, no es más que un lastre incómodo, un peaje, una limitación</b>. El discurso tecnocultural contemporáneo apenas tolera las trazas que de tanto en tanto asoman de nuestro pasado animal, las considera atavismos biológicos de los que conviene desprenderse por un prurito de modernidad y eficacia. <b>El sexo y la procreación en familia son los dos principales atavismos que aún nos caracterizan</b>: el primero ya fue reconducido hace tiempo, disociándose del segundo gracias al progreso médico, y en breve conseguiremos reciclarlo en una gratificante actividad sensorial para disfrute en solitario (tanto o más placentera que en compañía). Puede que todavía una gran mayoría de personas crea que la procreación y la crianza <i>vivípara</i> (como decía <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aldous_Huxley" target="_blank">Huxley</a>) gozan de un prestigio y vitalidad intactos, pero no es verdad, <b>hay toda una economía política trabajando para expulsarlas del mapa de los usos sociales de la especie. No es nada personal, es que nos jugamos nuestra supervivencia como sociedad compleja</b>.<br />
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<i>(continuará)</i><br />
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<span style="color: blue;"><b>Actualización (18/09/2016)</b>: el profesor <a href="https://law.stanford.edu/directory/henry-t-greely/" target="_blank">Henry Greely</a> de la Universidad de Stanford afirma que en 20 o 40 años el sexo tradicional ya no será una opción mayoritaria ni atractiva. El <a href="http://www.lavanguardia.com/vida/20160906/41138756384/fin-sexo-tradicional.html" target="_blank">artículo</a> que se hace eco de su profecía explica que ese cambio tan radical estará provocado por los avances en genómica. O el articulista o el señor Greely confunden interesadamente las cosas: si desaparece el sexo tradicional de toda la vida será porque hemos encontrado un sustituto (virtual y/o con accesorios) que nos proporciona el mismo placer sin necesidad de ser dos. ¿Qué tendrá que ver, a estas alturas de película, el sexo con la procreación?</span><br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com1Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-60638766945425468892016-03-06T13:10:00.002+01:002016-03-06T15:20:28.024+01:00El desierto programado (I)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpkEm-vO-WHPV0m8DBXIQovO9YC0cXMUDXuHFS-nlBO3zUbpPfi-SlBv2ig3ANgLq3jOOjEm0Gfp_HguIAcSxbhzTskzKbLhwPP1N7loNzS51cCTu4xsXaAlA4zNbZiXSg6n1dS5FxsusC/s1600/mujeressinhijos.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgpkEm-vO-WHPV0m8DBXIQovO9YC0cXMUDXuHFS-nlBO3zUbpPfi-SlBv2ig3ANgLq3jOOjEm0Gfp_HguIAcSxbhzTskzKbLhwPP1N7loNzS51cCTu4xsXaAlA4zNbZiXSg6n1dS5FxsusC/s320/mujeressinhijos.jpg" /></a></div><span style="color: blue;">«Entre un 25% y un 30% de las mujeres nacidas [en España] en la segunda mitad de los 70 no serán madres. Una catástrofe demográfica acallada. Un fracaso como sociedad que no se contabiliza en las pérdidas de la crisis. No hay ley de segunda oportunidad para esta generación. Ni ayudas, ni subvenciones, ni moratorias. Ni un decreto ley para generar el principal patrimonio económico y social de una sociedad: los niños. En ocho años de crisis nadie ha movido un dedo por ayudar a la última gran generación que dejó de ser joven en una cola del desempleo.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;">»Uno de cada tres compañeros de pupitre de aquella selectividad no ha podido tener hijos. Hubiera querido pero la generación más preparada de la historia no estaba lista para esto».</span><br />
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Belén Carreño <i><a href="http://www.eldiario.es/zonacritica/Generacion-generacion-hijos_6_479862037.html" target="_blank">De la Generación X a la generación sin hijos</a></i> (2016)<br />
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<b>Es bastante probable que el siglo XXI acabe alumbrando</b>, sin comerlo ni beberlo aunque sí por dejación, <b>una sociedad en la que no tener descendencia</b> --ni natural ni artificialmente-- <b>sea una elección racional y ajustada a la lógica de la supervivencia</b>. Una sociedad que renuncia a tener hijos y complicarse la existencia metiéndose en el fregado vital de su crianza y educación acabará siendo algo beneficioso, responsable y sensato. Y como todas las cosas de este mundo, no sucederá de la mañana a la noche, sino que <b>es parte de un proceso gradual que ya podemos ver y anticipar</b>, una tendencia que se va extendiendo a medida que el deseo de confort y el anhelo de una vida independiente (y, recientemente, también la mera subsistencia) se imponen como una actitud propia de individuos maduros. No harán falta decretos gubernamentales, epidemias de infertilidad ni apocalipsis (excusas favoritas de la literatura y al cine), sino más bien <b>algo que aceptaremos con resignación</b>. Algunos con alivio.<br />
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<b>A mediados del siglo XX la opción de no-descendencia era parte del proyecto vital que perseguía a toda costa disociar la sexualidad de la procreación</b>: tenía la ventaja de que así la maternidad se convertía en una elección consciente y de pleno derecho; por fin las mujeres ejercían un primer poder sobre sus cuerpos y además los discursos públicos --científicos y patrocinados-- podían segmentarse y especializarse en esos dos ámbitos tan diferentes (aunque relacionados por un mismo órgano) sin interferirse. <b>Cuando los anticonceptivos hicieron realidad ese anhelo y dejaron de ser considerados un tabú o una especie de acto contra natura, también se normalizó la elección de una vida sin descendencia</b>. Pero este avance, por sí solo, no fue suficiente para imponerse como opción mayoritaria: <b>ha hecho falta un completo desbarajuste social</b>, una conjunción de miopía política e ineptitud gestora, <b>para complicar aún más las cosas y</b> permitir que prenda como el napalm el deseo --cada vez menos disimulado-- de <b>ahorrarse problemas renunciando a tener hijos</b>. La tentación de un ocio urbanita ilimitado y puntuado de relaciones breves y gratificantes fue el primer argumento en tiempos de bonanza; en el último lustro se le ha unido <b>una economía con nulo o escaso crecimiento, una austeridad inducida desde las élites y un acceso a trabajos precarios como única alternativa, convirtiendo un anhelo vital</b> (algo que se consideraba parte del proyecto de vida de todo ser humano) <b>en una condena</b>. La precariedad permanente ha convertido la supervivencia del día a día en la elección más racional: sin trabajo no hay ingresos, sin ingresos no hay vivienda, sin vivienda no hay familia, sin familia no hay descendencia. Con ese camino bloqueado <b>la mayoría se decanta por una subsistencia autosuficiente, ya sea en soledad o en estricta separación de bienes</b>.<br />
<br />
<b>Algunas consecuencias de este cambio ya se pueden observar hoy, y se convertirán en problema cuando revertir la situación requiera un esfuerzo mayor que el que se trata de evitar</b>, por lo que intentarlo será casi una pérdida de tiempo: beneficios legislativos y laborales, campañas institucionales, publicidad, series de ficción... Discursos ubicuos y edulcorados para reclutar a toda costa padres y madres por voluntad propia. <b>Los que se apunten serán vistos como objetos de estudio, ejemplares de una especie protegida a los que hay que dispensar toda clase de cuidados y facilidades</b>, <i>renunciantes</i> contra todo pronóstico que --de un modo irracional-- se sacrifican por la humanidad; hombres y mujeres merecedores de respeto y admiración, a salvo de toda crítica, burla y/o parodia. <b>Su consideración en el discurso oficial y en el imaginario colectivo se parecerá mucho a la que se suele otorgar a desamparados, emigrados, discapacitados y/o víctimas de toda desgracia sobrevenida e injusta</b>. En voz alta les demostraremos admiración y respeto, pero en la intimidad admitiremos que nos dan pena.<br />
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No es sólo que nazcan menos niños, es que <b>la población envejece y la pirámide demográfica se desequilibra peligrosamente. Además, el panorama tecnológico no contribuye demasiado a paliar o corregir esta deriva</b>: ha comenzado un proceso irreversible de sustitución del trabajo humano y remunerado por máquinas que hacen lo mismo más barato, sin errores, sin sueldo y sin reivindicaciones. <b>La reacción social no se ha hecho esperar, provocando cambios inéditos</b> --por su alta aceptación-- <b>en el estilo de vida</b>: atomización/reducción de las relaciones, tendencia al <i>cooconing</i> en zulos de ocio cada vez más cómodos y fortificados, servicios de pago que sustituyen prácticamente toda necesidad fisiológica básica... Los <i>sin-descendencia</i> se preguntan: ¿qué impulsa a esa gente que decide tener hijos a cambiar un posible bienestar por ese pozo sin fondo de gastos, cansancio, rutinización y/o asexualidad? <b>A medida que se consolide la elección racional de la no-descendencia, la crianza de los hijos adquirirá proporciones de tarea abrumadora</b>, un impulso irreflexivo que renuncia a toda lógica, a la comodidad, a la gratificación inmediata, y se lanza de frente <b>contra el sentido común, el mismo que recomienda tolerar la precariedad y consolarse con cualquier espejismo de independencia</b>.<br />
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<i>(continuará)</i><br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-58087862527632875492015-12-28T20:46:00.000+01:002015-12-28T20:46:06.579+01:00Orgulloso apóstata del pop ibérico y contracultural de los ochenta: una crónica personal (II)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5J7Bj_5dV8UVfLMbkgusdGXw2mA1Oo87uzzEGN5SXWFHZFiUQumSnzw7yo-kY3JzzdBemap0WfiFgMenfLqz2PvYCNVG0dy_XH-wHIUO_52V3iYFYPcuYix_OHHr7LO2tun-KiFPL9r3k/s1600/popiberico.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5J7Bj_5dV8UVfLMbkgusdGXw2mA1Oo87uzzEGN5SXWFHZFiUQumSnzw7yo-kY3JzzdBemap0WfiFgMenfLqz2PvYCNVG0dy_XH-wHIUO_52V3iYFYPcuYix_OHHr7LO2tun-KiFPL9r3k/s320/popiberico.jpg" /></a></div><a href="http://bajarsealbit.blogspot.com.es/2015/11/orgulloso-apostata-del-pop-iberico-y.html">Orgulloso apóstata del pop ibérico y contracultural de los ochenta: una crónica personal (I)</a><br />
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De manera que <b>el tiempo transcurrido reveló finalmente las capacidades y dotes musicales de los principales intérpretes, precisamente los que acabaron como solistas</b> y se hicieron con un nombre tras abandonar sus respectivas bandas de origen: <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/juan-perro.html" target="_blank">Santiago Auserón/Juan Perro</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/loquillo-y-los-trogloditas.html" target="_blank">Loquillo</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/olvido-gara.html" target="_blank">Alaska</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/enrique-bunbury.html" target="_blank">Enrique Bunbury</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/ariel-rot.html" target="_blank">Ariel Rot</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/rosendo.html" target="_blank">Rosendo Mercado</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/antonio-vega.html" target="_blank">Antonio Vega</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2012/07/manolo-garcia.html" target="_blank">Manolo García</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/ana-torroja.html" target="_blank">Ana Torroja</a>... Aunque para llegar a ese punto de fama <b>antes tuvieron que hacerse notar</b>: una pose, un vestuario extremo, una puesta en escena tan patética que incluso resultaba atractiva... también <b>unos sólidos conocimientos musicales que favorecieran la cristalización de un estilo con el que madurar como compositores e intérpretes</b>. No todos lo lograron: <b>hay otros autores/intérpretes cuyas canciones apuntan a que, en otras circunstancias, las cosas habrían podido ir por otro lado</b>. Si <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2014/01/sabino-mendez.html" target="_blank">Sabino Méndez</a> no hubiera encontrado tanta resistencia a su creatividad no habría optado por los estudios universitarios y abandonado prácticamente la música; y si a <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/fernando-marquez.html" target="_blank">Fernando Márquez</a> (más conocido como <i>El Zurdo</i>) no le hubiera lastrado tanto su ideología política, y si a <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/06/carlos-berlanga.html" target="_blank">Carlos Berlanga</a> no le hubiera inspirado tanto el alcohol, <b>entonces puede que este balance se escribiría en otros términos</b>. <b>Puede que tuviéramos un montón más de canciones tristes o fascinadoras para reseñar o idolatrar</b>, otras <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Chica_de_ayer" target="_blank">Chica de ayer</a></i> o <i>Las chicas de la Inter</i> <b>que nos sirvieran de icono musical, incluso generacional</b>. Y es que todos ellos, de una u otra forma, vieron truncadas sus carreras prematura o inesperadamente; fueron artistas peculiares poco permeables a lo comercial que auguraron un futuro brillante y a quienes, de forma paradójica, su propio eclipse o desaparición ha revalorizado --quizá en exceso-- su legado musical. <b>Puede que el tiempo les hubiera dado la razón</b> --no lo sabremos nunca-- <b>así que nos conformamos con sus inspirados comienzos</b>.<br />
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<b>La denominada <i>movida</i> conoció en sus primeros años una primera ortodoxia, más experimental que vanguardista, más osada que crítica, más de puesta en escena que de musical</b>: además de los malditos/mitificados ya mencionados, estaban <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/la-dama-se-esconde.html" target="_blank">La dama se Esconde</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/derribos-arias.html" target="_blank">Derribos Arias</a> o <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/golpes-bajos.html" target="_blank">Golpes Bajos</a>. <b>A mitad de los 80 ya se veía quienes se adaptaban al mercado y a los ritmos creativos que éste imponía, logrando completar la década a base de nuevos álbumes</b> (antes de desvanecerse o de iniciar nuevos proyectos): <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/aerolineas-federales.html" target="_blank">Aerolíneas Federales</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/radio-futura.html" target="_blank">Radio Futura</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/03/nacha-pop.html" target="_blank">Nacha Pop</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/ciudad-jardin.html" target="_blank">Ciudad Jardín</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/os-resentidos.html" target="_blank">Os Resentidos</a>... Y por último, <b>en unos pocos casos, esa creatividad y esa discografía lograron mantenerse activas hasta bien entrado el siglo XXI</b>, sin duda un hito meritorio, <b>a veces también un intento desesperado de prolongar un proyecto musical con evidentes síntomas de agotamiento</b>: <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/danza-invisible.html" target="_blank">Danza Invisible</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/los-enemigos.html" target="_blank">Los Enemigos</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/la-union.html" target="_blank">La Unión</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/06/celtas-cortos.html" target="_blank">Celtas Cortos</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/esclarecidos.html" target="_blank">Esclarecidos</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/los-rebeldes.html" target="_blank">Los Rebeldes</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/la-frontera.html" target="_blank">La Frontera</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/siniestro-total.html" target="_blank">Siniestro Total</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/los-secretos.html" target="_blank">Los Secretos</a>... <b>Honorables supervivientes que mantienen vivos</b> --por fortuna para sus fans más fieles-- y contra todo pronóstico <b>los rescoldos de un movimiento acabado hace décadas</b>, hoy definitivamente asociado a la generación <i>viejuna</i> que lo vivió en directo.<br />
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<b>A continuación está la constelación de grupos de un mini LP o dos álbumes como mucho</b>, <b>artistas que aportaron su idea</b>, incluso alcanzaron cierta notoriedad, lo más parecido a un <i>hit</i> que iban a consguir nunca, <b>pero poco más</b>: <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2012/04/academia.html" target="_blank">Academia Parabuten</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/alarma.html" target="_blank">Alarma!!!</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/los-amantes-de-maria.html" target="_blank">Los Amantes de María</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/decima-victima.html" target="_blank">Décima Víctima</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ejecutivos_Agresivos" target="_blank">Ejecutivos Agresivos</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/juanito-pikete-y-los-mataesquiroles.html" target="_blank">Juanito Piquete y Los Mataesquiroles</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/03/minuit-polonia.html" target="_blank">Minuit Polonia</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2012/08/olaf-y-los-insolventes.html" target="_blank">Olaf y Los Insolventes</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/paraiso.html" target="_blank">Paraíso</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/polanski-y-el-ardor.html" target="_blank">Polanski y El Ardor</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/salon-dada.html" target="_blank">Salón Dadá</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/zombies.html" target="_blank">Zombies</a>... <b>Y detrás de todo los que a duras penas consiguieron publicar <i>singles</i></b>: <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/10/las-chinas.html" target="_blank">Las Chinas</a> (<i>El hombre salvaje</i>), <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/edison.html" target="_blank">Edison</a> (<i>El rock del Diario Hablado</i>), <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/telegrama.html" target="_blank">Telegrama</a> (<i>La chica del metro</i>), <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/seres-vacios.html" target="_blank">Los Seres Vacíos</a> (<i>Los celos se apoderan de mí</i>), <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/destrozamitos.html" target="_blank">Destrozamitos</a> (<i>Y todos amaron a los nazis...</i>)... <b>Nombres y temas siempre imaginativos, buscando la diferencia, el oxímoron, la frase hecha ligeramente modificada</b>; y casi siempre el eterno "<i>Los</i>..." para dar nombre a la formación, la forma más sencilla de agrupar un conjunto y que sonara a divertido y nuevo... Efímeras asociaciones, bandas que empezaron a rebufo de los tiempos y que acabaron barridas por la industria y la falta de público; <b>hoy son apenas un nombre en las enciclopedias musicales en línea</b> (como la documentadísima <i><a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/" target="_blank">Nueva Ola 80</a></i>, una referencia imprescindible para conocer aquella época). ¿Cómo viven y en qué trabajan ahora sus componentes? Algunos estarán prejubilados, seguro...<br />
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<b>El pop ibérico de los ochenta fue un fenómeno abrumadoramente urbano y de bandas, pero no se limitó a grandes ciudades como Madrid o Barcelona</b>, sino que en cada comunidad, en cada capital de provincia, en cada pueblo, surgieron <b>grupos locales que acercaban al público el nuevo sonido de moda, incluso algunos territorios acabaron asociados a determinados estilos</b>, sin duda atraídos por la estela del éxito de algún grupo local. Bandas que contribuían a llenar bares, salas de conciertos, discotecas, fiestas de verano, y de paso servir de vivero a infinidad de músicos: Siniestro Total, Os Resentidos y Golpes Bajos en Galicia; <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/el-ultimo-de-la-fila.html" target="_blank">El Último de la Fila</a> y <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/sopa-de-cabra.html" target="_blank">Sopa de Cabra</a> en Cataluña, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/08/heroes-del-silencio.html" target="_blank">Héroes del Silencio</a> en Aragón; Salón Dadá y <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/08/ilegales.html" target="_blank">Los Ilegales</a> en Asturias; Celtas Cortos en Castilla-León; Los Rebeldes en la Comunidad valenciama; <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/duncan-dhu.html" target="_blank">Duncan Dhu</a> y <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/kortatu.html" target="_blank">Kortatu</a> en el País Vasco; <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/baron-rojo.html" target="_blank">Barón Rojo</a> y Danza Invisible en Andalucía y <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/02/mecano.html" target="_blank">Mecano</a> arrasaba en Madrid... Por toda la península surgían grupos de jóvenes que se lanzaban a experimentar sonidos y letras, animados por la efervescencia del momento político (la democracia) y cultural (la ausencia de censura), y que no tocábamos nos reuníamos para escucharlos fascinados, convencidos de que <b>algo nuevo y definitivo que nos pertenecía por completo y coincidía con nuestra explosión hormonal</b>.<br />
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Y como no puede ser de otra manera, <b>existe un lado oscuro, maldito, casi olvidado por interés y decencia, una auténtica antología de <i>hits</i> a contracorriente que no se mencionan por coherencia y porque el tiempo ha convertido sus letras en algo detestable</b>: el evidente mal gusto de algunas canciones del primer disco de Siniestro Total --<i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/%C2%BFCu%C3%A1ndo_se_come_aqu%C3%AD%3F" target="_blank">¿Cuándo se come aquí?</a></i>--, así como de otras que se han situado, por la evolución de los tiempos, más allá de la legalidad, debido a su apología de la homofobia, ciertas ideologías no democráticas o un --entonces minusvalorado-- tufo machista de lo más rancio y violento, casi siempre disfrazado de pasión o de exceso estético, como ha sucedido con algunas canciones de <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/loquillo-y-los-trogloditas.html" target="_blank">Loquillo y Los Trogloditas</a> --compuestas por <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2014/01/sabino-mendez.html" target="_blank">Sabino Méndez</a>-- y los éxitos más conocidos de <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/ramoncin.html" target="_blank">Ramoncín</a>, que no han envejecido nada bien. <b>Canciones hoy condenadas a una escucha íntima y sin testigos rebosante de mala conciencia debido a la deplorable visión del mundo que describen</b>, aunque a la mayoría en su momento nos parecieran inocuas.<br />
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<b>Es la acumulación de creatividad lo que atrae y deslumbra cuando uno se lanza a hacer un balance del pop ibérico de los ochenta en España, pero también la sorprendente valentía de una industria discográfica que se lanzaba a financiar aventuras artísticas de dudoso porvenir</b>. Sin duda era la efervescencia de algo inédito e imprevisible, <b>construido a partir de mitos de adolescencia e infancia, al margen y en contra del mundo adulto de cantautores y del <i>pop guatequero</i> de los sesenta</b>. No nació como una respuesta generacional, pero acabó siéndolo a falta de alternativas (eso lo supimos luego, cuando hicimos de la necesidad virtud). Es ahora, al ver a nuestros hijos adolescentes bailando nuestros viejos éxitos de juventud en las celebraciones familiares, cuando nos consolamos y calibramos esa otra parte de mérito y calidad artística que entonces era imposible que le otorgáramos; porque comprendemos que <b>el pop más actual se alimenta en parte de aquellas canciones intrascendentes de los ochenta</b>.<br />
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En 2006, con motivo del cuarenta aniversario de un conocido magacín de radiofórmula, se pudo comprobar hasta qué punto <b>aquella improvisada <i>movida</i> se había convertido en el punto de partida de un nuevo pop ibérico, una base sobre la que versionar y homenajear, pero también parodiar y superar</b>. En aquel concierto se mezclaron viejas glorias ochenteras con otras recién consagradas promesas, y no todo sonaba o a pasado o a presente, a generación adulta o a adolescente; al contrario, ambas comprobaron que compartían parte de un mismo legado: el relevo estaba consumado y garantizado. Queda <i>pop ibérico</i> para rato...<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-4663102777272787412015-11-28T18:26:00.001+01:002016-01-03T20:42:28.707+01:00Orgulloso apóstata del pop ibérico y contracultural de los ochenta: una crónica personal (I)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4aiNL0it4am1h3JfO1Yp-bS-5cnY3f2hRzfhMLCFwndOgCxndoFSoahxTSdaakmsjtbkxkKj46R4OBSx84ulYe_j4WjZAf2E-IM2aIV7jdahz6ro3Ri5nGRyB3LuIVtuT0X-N9nFpKgkf/s1600/popiberico.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4aiNL0it4am1h3JfO1Yp-bS-5cnY3f2hRzfhMLCFwndOgCxndoFSoahxTSdaakmsjtbkxkKj46R4OBSx84ulYe_j4WjZAf2E-IM2aIV7jdahz6ro3Ri5nGRyB3LuIVtuT0X-N9nFpKgkf/s320/popiberico.jpg" /></a></div><b>Yo fui uno esos jóvenes que</b>, tras escuchar por primera vez <i>Escuela de calor</i> de <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/radio-futura.html" target="_blank">Radio Futura</a>, <b>se metió en un bosque del que ya no pudo/quiso salir: el del pop-rock ibérico y contracultural de los ochenta</b>. Al comienzo de aquella década (mitificada y denostada a partes iguales y con el mismo exceso) no pasaba de ser <b>una música nueva que servía para estar al día, hacerse el moderno</b>... y sobre todo para distinguirse de todo lo anterior. Pero los años y el azar la han convertido en <b>un referente, quizá un lugar común, un hito que viene sirviendo para marcar principios o finales de etapa</b>. Era el verano de 1984, pero hacía ya más de un lustro que aquel nuevo estilo estaba en marcha: <b>surgían por todas partes grupos jóvenes e inexpertos que se lanzaban a componer, tocar e interpretar sin tener demasiada idea de ninguna de las tres cosas</b>. En el mejor de los casos se trataba de ritmos pegadizos y/o de letras divertidas, a veces historias originales, incluso interesantes esbozos de <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fanfiction" target="_blank">fan fiction</a></i>... Sin embargo, cuando se me reveló esta nueva realidad en auge gracias a <i>Escuela de calor</i> ya era algo a punto de consolidarse. Así que <b>no puedo considerarme un pionero, ni mucho menos, pero sí haber sido fiel a su legado y a su alargada sombra</b>, mucho más de lo que, en otras circunstancias, hubiera sido lo esperable. Puede que el secreto de su éxito y de su rápida expansión (y aceptación) se debiera a <b>una imprevisible síntesis de ambiente cultural, expectativas políticas y permeabilidad a nuevas tendencias musicales</b>; en mi caso era eso mismo pasado por <b>un cóctel hecho de curiosidad intelectual y de subidón hormonal que</b> --para bien o para mal-- <b>nos ha definido como generación</b>. Ahora que por edad somos carne de parodia, nuestras referencias musicales apestan a <i>viejunas</i> y sobre todo tengo algo más de conocimiento y perspectiva de las cosas, <b>me apetece escribir este pliego de descargo para el <i>pop ibérico ochentero</i></b>, aunque sea con años de retraso...<br />
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La vida da muchas vueltas, y <b>si algo nos define también como generación es que no dejamos de escuchar música, aunque sea siempre la misma</b>; así que es normal que lo que durante la juventud me parecieron obras maestras acabaran arrinconadas por agotamiento, cambio de criterio propio o vergüenza ajena. Y todo para, a continuación, reivindicar acríticamente otros temas de casi la misma época que en su momento no me parecieron tan buenos o simplemente desconocía. <b>Las canciones de los grupos que se identificaban con</b> lo que, a falta de otra etiqueta, se acabó englobando como <b><i>la movida</i></b> (el palabro significaba entonces revuelo, algo inconcreto que evidenciaba que algo se cocía, movía o fraguaba en el ambiente) <b>tenían algo en común: la informalidad y el gusto por el extremo</b>. Muchas de <b>sus letras demostraban una fuerte inspiración <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Punk" target="_blank">punk</a></i></b> (corriente musical y estética por aquel entonces muerta y enterrada en Europa pero en España aún por concretarse) o, por el contrario, <b>abundaban en el entrañable universo nocional de nuestra infancia tardofranquista</b> (dibujos animados, géneros y personajes cinematográficos, clásicos de la literatura, tópicos de nuestra mojigatería, estrellas del rock y del pop...). Vaqueros, gángsters, personajes infantiles, vampiros, amores extraños..., la <b>denuncia cruel y sarcástica de las contradicciones del <i>Sistema</i>, la ubicuidad intuida de una tecnología</b> --entonces inexistente o apenas verificable en unos pocos inventos y descubrimientos-- que iba a llenar nuestro futuro, la <b>fascinación por un ambiente urbano, nocturno y divertido, la ausencia de censuras y barreras</b>..., y por supuesto un <i>petardeo</i> --hoy lo llaman <i>postureo</i>-- provocador y deliberadamente superficial: el <i>sexo, droga y rock & roll</i> de toda la vida en versión doméstica. En general <b>eran músicas de estilos, tradiciones y géneros muy diversos</b> que lo único que tenían en común era un punto de vista desenfadado e informal de la vida cotidiana, pero que de vez en cuando osaban <b>darle la vuelta a determinados tabúes sacrosantos de nuestros mayores, ridiculizándolos como signo inequívoco de identidad y rebeldía generacional</b>; o <b>reciclando tópicos con ritmos importados/copiados e inéditas puestas en escena</b>. Con el tiempo, unas cuantas bandas --tras unos cuantos cambios, abandonos y disoluciones-- cristalizaron en un proyecto artístico con personalidad y se labraron un merecido prestigio. Eso sí, al principio, cuando todos eran unos desconocidos, no se complicaban la vida sobre el escenario, y exhibían una diversión inversamente proporcional a su inexperiencia. El <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Rock_and_roll" target="_blank">rock</a></i>, el <i>punk</i> y el <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Techno" target="_blank">tecno</a></i> proporcionaron una buena base musical sobre la que experimentar y, llegado el caso, alcanzar fama, éxito y dinero.<br />
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Bandas como <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/paralisis-permanente.html" target="_blank">Parálisis Permanente</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/la-mode.html" target="_blank">La Mode</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/kaka-de-luxe.html" target="_blank">Kaka de Luxe</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/ejecutivos-agresivos.html" target="_blank">Ejecutivos Agresivos</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/zombies.html" target="_blank">Zombies</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/decibelios.html" target="_blank">Decibelios</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/desechables.html" target="_blank">Desechables</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/aviador-dro.html" target="_blank">Aviadro Dro</a> finalmente han conseguido, tras una buena dosis de tiempo y nostalgia, que <b>la industria discográfica más conservadora les aplique el mismo marchamo malditista de cualquier precursor, pionero, rebelde o incomprendido anglosajón</b>, la misma brumosa antesala del mito y la segura cotización indecente de sus precarias y/o escasas grabaciones. No tiene nada que ver con la evolución de sus respectivos estilos, pero sus primeros años de actividad coincidieron con mi propio proceso de descubrimiento del mundo, por lo que sus éxitos sí que marcaron la evolución del mío. <b>Musicalmente no es que fueran gran cosa, pero lo compensaban con grandes dosis de improvisación, extravagancia, desinhibición, atrevimiento, desfachatez, intuición y humor</b>. Y en cuanto a sus letras --excepto las de La Mode, por culpa de <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/fernando-marquez.html" target="_blank">Fernando Márquez</a>-- no es que fueran un modelo de inspiración, pero al menos sirvieron de radiación de fondo para mis opiniones y decisiones y, ya puestos, para convencerme de que todo aquello me hacía más interesante y --¿por qué no?-- para despreciar (un poco, no mucho) cualquier cosa que se me antojara un convencionalismo socialmente superado.<br />
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<b>Bandas hoy míticas como <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/06/burning.html" target="_blank">Burning</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/leno.html" target="_blank">Leño</a> o <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/tequila.html" target="_blank">Tequila</a> fueron abriendo brecha en el rock más clásico y urbano</b> desde finales de los setenta, <b>preparando el camino a una legión de imitadores que les dieron la puntilla y el relevo en menos de cinco años</b> (el último álbum de Tequila se editó en 1981). La primera línea, la que marcó la historia del movimiento, incluye nombres como Radio Futura (probablemente el buque insignia del movimiento por su contundencia e impecable trayectoria musical, la calidad de sus letras y la evolución artística de su líder), <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/03/nacha-pop.html" target="_blank">Nacha Pop</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/la-frontera.html" target="_blank">La Frontera</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/05/alaska-y-dinarama.html" target="_blank">Alaska y Dinarama</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/06/celtas-cortos.html" target="_blank">Celtas Cortos</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/la-union.html" target="_blank">La Unión</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/golpes-bajos.html" target="_blank">Golpes Bajos</a>... Incluso <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/07/gabinete-caligari.html" target="_blank">Gabinete Caligari</a> que, a pesar de los grandes éxitos que cosechó, representa el reverso oscuro de esta primera línea, con su rápido auge y caída sin dejar apenas huella; casi una metonimia de lo que fue el pop contracultural y ochentero en España. El grupo cosechó sus primeros éxitos gracias a canciones castizas que mezclaban rock y ritmos populares como el pasodoble, aparte del hecho de que en sus conciertos no escondían para nada su ideología de extrema derecha. Pero su música gustaba, hasta que llegó <i>Camino Soria</i> (1987), el álbum donde dejaron definitivamente atrás ciertos <i>tics</i> políticos y se centraron en unas canciones románticas y clásicas que agradaran a la mayoría (como así fue)... Y a partir de ahí cuatro anodinos álbumes más, y luego apenas nada...<br />
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Pero no todo eran sonidos <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Post-punk" target="_blank">pospunk</a></i>, rockeros o <i>tecno</i>, <b>también se apuntaron grupos que tomaron el relevo a los clásicos de los sesenta y setenta</b>, como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Los_Brincos" target="_blank">Los Brincos</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/F%C3%B3rmula_V" target="_blank">Fórmula V</a> o <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Los_S%C3%ADrex" target="_blank">Los Sírex</a>: los nuevos tiempos exigían un cambio de punto de vista, vestuario y actitud. Por eso <b>los ritmos castizos y guatequeros de toda la vida seguían latiendo con fuerza</b> en las canciones de <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/02/mecano.html" target="_blank">Mecano</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/08/hombres-g.html" target="_blank">Hombres G</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2008/09/la-guardia.html" target="_blank">La Guardia</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/01/los-nikis.html" target="_blank">Los Nikis</a>, <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/07/ole-ole.html" target="_blank">Olé Olé</a> u <a href="http://no80s-gruposnacionales.blogspot.com.es/2009/03/objetivo-birmania.html" target="_blank">Objetivo Birmania</a>... Y es que <b>el peso de la tradición no se borra de un plumazo, de la misma manera que no se puede ignorar el pasado</b>. Algo bueno tendrá cuando algunas cosas merecen perdurar o reivindicarse...<br />
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<i>(continuará)</i><br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-21095038945621103222015-08-07T22:05:00.000+02:002015-08-11T20:50:05.361+02:00Houellebecq, el islam y el patriarcado (aka. machismo)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCHjfc0WecHfVNcOpYN4rI6i8RkyuBqVgs3KGPsHLdP63YGmOASWrbB0pWvFpFToaihjQtWxiM7nrgf2r5WFLQPYqI5ZqSLRwRsUp3-hCRUXyRCeN9Yg3vy4TsLMYkSZYe13SXpK8AL60C/s1600/sumision.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjCHjfc0WecHfVNcOpYN4rI6i8RkyuBqVgs3KGPsHLdP63YGmOASWrbB0pWvFpFToaihjQtWxiM7nrgf2r5WFLQPYqI5ZqSLRwRsUp3-hCRUXyRCeN9Yg3vy4TsLMYkSZYe13SXpK8AL60C/s320/sumision.jpg" /></a></div><span style="color: blue;"><i>«Lo esencial es la demografía y la educación; la subpoblación que cuenta con el mejor índice de reproducción y que logra transmitir sus valores triunfa; a sus ojos es así de fácil, la economía o incluso la geopolítica no son más que cortinas de humo: quien controla a los niños controla el futuro, punto final».<br />
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«El islamoizquierdismo [...] era un intento desesperado de los marxistas descompuestos, en plena podredumbre, en estado de muerte clínica, para salir del cubo de la basura de la historia agarrándose a las fuerzas ascendentes del islam»</i>.</span><br />
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</span> <span style="color: blue;">Michel Houellebecq (<i>Sumisión</i>, 2015)</span><br />
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<b>A nadie que haya leído más de dos novelas de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Houellebecq" target="_blank">Michel Houellebecq</a> se le puede escapar cuál es su tema: el colapso de la sociedad tradicional</b>, fundamentada en la familia y en las instituciones políticas que han surgido por encima de ella, básicamente por culpa de un capitalismo fuera de control y el derribo progresivo de todos los tabúes sexuales (como si se tratara de una increíble paradoja que hiciera buenas todas las absurdas teorías de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Herbert_Marcuse" target="_blank">Marcuse</a>). De paso, miestras se recrea en la debable, suele aliñar sus argumentos con comentarios y excursos que revelan <b>su declarado odio por todo el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mayo_del_68" target="_blank">sesentayochismo</a> en general y</b>, también, <b>la cultura <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_era" target="_blank">New Age</a></i></b> (cuyo esplendor coincidió con los años setenta del siglo XX, en plena juventud del escritor), a la que considera una inmensa patochada sin sentido. Así que tenemos básicamente un joven inadaptado criado por su abuela tras la dimisión egoísta de sus padres (que prefirieron «realizarse» antes que enterrarse en vida educando a un hijo) al que desde luego no encandilaron las grandes corrientes de pensamiento de su tiempo. No pienso ser tan cuadriculado y conformarme con explicar todo recurriendo a indicadores freudianos, digamos simplemente que Houellebecq ilustra un principio de acción y reacción bastante común en la gente, y que su tema es <b>un posicionamiento en contra de lo mayoritario del que luego ha surgido un proyecto literario, quizá también un pesimismo coherente y una ideología política y cultural</b> (eso ya no lo sé). Otro día tocará aplicar esto mismo a la <a href="http://www.frikipedia.es/friki/Ochentero" target="_blank">generación ochentera</a>, que también tiene su miga...<br />
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Desde <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Las_part%C3%ADculas_elementales" target="_blank">Las partículas elementales</a></i> (1998) <b>Houellebecq escribe dando por hecho que la sociedad contemporánea se siente inexplicablemente empujada hacia una imprevisible variante <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ciberpunk" target="_blank">cyberpunk</a></i> de la distopía social que describió <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aldous_Huxley" target="_blank">Aldous Huxley</a> en <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Un_mundo_feliz" target="_blank">Un mundo feliz</a></i> (1932)</b>. Cada uno de sus libros se centra en uno de esos procesos que, ya desde el presente, ha empezado a expandirse por Occidente: no augura complots ni males absolutos, sino que <b>ahonda en las secuelas</b> --una realidad visible en algunos casos-- <b>que provoca la devastadora fuerza de un modelo económico</b> que se impone siempre porque recurre por sistema a la parte instintiva y gregaria del ser humano, la misma que durante siglos ha tratado de domesticar la Ilustración.<br />
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<b>Las novelas de Houellebecq narran cómo hay personas</b> --desarraigadas, solitarias, egoístas, desmotivadas, abstencionistas, salidas-- <b>que se las apañan bastante bien en el caos de la aparente corrección política actual</b>, personas a las que no les preocupa que el mundo mute por completo y se inviertan las premisas de la convivencia y de las relaciones si al final resulta que viviremos más y follaremos mucho y con muchas (los protagonistas de Houellebecq siempre son hombres, no lo olvidemos). En <i>Las partículas elementales</i> era la disociación completa entre familia y sexualidad (es la obra más directamente vinculada con Huxley); en <i><a href="https://fr.wikipedia.org/wiki/Plateforme_(livre)" target="_blank">Plataforma</a></i> (2001) era el turismo como vehículo de expansión de la misma sexualidad abierta y múltiple que describía en la novela anterior y en <i><a href="https://fr.wikipedia.org/wiki/La_Possibilit%C3%A9_d%27une_%C3%AEle" target="_blank">La posibilidad de una isla</a></i> (2005) era la perpetuación de la existencia gracias a la clonación, aunque fuera a costa del definitivo aislamiento del ser humano en zulos tecnológicos, no sólo renunciando al sexo sino a relacionarse (el modelo social que mejor encaja en ese panorama son las sectas y/o cualquier ideología extremadamente jerárquica que dogmatize la mismísima vida cotidiana).<br />
<br />
<b><i><a href="https://fr.wikipedia.org/wiki/Soumission_(roman)" target="_blank">Sumisión</a></i></b> (2015), finalmente, describe la parte de ese proceso único que encajaría temporalmente entre <i>Las partículas elementales</i> y <i>La posibilidad de una isla</i>; el libro <b>especula acerca de una de las maneras posibles en que podría concretarse un cambio cultural radical alineado con esas nuevas formas de organizar la familia, la sexualidad y el Estado</b>. El islam, por mucho que escandalice a unos cuantos, podría ser un vehículo en ese objetivo, y por eso creo que <b><i>Sumisión</i> no es una novela sobre el islam</b>, sino sobre algunos de los cambios que podría traer aparejado esta religión en caso de expandirse en los feudos tradicionales del racionalismo ilustrado.<br />
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<b>A Houellebecq lo que le obsesiona es la capacidad del islam como ideología socializante</b> (como si otras religiones no la tuvieran o no hubieran fracasado en lo mismo), capaz de autoperpetuarse y expandirse en sociedades <i>a priori</i> hostiles (como lo son las europeas), una capacidad que el cristianismo mantuvo durante siglos pero que ha perdido por el empuje tecnológico, la corrección política y el narcisismo realmente existente. Pero sobre todo <b>le fascina la sexualidad completamente ventajosa que implica para los hombres</b>. Esto, y no una inefable motivación religiosa, estaría detrás de los elevados índices de conversión entre los europeos que experimenta el islam contemporáneo (lo vemos cada día en los telediarios: hombres que se enrolan en el <i>Estado Islámico</i> porque les prometen poder, dinero y/o sexo por decreto, así como el mando absoluto de sus familias, algo que Occidente les obliga a ganarse o a negociar). No nos equivoquemos: <b>hoy es el islam, pero mañana podría servir cualquier excusa, el caso es que la distopía se convierta en realidad</b>.<br />
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<b><i>Sumisión</i> desarrolla una serie de ideas que sirvan de pretexto para argumentar el cambio político y cultural que describe</b>, y ahí es donde se revela la capacidad de su autor para meter el dedo en la llaga (y, por tanto, alcanzar el éxito), en el elemento que escoge como catalizador: el sexo (aparte de este, ningún otro elemento de su esquema argumental soporta un análisis riguroso). <b>Si el islam resulta atractivo para algún occidental es porque sanciona la poligamia; este y no otro es el auténtico centro de la novela</b>. Da lo mismo que detrás haya una religión, que la utilicemos de forma sesgada o que sea irreal, la cosa es que promete un primer nivel de sexualidad abierta y múltiple, el Santo Grial masculino de este siglo XXI. <b>El problema es que esta idea revolucionaria</b> --lo es-- alcanza el núcleo de la mismísima ideología patriarcal, la misma que durante siglos ha tratado de domesticar la Ilustración. <b>Ese patriarcado de raíz monoteísta que relega a la mujer a un segundo plano como individuo y como ser social</b>, convirtiéndola en una especie de ente que requiere tutela y supervisión constantes y al que hay que poner límites a su actividad profesional (no sea que ellas sean mejores que nosotros), así como establecer enérgicamente sus deberes conyugales y domésticos (no vaya a ser que resulte que no sabemos echar un polvo de decente o tengan la posibilidad de cambiarnos por otro objetivamente mejor, que es lo que haríamos nosotros con ellas sin dudar). <b>Este nuevo patriarcado ligado al islam que propone la novela no está muy lejos del que proponían los fascismos del siglo XX</b> (y que en España se prolongó hasta 1975 gracias al complejo nacional-catolicista de Franco), el cual acabó fracasando gracias a sus incompatibilidades con el modelo económico que la burguesía propuso (puestos a escoger entre enriquecimiento y democracia, los ricos optaron claramente por el primero); <b>la diferencia es que el islam no posee entre nosotros una experiencia de fracaso similar, y quizá por eso haya bastante gente dispuesta a creer que esta vez no habrá errores, que los hombres recuperaremos el estatus que poseíamos cuando éramos cazadores-recolectores</b>...<br />
<br />
<b>¿A qué hombre no acabará por interesarle lo que predique el islam</b> (o cualquier otra ideología) <b>si al final, tal como asume Houellebecq, le proporciona privilegios?</b> Para empezar, en el trabajo habrá menos competencia (las mujeres serán apartadas de numerosas profesiones), en casa no pegarán un palo al agua (como hicieron sus padres y abuelos, un motivo más de orgullo) y además podrán follar con hasta cuatro mujeres distintas (incluyendo adolescentes menores de edad). Gracias a estas indiscutibles ventajas todavía quedan bastantes cafres a los que les cuesta renunciar a los privilegios por razón de sexo, dispuestos a amargarle la vida a sus esposas, hijos y familias --incluso a llegar al asesinato--, lo que sea con tal de no aceptar una vida en igualdad de condiciones. <b>El patriarcado no es más que el miserable eufemismo que emplean las elites y ciertas personas con estudios superiores para designar lo que es pura y simplemente machismo</b>, una ideología que busca mantener la primacía masculina en lo social, lo doméstico y lo sexual...<br />
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<b><i>Sumisión</i> es una novela sobre la nostalgia del machismo entre las elites universitarias francesas que pueblan las facultades de humanidades</b>, profesionalmente atrofiadas debido a sus mínimos campos de estudio (un único autor llena sus vidas), ansiosos por alcanzar un prestigio y un nivel de vida que claramente pertenecen al pasado <b>y que se comportan como si su actividad conservara aún un brito de prestigio social</b>. La crítica de Houellebecq a este miserable mundillo es demoledora y la comparto en lo más profundo: está tan deformada que aun así se pueden detectar estas rutinas e ideas en la mayoría de las universidades europeas. El primer paso para superar este narcisismo es aceptar que <b>no es incompatible una vasta especialización cultural con ideas conservadoras, incluso nostálgica y peligrosamente retrógradas</b>. Puede que no estemos hablando de una combinación muy extendida, pero desde luego <b>no se trata de una fabulación sin ninguna base real</b>: la ecuación funcionariado y endogamia laboral ha sido <b>un cóctel letal para las facultades que las ha sumido en la plena podredumbre, en estado de muerte clínica, en el fondo del cubo de la basura de la historia</b>. Bravo Houellebecq.<br />
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Y poco más: <b>el libro se limita a especular con los posibles cambios a que daría lugar la victoria de un partido musulmán moderado, el cual accede al poder porque la elite viejuna, <i>carpetovetónica</i> y sesentayochista francesa lo considera un mal menor frente al fascismo xenófobo del Frente Nacional</b>. Una ficción política plausible vertebrada a través de los cambios vitales y laborales que experimenta un joven profesor de literatura en la Sorbona, que ve cómo el mundo al que pretendió acceder durante décadas de estudios especializados se hunde por inoperancia y se rinde al empuje vital del islam, su escandaloso poder y riqueza y su patriarcado implícito, revestido de buenismo y de gestión eficaz. En este sentido, <b>creo que Houellebecq ha dejado pasar la oportunidad de cebarse en el retrato crítico de una sociedad que está dispuesta a sacrificar cualquier principio ético y político con tal de no perder bienestar</b>; ya sucedió algo parecido en el siglo pasado, cuando el capitalismo se convenció de que los fascismos acabarían con las reivindicaciones obreras y devolverían a la chusma a los suburbios... Quizá lo deje para la próxima novela.<br />
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<b>Limitar los efectos del libro a la misoginia o la islamofobia de su autor</b>, a un escándalo con fines publicitarios, a las calculadísimas declaraciones que realizó tras coincidir el lanzamiento del libro con el horrible y cruel atentado de <i>Charlie Hebdo</i>, todo eso <b>no es más que una mirada superficial al universo distópico de Houellebecq</b>, propia de un lector ocasional al que atrae el trasfondo político de esta novela. <b>Los asiduos sabemos que se trata de un hito más en un proyecto literario que podrá suscitar desacuerdos o escandalizar, pero que mantiene una coherencia desconcertante que no conviene subestimar</b>. No lo llaman machismo por nada...<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-20876275870530870152015-07-29T20:44:00.000+02:002016-05-13T20:46:12.607+02:00El capitalismo de Thomas Piketty en dos minutos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsfQ9yoO0jLCHik7ijszy6RwB_kH9lTBBQjJL8g5EeZ730h5uFO-xM3Vp1muFOXTieVgMuInTWbO8wAQvvTutSlCLTuUeHCa_MbF2wwWTY430bXOznDCp4VVqzELzLei7g_QXmk5cDTR59/s1600/capitalismo.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhsfQ9yoO0jLCHik7ijszy6RwB_kH9lTBBQjJL8g5EeZ730h5uFO-xM3Vp1muFOXTieVgMuInTWbO8wAQvvTutSlCLTuUeHCa_MbF2wwWTY430bXOznDCp4VVqzELzLei7g_QXmk5cDTR59/s320/capitalismo.jpg"></a></div><b>Llevamos siglo y medio debatiendo acerca de la naturaleza del capitalismo</b>: acerca de su esencia, sus futuros previsibles, sus bondades inexplicables, sus contradicciones letales... Lo hacemos en las universidades, en los parlamentos, en las asambleas de estudiantes, en las sobremesas, en los bares, en madrugadas poscoitales... El objetivo siempre es el mismo: tratar de fijar su funcionamiento en una teoría con una coherencia lógica y empíríca (igual que si se tratara de la gravitación universal, la dinámica de fluidos o la relatividad especial) que nos proporcione <b>una base argumental sobre la que fundamentar no sólo una <i>praxis</i> política, sino nuestra ética personal</b>. <b>Demasiado ambicioso, demasiado trascendente</b> (de ahí las dimensiones de determinados fracasos --personales y colectivos-- de sobra conocidos), por lo menos <b>debemos admitir o presuponer lo bienintencionado de la mayoría de los debates</b>.<br />
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<b><i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_capital_en_el_siglo_XXI" target="_blank">El Capital en el siglo XXI</a></i></b> (2013) de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Piketty" target="_blank">Thomas Piketty</a> (un título que claramente remite y desafía a otra famosa obra del siglo XIX) <b>es un libro que pone a prueba una serie de intuiciones y premisas ético-políticas que no son sólo de su autor, sino de media humanidad</b>, incluso de otra media que ya está muerta. <b>Su objetivo es igual de ambicioso que los interminables debates de los últimos 150 años</b> --establecer la naturaleza intrínseca del capitalismo--, pero <b>también proyectar sus proposiciones generales y sus correspondeintes análisis empíricos sobre el siglo XXI que acabamos de empezar con no demasiado buen pie</b>. La obra de Piketty viene a decir que <b>la clave para aislar y comprender la naturaleza del capitalismo está en las series de datos que los países desarrollados han venido acumulando de forma sistemática</b> (en ocasiones desde el siglo XVIII), y que es cuestión de saber cruzarlos para extraer pruebas y conclusiones que corroboren sus ideas. Plantear hipótesis, explicitar una metodología de análisis y aplicar la lógica deductiva. Igualmente ambicioso, igualmente trascendente.<br />
<br />
De entrada, advierto que <b>no pienso defender ni cuestionar la validez, coherencia ni pertinencia de los datos y comparaciones que maneja Piketty en su libro porque no tengo ni idea de cómo hacerlo</b>; esa labor la dejo para los expertos y críticos del gremio de economistas que publican y tienen plaza fija en una universidad, que seguro que encontrarán argumentos para todo lo bueno y todo lo malo. Yo <b>me quedo con la parte que puedo comprender y, por tanto sintentizar críticamente: su teoría general del capitalismo y el esquema argumental y estadístico en el que la sustenta</b>.<br />
<br />
Parece mentira que para formular algo aparentemente tan sencillo hagan falta casi seiscientas páginas, y que después de tantos años ahora <b>resulte que el capitalismo, con toda su inmensa complejidad, pueda reducirse a dos leyes fundamentales</b>:<br />
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<span style="color: blue;"><b>Primera Ley del Capitalismo</b>: la participación de los ingresos del capital en el ingreso nacional es igual a la tasa de rendimiento promedio del capital multiplicada por la relación capital/ingreso. Se trata de una simple igualdad contable, válida en todo tiempo y en todo lugar. Suena muy técnico, pero en lenguaje político viene a decir que <b>los poseedores del capital reciben una productividad marginal</b> --<i>aka</i> beneficio-- <b>como remuneración por su(s) propiedad(es)</b> --la(s) cual(es) puede(n) proceder de su ahorro pasado, o bien de una herencia de sus antepasados-- <b>sin que tengan necesidad de aportar ningún nuevo trabajo</b>. Es más, quienes amasan un capital gracias a su trabajo y esfuerzo personal acaban convertidos en rentistas, librándose de tener que trabajar más (él y/o sus descendientes). Puede que resulte racionalmente injusto, que indigne a más de uno, pero <b>esta situación se produce siempre y en todo lugar, con independencia de toda moral en la que se mezclen capital y trabajo, y acabará produciendo una desigualdad fundacional a no ser que alguien con poder suficiente legisle abiertamente en contra de ese estado de cosas</b>. Nos guste o no, el capital, y no el trabajo, es el motor del crecimiento económico; por eso lo llaman <i>capitalismo</i> y no <i>trabajismo</i>.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>Segunda Ley del Capitalismo</b>: <b>una sociedad que ahorra mucho y crece lentamente</b> (como sucede desde hace tiempo en las economías más desarrolladas de este planeta) <b>acumula a largo plazo un enorme <a href="http://lema.rae.es/drae/?val=ACERVO" target="_blank">acervo</a> de capital, lo que sin duda tendrá consecuencias en la estructura social y en la distribución de la riqueza</b>. <b>En ese lento crecimiento hay que incluir el de la población</b> --en la mayoría de países capitalistas el crecimiento demográfico está muy ralentizado, incluso estancado--, <b>una coyuntura agravante que</b>, sumada a los efectos de la <i>Primera Ley del Capitalismo</i>, <b>incrementa aún más la capacidad de acumular capital a los que ya lo poseen</b> gracias, en buena parte, a la extendida práctica cultural de la herencia.</span><br />
<br />
<b>Esto es así porque Piketty lo formula como proposiciones fundamentales, no porque esa sea la naturaleza intersubjetiva del capitalismo</b>, puesto que otros economistas antes que él interpretaron las cosas de muy diferente manera. Una de esas interpretaciones tuvo bastante éxito en la segunda mitad del siglo XIX y se debe a un tal Karl Marx. Este agudo e inteligente filósofo, analizando los pocos datos de que disponía, pronosticó un colapso mundial de la economía por culpa de la imparable acumulación de capital (proveniente la industria manufacturera británica, sin competencia en el planeta en aquellos años) a la que asistía en su época. A partir de que ese colapso fuera una realidad Marx razonó de la misma ridícula manera que Platón unos cuantos siglos antes cuando se encontró en una encrucijada similar: tras constatar que en cada generación se echaban a perder las esencias de su sociedad dedujo que debió de existir un tiempo en que esas esencias eran puras y sin corrupción, de modo que se inventó una utopía indemostrable que sirviera como mito, origen y explicación de todas sus teorías posteriores; así que se sacó de la toga la chorrada esa del mundo ideal y de las formas perfectas. <b>Marx, por su parte</b>, en un golpe de inspiración semejante, <b>vaticinó una apropiación de los medios de producción por los trabajadores como una consecuencia lógica del colapso por culpa de la acumulación de capital</b>. Marx sabía perfectamente que el capital no se podría acumular de forma indefinida e infinita, pero tal como crecía y se concentraba en su tiempo podía deducir que llegaría un momento en que habría tanto que su rendimiento se desplomaría, <b>y entonces ¡chas! los medios de producción cambiarían de manos, como si el capital ya no tuviera razón de ser a partir de ese instante y todo pudiera funcionar a la perfección en su ausencia</b>.<br />
<br />
<b>La cosa es que su utopía prendió en el imaginario obrero y se montó una buena</b>, que culminó en 1917 y se desplomó en 1989 levantando considerables ampollas. <b>Piketty, sin embargo, no se ensaña con los detalles de esta deriva fracasada y prefiere explicar las razones lógicas que llevaron a Marx a cometer semejante error de bulto</b>: asumir de forma implícita que el incremento de la producción se debía básicamente a la acumulación de capital industrial (se producía más porque cada trabajador disponía de más máquinas y equipos, y no porque su productividad como tal aumentara). El desarrollo posterior de la tecnología y del propio capitalismo han demostrado que sólo el crecimiento de la productividad permite un crecimiento estructural a largo plazo, <i><span style="color: blue;">«sin embargo, teniendo en cuenta la falta de perspectiva histórica y de datos disponibles, eso no era evidente en la época de Marx [...] La contradicción dinámica señalada por Marx corresponde pues a una verdadera dificultad, cuya única salida lógica es el crecimiento estructural, que permite equilibrar --en cierta medida-- el proceso de acumulación del capital. El crecimiento permanente de la productividad y la población es lo que permite el equilibrio de la suma permanente de nuevas unidades de capital [...] a falta de lo cual, en efecto, los capitalistas cavarían su propia tumba: ya sea que se desgarren entre sí, en una tentativa desesperada por luchar contra la caída en la tendencia de la tasa de ganancia (por ejemplo, a través de la guerra para obtener las mejores inversiones coloniales, como en la crisis marroquí entre Francia y Alemania en 1905 y 1911), o bien que logren imponer al trabajo una participación cada vez más baja en el ingreso nacional, lo que acabaría por conducir a una revolución proletaria y a una expropiación general. En todo caso, el capitalismo está minado por sus contradicciones internas»</span></i>. Quizá bajo determinadas condiciones, como admite Piketty, se pudiera prever esa revolución proletaria, <b>lo que no aclaró Marx</b> --tan puntilloso él en sus críticas demoledoras a los hegelianos-- <b>es de dónde salía el corolario racional del nuevo propietario colectivo de los medios de producción</b>.<br />
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¿Hay alternativa a esta situación? Pues sí: al parecer, <b>los conflictos mundiales que se produjeron entre 1914 y 1945 fueron los únicos acontecimientos</b> (completamente ajenos a la economía) <b>que consiguieron revertir temporalmente la concentración de capitales en unas pocas manos, pero una vez superada la posguerra</b> --entre 1970 y 1980-- <b>el capital volvió a alcanzar sus antiguos niveles de concentración</b>. Con una ligera diferencia respecto a la situación anterior a 1914: que hoy en día existe una clase media patrimonial propietaria de aproximadamente la tercera parte de la riqueza nacional, de manera que los ricos de ahora son un 10% menos ricos que sus antepasados porque ese porcentaje se ha repartido entre la porción de población con unos ingresos medios; en cambio, para la mitad más pobre de la población su patrimonio sigue siendo tan escaso hoy como ayer. <b>No resulta muy tranquilizador saber que el único método eficaz conocido de revertir la desigualdad</b> (aunque sea temporalmente) <b>es la guerra</b>.<br />
<br />
<b>El hecho de que entre 1950 y 1979 el capitalismo pareciera estar bajo control</b>, relativamente bien redistribuido (al menos en nivéles inéditos hasta entonces) y sin conflictividad social grave, <b>hace que todavía hoy muchos políticos crean que se puede restaurar la legislación de aquella época sin tener en cuenta el resto de la coyuntura histórica</b> (posguerra, mejoras tecnológicas, alto crecimiento, limitado rendimiento del capital) que favoreció aquel momento privilegiado, <b>y reconstruir de este modo un cortafuegos político y social que impida que se cumpla la <i>Primera Ley del Capitalismo</i></b>. De esta gente cabría esperar un poco más de perspectiva y de agudeza en los detalles, porque de buenos propósitos ya están bien surtidos.<br />
<br />
¿Alguna alternativa más? Creo que sí. <b>Durante décadas la historiografía especializada ha cantado las bondades de tres revoluciones occidentales que apuntalaron el equilibrio actual entre capitalismo y democracia</b>, ejemplos de indudables principios de progreso en el pasado y cuyos réditos políticos disfrutamos hoy. Lo cierto que es hay que quitar bastante IVA a todas ellas, puesto que <b>aportaron una única cosa y pasaron de puntillas por la mayoría de los privilegios que llevaban siglos legitimando jurídicamente la desigualdad</b>:<br />
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<span style="color: blue;"><b>1</b>. La Revolución Inglesa de 1688 inventó el parlamentarismo moderno pero dejó tras ella una dinastía real, la primogenitura terrateniente hasta la década de 1920 y privilegios políticos para la nobleza hereditaria que todavía, en el momento de escribir esto, no han sido abolidos.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>2</b>. La Revolución Francesa de 1789 encaró la igualdad jurídica de los individuos frente al mercado, pero con la mirada puesta únicamente en la derogación los privilegios de la aristocracia. Este buenismo legislativo no impidió que la sociedad francesa de principios de siglo XX fuera todavía más desigual que la del siglo XVIII.</span><br />
<span style="color: blue;"><br />
</span> <span style="color: blue;"><b>3</b>. La Revolución Estadounidense de 1776 dio origen al principio republicano, pero consintió que la esclavitud prosperara un siglo más y que la discriminación racial fuera legal durante casi el doble de tiempo.</span><br />
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<b>De la economía de mercado resultante de las dos leyes formuladas por Piketty no se deduce, deriva ni contempla ninguna</b> --repito, ninguna-- <b>fuerza capaz de conducir de forma natural a una reducción de la desigualdad patrimonial o a una armoniosa estabilidad</b>. No existe ninguna razón para creer en el carácter autoequilibrado del crecimiento, ni en la perfectibilidad de la autorregulación del mercado en condiciones ideales de legislación mínima. Es más, sostiene Piketty, <b>la asimetría constante de los rendimientos del capital y del trabajo</b> --en beneficio del primero-- <b>significa que el pasado devora el porvenir, que las riquezas acumuladas por nuestros antepasados progresan mecánicamente más rápido, sin trabajar, que las producidas por el trabajo y a partir de las cuales es posible ahorrar</b>: <i><span style="color: blue;">«la principal fuerza que explica la hiperconcentración patrimonial observada en las sociedades agrarias tradicionales y, en gran medida, en todas las sociedades hasta la primera Guerra Mundial [...] se vincula con el hecho de que se trata de economías caracterizadas por un bajo crecimiento y por una tasa de rendimiento del capital clara y duraderamente superior a la tasa de crecimiento [...] Se trata de condiciones ideales para que prospere una sociedad de herederos, caracterizada al mismo tiempo por una muy fuerte concentración patrimonial y por una gran persistencia en el tiempo y a través de las generaciones de esos patrimonios elevados»</span></i>. <b>La única manera de mitigar</b> --nunca erradicar-- <b>esta desigualdad es a través de los métodos artificiales de la política, la única que podría contener la implantación de un <i>Nuevo Antiguo Régimen</i></b>.<br />
<br />
Además de este entretenido relato sobre un tema clave de nuestra civilización, <b>el libro de Piketty también ajusta cuentas con unos cuantos lugares comunes de la teoría económica clásica y neoliberal</b>, tanto que casi nos hemos convencido de su verdad de tanto repetirlos: <b>la teoría de la utilidad marginal</b> (un modelo simplista e ingenuo con graves problemas conceptuales y empíricos que no permite dar cuenta de la diversidad de las evoluciones históricas y del desarrollo histórico del capitalismo); <b>la inflación</b> (esa creencia errónea tan enquistada en el convervadurismo neoliberal que afirma que reduce el rendimiento promedio del capital, cuando lo único que perjudica es la riqueza ociosa); <b>el <i><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Principio_de_Pareto" target="_blank">Principio de Pareto</a></i></b> (que creía que las desigualdades se acababan compensando por arte de magia, sin necesidad de hacer nada por los más perjudicados en el reparto. Muchos fascistas llegaron a creer que sería así con una política económica adecuada) <b>o la teoría de la oferta</b> (la fuerza principal que lleva verdaderamente hacia la igualación de las condiciones es la difusión de los conocimientos y las cualificaciones, no el juego de la oferta y la demanda o la movilidad del capital y del trabajo).<br />
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En definitiva, después de leer <i>El Capital en el siglo XXI</i>, <b>uno acaba por aislar y resituar algunos de los principales aspectos del debate económico, político y social respecto a nuestra existencia como trabajadores por cuenta ajena</b>, los cuales curiosamente no tienen nada que ver con los ingresos, las barricadas, la fortuna o las capacidades propias. En mi caso, creo que el más importante es el siguiente: <b>que las desigualdades patrimoniales no tienen la misma consideración social si son el producto de una herencia legada por generaciones anteriores o fruto del ahorro logrado a lo largo de una vida</b>. Esta distinción está grabada a fuego en la clase media patrimonial de Occidente, y <b>quizá es la única certeza que la mitad más pobre de cualquier sociedad está dispuesta a admitir como <i>desigualdad natural</i> compatible con un (aún) inédito orden igualitario</b>. Este mismo dilema se detecta en la radiación del fondo que provoca el constante y agotador rifirrafe político relacionado con los ricos y los pobres, los empresarios y los obreros, la izquierda y la derecha parlamentarias... Lo cierto es que, <b>a día de hoy, ha sido imposible dar con una fórmula legal que sea capaz de garantizar una distinción justa y fundamental entre herencia y esfuerzo y redistribuya el capital sin coartar las desigualdades naturales</b>.<br />
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Ay, en fin, el capitalismo...<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-11684403301545337452015-06-10T00:29:00.002+02:002015-08-11T20:26:45.224+02:00Subsistencia aumentada o la lógica de la supervivencia científica<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFR-z9SvPJXI7vfnebON-r-ALXvZulMy2qdr_RQJGhmUtKK7AAzPERVPWGlrWH-A1xjDNlQJtzxJMmUIWYdIuw1K4jYF1BVm_aovlUi67YSbzwYVolBdienTZuPirCYf099SYK7Nj5x9rQ/s1600/sobrepoblacion-escasez-agua-alimentos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFR-z9SvPJXI7vfnebON-r-ALXvZulMy2qdr_RQJGhmUtKK7AAzPERVPWGlrWH-A1xjDNlQJtzxJMmUIWYdIuw1K4jYF1BVm_aovlUi67YSbzwYVolBdienTZuPirCYf099SYK7Nj5x9rQ/s320/sobrepoblacion-escasez-agua-alimentos.jpg" /></a></div><span style="color: blue;"><i>«El tiempo seudocíclico es el del consumo de la supervivencia económica moderna, la </i>supervivencia aumentada<i>, donde lo vivido cotidiano queda privado de decisión y sometido ya no al orden natural, sino a la seudonaturaleza desarrollada en el trabajo alienado; y por tanto este tiempo reencuentra naturalmente el viejo ritmo cíclico que regulaba la supervivencia de las sociedades preindustriales»</i> (<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Guy_Debord" target="_blank">Guy Debord</a>, <b><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/La_Sociedad_del_espect%C3%A1culo" target="_blank">La sociedad del espectáculo</a></b>, 1967)</span><br />
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<br />
<b>La cultura impone y aplica la misma lógica depredadora del mínimo esfuerzo que exhibe la naturaleza, con sólo dos diferencias</b> fundamentales: <b>la primera apenas tiene 10.000 años de antigüedad</b>, mientras que la segunda ha dominado y demostrado su eficacia desde hace varios <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/E%C3%B3n_(geolog%C3%ADa)" target="_blank">eones</a>; <b>la segunda es que la cultura</b> --por definición-- <b>implica el dominio y la domesticación de la naturaleza</b>. Por eso los efectos, resultados y consecuencias de la cultura sobre el planeta en apenas 60.000 generaciones humanas son infinitamente más visibles y eficaces que millones de años de selección natural.<br />
<br />
Gracias a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Darwin" target="_blank">Darwin</a> y a <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Malthus" target="_blank">Malthus</a>, <b>sabemos que los animales buscan satisfacer sus pulsiones instintivas de la manera más rápida, segura y eficaz</b>. Si un día encuentran caza o alguna manera de reproducirse (en un paraje o bajo determinadas circunstancias) es seguro que volverán a por más, porque la urgencia y la necesidad les llevan a preferir lo que suponga un menor desgaste energético. <b>Cuando un ecosistema es sobreexplotado por una especie demasiado numerosa se altera el equilibrio impuesto por la selección natural</b> y se quiebra la estabilidad del ecosistema mismo, que ya no es capaz de prolongar las condiciones vigentes de subsistencia y entra en una fase de desequilibrio de consecuencias imprevisibles. <b>Hasta que el ecosistema recupere el equilibrio</b> (aunque sea a costa de sacrificar cualquiera de sus componentes) <b>no existirán garantías de supervivencia para los grupos de seres vivos que han superado la alteración</b>.<br />
<br />
<b>Con la cultura</b> --y con este término designo deliberadamente toda actividad humana racional y medianamente sistemática-- <b>sucede exactamente lo mismo</b>: a medida que la ciencia ha alcanzado ciertas seguridades y descubierto determinadas regularidades en la naturaleza, <b>el equilibrio de la selección natural se ha ido resquebrajando</b>. <b>Esto es especialmente obvio en la explotación de los recursos naturales</b>: cuando un recurso o un ecosistema proporciona un beneficio --ya sea para la supervivencia inmediata o económico-- el ser humano lo explota hasta esquilmarlo. <b>Y no lo hace a mala idea, lo que pasa es que aplica la lógica racional que le impone la ciencia, que es la herramienta fundamental que le permite subsistir con tanta holgura</b>, reproduciendo a la perfección la <i><a href=" https://es.wikipedia.org/wiki/Tragedia_de_los_comunes" target="_blank">Tragedia de los Comunes</a></i> descrita por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Garrett_Hardin" target="_blank">Garrett Hardin</a> en 1968, y cuya vigencia es tan abrumadora como preocupante. Con el tiempo, la humanidad ha sido capaz de mejorar y afinar los métodos de explotación (en ocasiones alargando la vida del recurso), pero en ningún caso se plantea renunciar o interrumpirla. Las fuentes de energía, las minas, los caladeros... <b>si alguno de estos recursos ha sobrevivido al rodillo de la actividad humana es porque hemos encontrado recursos alternativos</b> (o desconocidos hasta entonces) <b>que ofrecen mayor seguridad y beneficios</b>.<br />
<br />
<b>La actividad humana</b>, gracias a la tecnología proporcionada por la ciencia, <b>ha podido dar un salto cualitativo en sus condiciones de supervivencia, convirtiéndolas en lo que Guy Debord denominó <i>supervivencia aumentada</i></b>. Aunque originalmente designa la concepción del tiempo en sociedades capitalistas avanzadas, <b>describe tangencial y perfectamente la cultura como actividad característica de la especie humana</b> en tanto que lucha por superar los límites de la selección natural y por obtener una supervivencia mejorada, incrementada --aumentada-- gracias a la eficacia de los hallazgos científicos y técnicos.<br />
<br />
Pero lo más doloroso es la increíble paradoja que encierra esta condición de la existencia: <b>si por un azar quisiéramos corregir o evitar los desequilibrios irreversibles y nefastos que la cultura introduce en la naturaleza tendríamos que actuar en contra de los mismos instintos culturales que nos permiten sobrevivir</b>; y no de forma esporádica, discontinua, perezosa o imprevista (por ejemplo como reacción inmediata a determinadas catástrofes y calamidades), sino <b>como parte de una pauta sistemática que va en contra de todo nuestro juicio racional acumulado</b>. Es imposible sustraerse a esta lógica como principio porque, a pesar de su complejidad y diversidad, en lo básico, <b>la cultura no deja de ser una estrategia de supervivencia</b>, bastante más que un capricho o una emanación inexplicada. ¿O es que acaso cualquier especie animal, por el mero hecho de haber incrementado su población hasta límites casi insostenibles y de provocar con su actividad un desequilibrio en el ecosistema de pronto, cuando su subsistencia está seriamente amenazada, modifica su pauta de supervivencia? <b>¿Acaso los perros mueven los labios cuando leen? Pues eso</b>.<br />
<br />
La racionalidad científica producto de <b>la cultura</b> no es una mejora ni un añadido ni una garantía de nada, si acaso <b>es una sofisticada respuesta, una extensibilidad de la subsistencia que a pesar de todo es incapaz de superar la lógica fundamental y las limitaciones de la selección natural</b>.<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-35109770054656472192015-03-04T21:04:00.000+01:002015-03-05T18:15:39.221+01:00Renta básica universal: ¿qué estaremos asumiendo?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWNWDpSXKJGE2aHr_WPlRlCLhp_Li7IdzbzyClLoK46xhOWB2WTzJ1hftk8h0g-uvqERhMcKtxN6zKxY5S6XGvnFqoY-Rvl_xOFmg3Q9iQ8on3f8E0Xlv1KLjgaP-DP0g5d9CJjqojniBj/s1600/rbu.png" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWNWDpSXKJGE2aHr_WPlRlCLhp_Li7IdzbzyClLoK46xhOWB2WTzJ1hftk8h0g-uvqERhMcKtxN6zKxY5S6XGvnFqoY-Rvl_xOFmg3Q9iQ8on3f8E0Xlv1KLjgaP-DP0g5d9CJjqojniBj/s320/rbu.png" /></a></div><b>La economía política de la globalización está cocinando un mundo que se encomienda</b> --sin saberlo, sin admitirlo abiertamente, sin poder evitarlo quizá-- <b>al establecimiento de una <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Renta_b%C3%A1sica_universal" target="_blank">Renta Básica Universal</a></i></b> (RBU), un salario mínimo garantizado para todo ser humano por el mero hecho de estar vivo. Los movimientos <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Altermundialismo" target="_blank">altermundistas</a></i> lo reclaman cada vez con más fuerza como la medida definitiva y garantista de la igualdad y contra la pobreza. La RBU --argumentan-- supondría <b>un ingreso mínimo legal incontrovertible que permitiría la superviencia a todo ser humano, sin límite temporal, sin condiciones ni contraprestaciones previas de ninguna clase</b>. Para quienes la reclaman, el hecho de involucrar el concepto de universalidad tiene la ventaja de que suena a principio absoluto, a <i>Revolución Francesa</i>, a <i>Refundación del Sistema</i> (así, con mayúsculas), y además suena a refriega victoriosa ante las narices del poderoso. Pues claro, <b>ante algo tan bienintencionado, tan definitivo, es difícil no engancharse</b>.<br />
<br />
Hasta aquí el planteamiento teórico y, por tanto, reivindicativo. <b>Ahora viene la letra pequeña</b>, la que no se suele mencionar en voz alta pero que, aun así, actúa como condición necesaria:<br />
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<b>1. ¿Quién tendría derecho a percibirla?</b> Si se plantea como universal y es una medida gubernamental, está claro que los nacionales con y demás gente con los papeles en regla. Es decir, hablamos de una legislación estrechamente vinculada a los Estados-Nación que prolongaría innecesariamente su agonía como agentes de la política económica de la globalización. Su implantación sería la consecuencia de una promesa electoral estrella, el resultado de una revuelta, pero <b>nunca una reacción racional y planificada ante determinadas evidencias de la coyuntura económica</b>.<br />
<br />
<b>2. ¿Se percibiría por el mero hecho de existir y durante toda la vida, o más bien estaría condicionada a la concurrencia de una serie de circunstancias vitales?</b> Hay quienes defienden lo primero contra toda lógica, puesto que esto es algo absolutamente inconcebible desde todos los puntos de vista. La RBU como una renta para quienes carecen de todo ingreso en riesgo o situación de exclusión social (la legislación tendría que establecer los diversos grados admitidos) es algo bastante más factible y realista. La principal diferencia con las prestaciones por desempleo y la razón que explica el amplio consenso que suscita es que no es una renta decreciente, limitada en el tiempo ni depende de que haya que demostrar documentalmente que se cumplen determinados requisitos. <b>La RBU es para unos el sueño populista de un ingreso por la cara, para otros la dignificación definitiva del ciudadano</b>. Pero si resulta que la RBU no es para toda la vida y se percibe en determinadas circunstancias ya la tendremos liada...<br />
<br />
<b>3. ¿Qué criterios se seguirían para determinar el derecho o no a percibirla?</b> Alguien tendría que poner negro sobre blanco los límites, los requisitos y los controles (como en cualquier norma legal, esto no es una novedad). Y entonces, <b>¿cómo evitar que la RBU se convirtiera en un complemento a los ingresos provenientes de la economía sumergida?</b><br />
<br />
Y finalmente la pregunta del <a href="http://lema.rae.es/drae/?val=millardo" target="_blank">millardo</a>: <b>4. ¿Qué cantidad es digna de ser llamada RBU?</b> No podría ser tanto que desincentivara la búsqueda de trabajo, pero tampoco muy baja, porque tendría que permitir una subsistencia básica. Y en ese caso, ¿percibirían todos lo mismo sin atender a edad, estados civiles, compromisos de pago adquiridos, circunstancias familiares y/o personales? <b>¿Quién va a decidir todo esto? ¿El gobierno de turno? ¡Qué sabrá esa gente lo que cuesta sobrevivir!</b><br />
<br />
La letra pequeña de <b>la RBU no se diferencia en nada</b> --repito, en nada-- <b>de cualquier otra reivindicación de una prestación económica</b>: salarios, tarifas de servicios básicos, extensión de beneficios sociales sujetas a gratuidad y universalidad... Además, todo lo de la RBU tendrá que debatirse y fijarse mediante una ley: negociar, reformar, reivindicar, rebajar, conceder, desvirtuar, formar comisiones de expertos, dar conferencias, hacer declaraciones, soportar debates y rifirrafes... No nos engañemos: <b>la RBU no es <i>La Reivindicación Social Definitiva</i> con mayúsculas</b>, es una reivindicación más, una reacción --comprensible por otro lado-- ante el panorama de precariedad laboral que apunta el futuro. La RBU no tiene nada que ver (ni está conectada) con las reivindicaciones obreras en los tiempos de la <i>Revolución Industrial</i> (salud, convenios, vacaciones, jornadas, seguridad...). No es una solución, no es un hito, no es un antes y un después en la justicia social, pero hay tantas esperanzas puestas en ella que parece que lo sea. <b>Me pregunto qué dirán sus argumentadores/reivindicadores actuales cuando comprueben que no habrá servido para minorar la desigualdad y que la pobreza seguirá extendiéndose como un <i><a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Meme" target="_blank">meme</a></i> viral imparable</b>.<br />
<br />
Ahora <b>repasemos los argumentos desde el lado de la oferta</b>: la RBU se alinea peligrosamente --no sé si con suficiente consciencia-- con <b>la tendencia global de la economía política que hace del trabajo humano un recurso incrementalmente prescindible</b>. Cada vez más economistas se atreven a formularlo en voz alta, incluso a ponerlo por escrito: <b>en el futuro será suficiente con que trabaje un 15% de la población activa</b> para mantener la producción en todos los sectores del mercado. Y cuando digo todos quiero decir TODOS. La cosa ya no irá de que la política económica y la emprendeduría privada sean capaces de alinearse para crear puestos de trabajo con el objetivo irreal del pleno empleo (el mantra electoral y de gestión de cualquier político y emprendedor), sino que <b>bastará con tener a unos cuantos trabajando para que todo funcione tan ricamente, porque lo que falta lo llenará la tecnología</b>. El resto, los que no hace falta que trabajen, para que no se sientan discriminados, serán considerados y tratados como usuarios/consumidores de pleno derecho (igual que los que perciben rentas por su trabajo), y <b>por obra y gracia de la RBU se les mantendrá alejados de tentaciones revolucionarias</b>, con su descontento bajo control y dentro de los límites --con uno o con los dos pies, eso ya se verá-- del mercado de consumo.<br />
<br />
A esa élite que percibe rentas del trabajo habrá que hacerles la pelota y pagarles razonablemente bien, ya que de lo contrario podrían entrar en una dinámica insana que les llevara a cuestionarse sus años de dura (y cara) formación para mantenerse ellos mismos y a una mayoría que no es necesaria ni interesa que trabaje, incluso preferir pasarse al bando de los subvencionados por la RBU (alguno habría). <b>Y así las cosas, todavía habrá quien se queje porque la RBU esté al nivel de un salario de subsistencia, ignorando que la <i>Teoría del valor</i> de <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/David_Ricardo" target="_blank">David Ricardo</a> hace siglos que demostró <a href="http://www.actibva.com/magazine/economia/david-ricardo-del-valor-del-trabajo-al-salario-de-subsistencia" target="_blank">por qué los salarios nunca superarían ese umbral</a></b>. A estos insatisfechos permanentes los políticos tendrán que repetirles una y otra vez que los ingresos son escasos, que hay que repartir, la solidaridad, la justicia y bla, bla, bla....<br />
<br />
<b>¿De verdad la RBU es la solución? ¿No es más bien una reivindicación que encaja con perversa precisión con el tipo de sociedad que perfilan la globalización, los recursos menguantes y una demografía imparable?</b> ¿A qué tipo de sociedades dará lugar una economía de salarios por decreto? ¿En qué clase de personas se convertirán los beneficiarios de una RBU garantizada? ¿Qué pasará si se prolonga durante una generación o más? <b>¿En qué extraña sociedad distópica</b> --anticipadas por el cine y la literatura con más o menos fortuna-- <b>nos habremos convertido?</b><br />
<br />
Sin duda <b>la ética será una de las primeras víctimas de esta refriega</b>. La RBU puede que sea una solución para millones de desheredados del sistema, pero también dará lugar a comunidades de mantenidos, sin iniciativa, en el umbral de la supervivencia, enquistados y anclados por obligación en un consumo de subsistencia. Los subsidios actuales (regulados y limitados) cumplen una función muy parecida a la de la RBU, <b>pero lo que es más importante: obligan a gobiernos y emprendedores a seguir fingiendo que cuentan con todos nosotros para trabajar</b>, lo cual les hace parecer patéticamente divertidos.<br />
<br />
Con la RBU implantada durante tiempo suficiente, <b>¿cuánto tardará en llegar el iluminado de turno que diga que somos demasiados, que sobra gente?</b> No es que la RBU sea una mala idea, pero acabará naturalizando unas condiciones de desigualdad, paternalismo y autoritarismo radical que asustan.<br />
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El tecnócrata de letrashttp://www.blogger.com/profile/01442663589380794032noreply@blogger.com0Barcelona, España41.3850639 2.173403499999949441.1944764 1.8506799999999495 41.5756514 2.4961269999999494tag:blogger.com,1999:blog-3000767554236112757.post-85895632344729477892014-12-31T23:59:00.000+01:002015-01-04T13:38:36.873+01:00Textos (que aspiran a ser) sustitutivos de la realidad<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhopeGz0B-AX2aq8slQdYX21YXBApfSt5DtlB942Frn3aj-4dVsT-UlPQkJfWMblWpxK2_JxK7o0zdSNI-nKFAxdYKh2_RZMtBlT05GoYtZZToG30-7mGomFNVVnHbFLs22v4Vw93dnPfRm/s1600/mente.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhopeGz0B-AX2aq8slQdYX21YXBApfSt5DtlB942Frn3aj-4dVsT-UlPQkJfWMblWpxK2_JxK7o0zdSNI-nKFAxdYKh2_RZMtBlT05GoYtZZToG30-7mGomFNVVnHbFLs22v4Vw93dnPfRm/s320/mente.jpg" /></a></div>Suscribo totalmente la idea de que el concepto de modernidad (en el pensamiento occidental) prende definitivamente en la historia humana cuando <i><span style="color: blue;">«a pesar de la resistencia de los románticos, del psicoanálisis, de la fenomenología de Husserl, la ruptura entre los sentidos y la realidad aparece, hoy, como una estructura fundadora de la modernidad»</span></i> (<a href="http://fr.wikipedia.org/wiki/David_Le_Breton" target="_blank">David Le Breton</a>, 1990), cuando <b>la astronomía, la anatomía y la filosofía</b> (allá por el siglo XVII) <b>se lanzaron a acumular evidencias en contra de la tradición simplista que afirmaba que lo que percibimos es la realidad objetiva, sin pérdida ni engaño</b>. Admitir que nuestros sentidos pueden engañarnos o no resultar fiables, o que somos incapaces de percibir detalles o matices de nuestro entorno físico fue suficiente para provocar <b>un terremoto mental del que creo que aún no nos hemos recuperado</b>.<br />
<br />
<b>Aceptar esta premisa</b>, este divorcio, <b>implica que existe un espacio entre la percepción y la realidad física y objetiva</b>; y lo que es más importante: que podemos/queremos/debemos/sabemos <b>llenarlo a nuestro antojo, consideración y albedrío</b>. Con más o menos fortuna, con mejores o peores intenciones. Sin embargo ese mismo espacio polivalente (cuyas dimensiones no nos es dado conocer, debido a nuestras limitaciones cognitivas) <b>es el lugar privilegiado donde ha podido florecer la ciencia, el arte o la ficción; y también la teoría política, las ideologías y el fanatismo</b>. Entre percepción y realidad existe una brecha que tendemos a rellenar con toda clase de materiales: conocimiento, ignorancia, saberes, oscurantismo, cultura, barbarie, erudición, zafiedad, experiencia y/o incompetencia. El objetivo --no siempre declarado-- ha sido establecer puentes entre los dos extremos conocidos. Así, <b>la ciencia trata de armonizar</b> (sistemática y racionalmente) <b>nuestros sentidos con el uso que hacemos de la naturaleza</b>; a su vez, <b>el arte y la ficción especulan sobre cómo la percepción puede sugerir significados que otorguen un sentido a la realidad</b>, considerada aquí como aquello que no es nuestra conciencia. En cambio, <b>la teoría política, la ideología y el fanatismo</b>, en diferente grado y nivel de eficacia, <b>se subrogan un objetivo bastante más ambicioso</b>: anteponer un corpus de conocimiento que no es que deba dar cuenta de la realidad que escapa a nuestra percepción, sino que la sustituya, la explique, ordene y justifique de manera que no haga falta contrastarlo ni recurrir a nada más para obtener causas, motivos, explicaciones o justificaciones.<br />
<br />
<b>Los textos sustitutivos de la teoría política son los más peligrosos, porque pueden obturar los sentidos ocultando todo el paisaje de la realidad</b>; impiden que se traspasen determinadas fronteras, no admiten que se pueda ir más allá de lo establecido de antemano, porque de esa manera evitan que alguien pueda denunciar su trampantojo textual. <b>El dogma es el argumento superior y definitivo</b> de los textos sustitutivos; <b>prolifera en abundancia cerca de religiones, ideologías y fanatismos de toda clase</b>.<br />
<br />
<b>La realidad, sin embargo, es tozuda y se empeña en no garantizar seguridades</b>; lo máximo que admite son criterios de verificación fiables en determinados contextos. Gracias a ellos estamos donde estamos y <b>tenemos la posibilidad de desmontar algunos textos sustitutivos</b> (los que se convierten en amenaza, a veces en desastres irrecuperables, también los que revelan su inutilidad o estupidez a las primeras de cambio), <b>aunque a veces esa labor lleve su tiempo</b> (décadas o siglos). La historia humana demuestra que sigue siendo más fácil y cómodo levantar argumentarios que simplifiquen --o subordinen a unos intereses concretos-- una realidad múltiple, cambiante e imposible de uniformizar. Los textos sustitutivos <b>se las apañan para pasar de puntillas sobre las evidencias en contra, silenciar las objeciones y enfatizar hasta el absurdo sus supuestas ventajas y bondades</b>. Adoptan la forma de discurso, y suelen ser reiterativos, jerárquicos, impugnatorios, normativos, doctrinarios, incoherentes, interesados... Su objetivo común: servir de muro de contención de la realidad y, a cambio, ofrecer una alternativa prefabricada donde las causas son premisas y las consecuencias meras <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Afirmaci%C3%B3n_del_consecuente" target="_blank">falacias de afirmación del consecuente</a>. Un buen texto sustitutivo <b>puede explicar y servir para prácticamente todo, de ahí la propensión humana a usarlos en todo aquello que tenga que ver con obtener beneficios a través de un (aparente) consenso social</b>: la tradición cultural, el capitalismo, la ética, los nacionalismos, los valores familiares, la teoría del arte...<br />
<br />
<b>Estos discursos difícilmente abandonan el plano argumentativo</b> que proporcionan sus respectivos textos sustitutivos, <b>se empeñan en imponer un debate en su propio lenguaje</b>, puesto que es especialmente útil <b>para anular los efectos de cualquier dato en contra</b>, así como las adversidades que se cuelan desde otras realidades. Esa es la razón por la que los debates resultan cada vez más aburridos y estériles, porque cada participante se niega a abandonar la jerga de su propio texto sustitutivo, prefieren repetir hasta la saciedad sus silogismos manipulados y hacer creer que la realidad se ajusta a ellos. <b>La segunda gran aberración de esta argumentación sustitutiva es que nunca, bajo ninguna circunstancia, pase lo que pase, se admitirá un error, equivocación o culpa</b>. Si se hace significa que se ha producido una hecatombe, que el texto en vigor que hace las funciones de realidad ha quedado en evidencia, ha estallado en pedazos y/o deja ver un mundo bastante más vasto y diverso del que describía. No es solamente que <b>tras el derrumbe no queda más remedio que enfrentarse a la realidad</b>, sino que el error se admite empleando el lenguaje de los otros, de los que se oponen o impugnan.<br />
<br />
<b>La realidad hace tiempo que se ha perdido de vista en la política</b>, obsesionada por parecer correcta, inclusiva, neutra y objetiva, pero sobre todo especializada; <b>un terreno en el que hay que dejar hacer a los expertos</b>. Sin embargo, la necesidad de la reelección, la obsesión por dar la sensación de tenerlo todo bajo control, el huir del alarmismo y de los mensajes negativos <b>han provocado que se enquiste en sus discursos un <i>buenismo bienintencionado</i> del todo insoportable</b> que amenaza con paralizar toda praxis política. Los debates, los programas, la propaganda, los documentos de trabajo, la legislación, todo está repleto de una jerga que se autolimita a la parte brillante del panorama, a los grandes e inatacables propósitos (puramente teóricos, carentes de todo referente real), <b>presentando sociedades y comunidades siempre cohesionadas por la tradición y siempre comprometidas con un futuro repleto de tecnología y felicidad</b>. Cualquier contradicción queda anulada gracias a una gestión política que omite los enfrentamientos y las críticas, que se empeña en dar la impresión de ser capaz de incorporar las novedades --inicialmente críticas y cuestionadoras-- a su propio proyecto. Los textos sustitutivos de la política trocean la realidad social, otorgando a la parte seleccionada el sentido y la finalidad que interesa en cada momento, pero revestida de deseos globales para mantener una ilusión de interés general. Incluso <b>los fracasos se revisten de triunfos y los errores son reprocesados en un argumentario conveniente que los presenta como males menores, riesgos calculados o bajo control</b> donde nunca hay culpables ni consecuencias.<br />
<br />
Con todo, <b>en ocasiones podemos asistir a auténticos momentos privilegiados en los que la política se ha visto obligada a claudicar</b>: algunos forman parte del calendario como las derrotas electorales, en las que la evidencia numérica hace imposible cualquier paliativo (aunque haya algún candidato inasequible al baño de realidad que acaban de darle), pero otros son <b>auténticas debacles en las que no hay más remedio que prescindir de los textos sustitutivos y hablar el lenguaje de una realidad más amplia</b>, esa que incluye el fracaso de su proyecto o su gestión. Siguen siendo declaraciones solemnes, únicas, fruto de una descomposición ya imparable, pero hacen referencia a aspectos hasta entonces omitidos en todas las declaraciones anteriores. <b>Suelen producirse tras sentencias judiciales desfavorables o en la presentación de conclusiones en comisiones de investigación</b> (como los informes sobre las dictaduras de Chile, Sudáfrica, Brasil, Argentina), el inmenso engaño de las armas de destrucción masiva de Iraq, las matanzas impunes de los genocidios... <b>No obstante, a pesar del reconocimiento de errores y fracasos, poseen una alarmante falta de consecuencias prácticas</b>, especialmente la capacidad de provocar nuevos textos menos técnicos y teóricos, menos sustitutivos, escritos con un lenguaje más directo y que no descarten que se vuelvan a cometer errores.<br />
<br />
<b>Por ejemplo, los demoledores informes sobre las atrocidades de las dictaduras</b>, desmenuzan una realidad hasta entonces oculta en el discurso oficial, establecen cronologías, causas y efectos, cuantifican, describen... alcanzando detalles monstruosos e inhumanos. Pero por desgracia esa realidad minuciosa, rescatada a base de testimonios de supervivientes y de documentos desclasificados, se adueña de todo el espacio que deberían ocupar muchos otros discursos derivados. <b>No hay consecuencias judiciales, los verdugos permanecen en sus casas y mueren rodeados de sus familiares</b>, que lloran su desaparición, no hay reparaciones a los descendientes, <b>ni siquiera se pide perdón</b> desde el poder ejerciente. Nada. Simplemente se describe algo que sucedió, se hace balance y se deja de hablar de ello. Al final, esos informes acaban convertidos en textos sustitutivos.<br />
<br />
Los de la política no son los únicos textos sustitutivos, <b>también el análisis económico exhibe un potente andamiaje terminológico capaz de ocultar desigualdades, desastres y toda clase de cagadas</b> (llamar <i>crecimiento negativo</i> a las pérdidas lo dice todo). La política económica oculta inmensos fragmentos de realidad, <b>pero mantiene intacto su prestigio a pesar de sus constantes predicciones fallidas y de decisiones llenas de incoherencias</b>.<br />
<br />
Por su parte, <b>la ciencia social cubre con un manto de ultraespecialización conceptual</b> y de objetos de estudio hiperparcelados <b>la realidad sobre la que supuestamente actúa</b> para mejorarla, y sin embargo lo cierto es que <b>sus temas no interesan a nadie</b> que no pertenezca a la étite, sus conclusiones no inciden sobre ninguna realidad concreta. Su verdadera preocupación es obtener prestigio académico y, como mucho, ofrecer un buen compendio de teorías previas y una aburrida descripción metodológica. <b>Sus textos son pura retórica, pero no por eso sus autores dejan de mencionar injusticias contra las que no piensan mover un dedo</b>; prefieren señalar errores menores a los no iniciados o desmentir malinterpretaciones a la vez que expresan un vago e inane deseo de igualdad y libertad.<br />
<br />
<b>Incluso el arte y el entretenimiento permanecen atrapados en un ridículo sobreanálisis de significados</b>: la exégesis pedante, la obsesión etiquetadora, el descubrimiento de futuras promesas y/o detectar indicios de genialidad en artistas desconocidos. En cambio el arte espontáneo, el que insiste en (o recicla) modelos superados, el que resulta incómodo técnica o ideológicamente, el que no es compatible con una escasez programada, no existe. <b>La opacidad de la exégesis sustitutiva está directamente vinculada</b>, de forma mucho más nítida y descarada que en otros ámbitos, <b>con el elitismo clasista y el mantenimiento de un modelo de negocio</b>.<br />
<br />
<b>Que los textos sustitutivos aspiran a sustituir la realidad se hace más evidente que nunca cuando un movimiento no oficial</b>, sin prestigio, no liderado por expertos, <b>se erige en alternativa y amenaza con eclipsar el discurso del poder</b>. Son nuevos discursos que ponen en primer plano temas o problemas mayoritarios, o que llaman a las cosas de forma más comprometedora o argumentada. <b>Entonces los expertos reaccionan indignados y ningunean a sus rivales por simplistas, incautos o ignorantes</b>. Lo que en verdad <b>les asusta</b> es que su texto sustitutivo sea sustituido por otro que recurra a mayores dosis de realismo (que no de realidad), de sentido común o, lo que es aún peor, <b>que exhiban con coherencia y contundencia una lógica de la supervivencia que resulta inevitablemente subversiva</b>.<br />
<br />
<b>El abismo entre percepción y realidad no va a cubrirlo ningún texto sustitutivo actual ni cualquier otro que esté por venir</b>; el problema es que los que padecemos ahora se emplean básicamente para evitar dar explicaciones, mantener el <i>statu quo</i>, ocultar los errores e impedir señalar a los culpables. <b>No es una consecuencia indeseable de la modernidad, sino de una preocupante deriva hacia un <i>Nuevo Antiguo Régimen</i></b>, basado en privilegios, escasa o nula movilidad social, desigualdades y discrecionalidad en el ejercicio del poder.<br />
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